viernes, agosto 11, 2006

Una histeria: los amantes multiples.

Un señor sabe que en realidad no es un señor sino dos señores, uno dicharachero, amable y extremadamente locuaz y otro, serio, adusto y sereno. El primero existe entre las cinco y las doce de la noche y entre las siete y las nueve de la mañana. El resto de horas existe el otro hombre que forma parte del mismo hombre y esas horas coinciden con su jornada laboral y su tiempo destinado al sueño (que le conduce siempre de forma irremisible a la jornada laboral inmediatamente pretérita). El primer hombre que forma parte de un solo hombre ama a una mujer cariñosa, olvidadiza y en extremo romántica. Pero la mujer sabe que en realidad no es una mujer sino dos mujeres y que el primer hombre, que ella en principio creía un solo hombre, la conoció por alguna extraña casualidad cuando ella era la primera mujer, que corresponde a la cariñosa, olvidadiza y en extremo romántica. Sin embargo, como hemos señalado, la mujer es en realidad dos mujeres. La segunda es hosca, tremendista y atea y ama al segundo señor, el serio, adusto y sereno que muchos calificarían como un solo hombre y no una mitad en un cuerpo completo. El problema que se plantea es grave: el primer señor, que ama a la primera señora existe entre las cinco y las doce de la noche y entre las siete y las nueve de la mañana, horas durante las cuales no existe la primera señora, que sólo goza de tal condición entre las doce y las siete de la madrugada y entre las nueve y las cinco de la tarde. Similar situación se plantea en el caso del idilio de la segunda señora con el segundo señor. Por lo tanto, a ambas parejas les corresponde tan sólo un instante de conciencia mutua al cabo del día, aquél en el que se produce la metamorfosis y ambos caracteres coexisten durante unas milésimas de segundo, tiempo que se les torna fútil (en realidad lo es) y tan sólo pueden contemplarse durante unos instantes en la pupila del otro, en la que parecen reconocer al objeto de su amor. Sus existencias como hombre y como mujer divididos, con existencias alternativas, son realmente complejas, y se les ve apesadumbrados, esperando con desmedida necesidad el leve instante de encuentro entre el primer hombre y la primera mujer o la segunda mujer y el segundo hombre. El primer hombre no puede amar a la segunda mujer y la primera mujer no puede amar al segundo hombre aunque eso haría más fáciles las cosas. Sin embargo, tanto los unos como las otras, a pesar de sus respectivos caracteres, son juiciosos y ciertamente tendentes hacia el establecimiento de consensos meditados. El acuerdo es simple: convivirán como puedan, tolerándose en lo posible, la primera señora con el segundo señor y el primer señor con la segunda señora, lo cual, un espectador ajeno a sus respectivas situaciones tomaría por una pareja de caracteres desiguales. Tal vez el tiempo lime algunas asperezas, pero si el tiempo no las lima, siempre les quedará a ambos ese instante mínimo de contemplación del amado que, de tan mínimo, inalcanzable e ideal es eterno, perfecto y final.

Pedro Garrido Vega.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

:-) Ya echaba de menos leerte. Bueno, leer algo que no fuera un comentario. Da gusto empezar la manana leyendo algo lindo. Gracias.

Oye, Cuantos hombres eres tu? ;-)

Negra

Pedro Garrido dijo...

¡Cuánto tiempo! Puedo ser muchos y tal vez sólo uno, imagino que depende del momento todos somos uno y muchos. Pero por suerte, todos los hombres que soy están enamorados de la misma mujer, que acaso sea muchas pero es sólo una.

Un beso y espero que todo te vaya bien.