jueves, diciembre 30, 2010

Diccionario personal. Pequeña muestra de la B


Baleares. Pintorescas islas sitas en la costa mediterránea española y que forman la Bundesländ número 17 de la República Federal Alemana.

Ballet. Ataque epiléptico en público y pagando. En la antigüedad, el ballet era utilizado como poderoso somnífero. Hoy en día, empero, es un simple y mondo coñazo.

Bandido. Político o banquero (o ambas cosas).

Barcelona. Ciudad del noreste de España o del suroeste de Europa o la capital de los Países Catalanes, según la idiosincrasia de cada cual. En cualquier caso, Barcelona es una ciudad, y bien hermosa, de eso estamos todos seguros, señora. Barcelona fue fundada en el siglo IV A. de J.C. por polacos que huían del frío de Varsovia. Los barceloneses son famosos por ser desprendidos y dadivosos. Y por servir las mejores tapas de toda la Península Ibérica.

Bautismo. Antigua práctica ritual consistente en meter a un niño o a un adulto trastornado en agua para lavar sus pecados. Afortunadamente, hoy en día existen piscinas.

Beneficencia. Acción caritativa a la que juegan las damas de la alta sociedad, consistente en dar comida y abrigo a un pobre y dejar que se mueran el resto.

Biblia. El señor de los anillos hebreo. Panfleto subversivo y metafórico que contiene la palabra de Dios, o eso afirman quienes lo escribieron, claro. De cualquier manera, la biblia es un gran libro (por número de páginas también) que contiene numerosos pasajes de sorprendente belleza y claridad, como aquel en el que el pastor Nefagoah se enfrenta en Petantabet al querosipali en el cuitadero de Magarafisetahbén. La veracidad de la biblia ha sido muy criticada, ya que según la traducción, el significado de un pasaje en particular puede cambiar radicalmente. Famoso es el versículo XIX, capítulo CLI, manípula III, centuria MCIV, que dice así en latín: “Redemptionis arcanum sedulo ipsa perscrutata Ecclesia”. Empero, la traducción española a cargo de Fray Huruarto de la Pena Mora del siglo VII dice: “Dos de gambas, tres cañas y una de calamares”.

Bienestar. Agradable sensación de salud y de placer que no suele durar mucho.

Bikini. Prenda de vestir impuesta por la iglesia católica para evitar que las monjas octogenarias caigan en la concupiscente (y desagradablemente visual) tentación del top-less.

Bilingüe. Persona que posee la habilidad de cometer errores gramaticales en dos idiomas.

Bizancio. Especie de prórroga del difunto imperio romano oriental, y que duró hasta la tanda de penaltis, casi mil años después. Los bizantinos eran un pueblo de profunda religiosidad y belicismo: eran capaces de rezar con piadosas lágrimas en los ojos y momentos más tarde sacarle a un hereje los testículos por las cuencas de los ojos.

Bohemio. Peligroso individuo carente de inteligencia que gusta de llevar una vida regalada y pseudo-cultural. El bohemio odia la sociedad en la que vive, aunque no lo suficiente como para no poner el cazo siempre que puede. La vida de este “perfect gentleman” se basa en la epicúrea búsqueda de placer. Afortunadamente, y debido a tanto exceso báquico, viven poco.

Bola. Conjunto de nueve canicas tamaño XXL que si se consiguen reunir todas, aparece un dragón mágico japonés que concede deseos.

Borbón. Miembro de la noble realeza congénita española, con propensión a multiplicarse cual estafilococo en un pañuelo usado, a pesar de sus múltiples taras genéticas (la del Borbón, no la de la simpática bacteria grampositiva). La casa de Borbón lleva destruyendo el país desde hace más de trescientos años, cuando substituyeron a otro linaje todavía más hemofílico y ruinoso, el de los Austrias. En todo el tiempo que llevan reinando, la dinastía borbónica ha llevado a cabo importantes reformas y modernos avances en esta tierra de conejos, tales como mantener y reabrir el Santo Oficio, patrocinar dictadores y golpes de estado, e ir a cagarse en casa ajena. Los Borbones, tales como el actual, sienten predilección por la jarana y los coños ajenos, lo cual, por desgracia, ha impedido su natural extinción.

Bosque. Conjunto de árboles, más o menos desorganizado e infestado de repugnantes alimañas y de domingueros. En España, terreno edificable que se extiende entre dos urbanizaciones.

Boxeo. El noble arte de repartir y de recibir hostias por voluntad propia.

Búnker. Cobertizo donde Hitler y sus amigos jugaban al escondite con los rusos.

BUP. Antiguo sistema educativo español, si es que “educativo” y “español” pueden ir en la misma frase, claro.

Burdel. Ayuntamiento.
Cayetano Gea Martín

lunes, diciembre 27, 2010

Burradas léxicas de famosos

“Cada vez que veo en la Tele a esos pobres niños hambriento del mundo, no puedo sino llorar. Quiero decir que me encantaría estar tan delgada; pero no con todas esas moscas y la muerte y todo eso.” Mariah Carey.

“El único artista alegre es el artista muerto, por que sólo entonces no puedes cambiar. Después de que muera, probablemente volveré como en forma de pincel.” Sylvester Stallone.

“Creo que el matrimonio homosexual es algo que debería darse entre un hombre y una mujer.” Arnold Schwarzenegger.

“No he cometido ningún delito. Lo que hice fue no cumplir con la ley.” Jennifer López.

“Fumar mata. Si mueres, pierdes una parte muy importante de tu vida.” Brooke Shields.

“Debo todo a mis padres, especialmente a mi padre y mi madre.” Greg Norman.

“Creo que Dios es un vibrador gigante en el cielo… una fuerza vibrante de increíble energía.” David Arquette.

“Habla ingles, castellano y además es bilingüe.” Don King.

“Me encuentro mejor que nunca cuando soy feliz.” Winona Ryder.

“Es realmente difícil mantener una relación de pareja cuando tu pareja no te deja tener relaciones con otras personas.” Axl Rose.


Cayetano Gea Martín

jueves, diciembre 02, 2010

Diccionario huero. Pequeña muestra segunda de la A

Alegría. Peligroso estado pasajero en el cual volvemos a ver todo con ojos de niño. Afortunadamente, pasa pronto y acontece la tristeza, volviendo a ser unos adultos frustrados conscientes de estar más cerca de la tumba cada día que pasa.

Alemania. País exportador de turismo e importador de turcos. Los alemanes son unas criaturas curiosas que igual resultan ser los mejores amigos del mundo. En otras ocasiones, no obstante, pueden hacer jabón para sus vecinos. Quiero decir, de sus vecinos.

Alimento. Inmundicia generalmente mal cocinada que hemos de ingerir para no morir de golpe. En su lugar, preferimos devorar comida que nos vaya matando poco a poco, sin prisa. Los alimentos pueden ser de origen vegetal o animal, siendo mucho más tóxicos los primeros debido a su exposición fatídica a pesticidas, aire polucionado y asqueroso barro lleno de insectos y de larvas. Los alimentos de origen animal, empero, solamente engordan, crean impotencia e infartos de miocardio.

Alma. Lo divino que hay en cada uno de los seres humanos, es decir, poca cosa. A lo largo de la historia, diferentes teólogos y demás morralla han intentado ubicar el alma en algún órgano del ser humano, sin éxito. No me quiero imaginar el jaleo burocrático cósmico que se puede montar con los actuales trasplantes.

América. El llamado Nuevo Continente, ya que llegó tarde a este plano existencial. Poblado por descendientes de colonos, esclavos de lejanas tierras y descendientes de los nativos americanos originales, es decir, poca cosa. Si un americano es de Estados Unidos, sólo tiene que decir que es americano. Si es de otro país, deberá especificar.

Anillo. Objeto mágico de poder, utilizado por las mujeres a lo largo de toda la historia de la humanidad con el propósito de gobernar a todos los hombres, encontrarlos, atraerlos y atarlos en las tinieblas.

Año. Cómputo de tiempo gracias al cual usted tiene trescientos sesenta y cinco días para poder ser igual de infeliz, señora.


Cayetano Gea Martín

viernes, noviembre 19, 2010

Diccionario huero (pequeña muestra de la A)


Buenas tardes, seguidores nimios...

Estoy escribiendo una obra que, quizá, me lleve toda la vida (o una pequeña parte de ella, lo que venga primero): un diccionario escéptico, pedante y cínico... Os dejo una pequeña muestra de lo que llevo hasta ahora:



Abadía. Especie de cárcel o centro de reclusión, pero sin tabaco, señora. Ciertos hombres supuestamente sabios (y ociosos) acuden a estos lugares para encontrarse espiritualmente con su deidad favorita. Se les castiga sin sexo hasta que lo consiguen.

Abdomen. Zona del cuerpo susceptible de doler después de una borrachera. Algunos pueblos antiguos veneraban el abdomen y lo consideraban el centro espiritual del ser humano. El caso más significativo es el de la tribu de Cast-Ul-Abderá, un pueblo nómada del lejano oriente. Después de la Hégira, empero, los preceptos del profeta prohibieron su culto por considerarlo sacrílego. Los descendientes de los cast-ul-abderitas siguen, en cierto modo, respetando sus tradiciones ancestrales; por ejemplo, premiando con un quilo de chuletas de cordero a todo aquel extranjero que libere una ventosidad en su presencia.

Abogado. Uno de los siete demonios del infierno hebreo. Su trabajo consistía en cobrar enormes salarios a sus víctimas a cambio de defenderles de otros demonios que jamás les atacaron. Según el antiguo testamento, el pueblo hebreo gustaba de regalar estas criaturas infernales a sus vecinos. De hecho, la destrucción de Troya se debe a una mala gestión del abogado de Héctor. Dicho abogado fue un presente judío al hijo del rey de Troya. Por ello es famosa la expresión “Timeo hebraeus et dona ferentes”.

Aceite. Sustancia oleaginosa producida por determinados esfínteres humanos y que se usa en la cocina.

Acertijo. Especie de cábala mediante la cual el gobierno de turno calcula los presupuestos generales del estado.

Acné. Erupción cutánea purulenta, generalmente acompañada de intenso prurito. En la antigüedad se creía que se debía a una acumulación sebácea en la epidermis por el cambio hormonal que suele venir parejo a la adolescencia. Hoy, empero, sabemos que la causa de su aparición es la compulsión onanista propia de la edad de los que la sufren.

Adicción. Imposibilidad física, psíquica o espiritual de abandonar cualquier tipo de vicio. Por ejemplo, la lectura de este único y verdadero diccionario. Las adicciones han sido una constante a lo largo de toda la historia de la humanidad. Ya el célebre orador romano Cicerón, en sus famosas y senatoriales catilinarias, le recriminaba a éste el que aún no le hubiera devuelto el dinero prestado para poder acudir presto a una casa de juegos de Roma. De ahí que la primera frase que pronunciara en la sesión plenaria fuera “Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?”.

ADN. También conocido entre sus amigos como ácido desoxirribonucleico. El ADN contiene la información genética de usted, de mí, y de su vecino, señora. También sirve como desatascador cuando alguna religión se atranca en la garganta.

Adulto. Insufrible mutación bastante común en los seres humanos. Se caracteriza por su tamaño desproporcionado, estar cubierto de pelo, oler mal, comer como un cerdo y ser propenso a resfriados (por asimilar fluidos ajenos), a regoldar y a no tener sentido del humor. Los adultos se agrupan en sectas donde pervierten a los jóvenes y les instan a ser como ellos, es decir, una panda de sosos integracionistas. Les encanta no dejar hablar a nadie y fardar de vehículo propio. Al final de sus vidas suelen arrepentirse y volver a una lastimera fase larvaria.

Aeropuerto. Lugar donde la gente toma un avión para ir a otro sitio igual de horrible que el propio.

Agosto. Octavo mes del año en los países decentes. Fue impuesto por el emperador Augusto, magno sobrino de Julio César, para darles un mes de veraneo en las costas de Hispania a los ajetreados romanos. Los pícaros iberos les ofrendaban con viandas caducadas (paelhum) y con matarratas líquido (sangrium peleonum).

Ajedrez. Complicado rompecabezas sin sentido alguno, cuyas reglas varían según los jugadores. Las personas que disfrutan de este intrascendente entretenimiento suelen mortificar a sus conocidos intentando que éstos participen en su juego, aunque sea como espectadores. Célebre es el caso del conde de Monpetitcanaillè, que prefirió ser sodomizado por su sirviente senegalés y por un coro de mariachis antes que volver a asistir como público a una sesión de ajedrez organizada por algún depravado de sus amigos.

Alcalde. Jefe de una congregación municipal de ladrones, y que posee las llaves de la caja fuerte. El alcalde es la cabeza visible del entramado mafioso que impera en pueblos y ciudades. Son elegidos de forma democrática por los habitantes de las poblaciones, los cuales pueden elegir entre dos o tres ladrones diferentes con total libertad.

Alcohol. Bebida infantil de gran popularidad entre la población adulta, aunque se sabe que causa trastornos bipolares en los mayores de dieciocho años. En los niños, empero, el alcohol es totalmente inofensivo, y su consumo prolongado aumenta las expectativas de que éstos no lleguen a convertirse jamás en adultos. Su uso está extendido por todo el orbe y se consume desde el principio de los tiempos. Según un evangelio apócrifo, la primera alcohólica fue Eva, al comerse una manzana fermentada que se cayó del árbol prohibido. Quizá fue esa la razón por la que la primera mujer fue expulsada del paraíso.


Cayetano Gea Martín

domingo, noviembre 07, 2010

A propósito de...Francisco Umbral.

Descubrí a Umbral como autor literario y no sólo como columnista a través de Mortal y rosa. Creo que calificarla como una de las mejores obras de prosa poética de los últimos 30 años no es una exageración. A los que somos de mi generación (de las siguientes no hablo porque me da miedo), Umbral nos llegó como aquel señor de voz cavernosa y con aspecto de dandy venido a menos que sólo quería hablar de su libro en un programa que presentaba la gran hermana Mercedes Milá. Nunca me cayó mal ese señor (sería que aquello de cantarle las cuarenta a la Milá me gustaba), pero no me decidí a leer nada suyo hasta hace unos pocos años.

Mortal y rosa fue escrita por Umbral tras la muerte de su hijo de seis años. Como todas las novelas de amor, porque Mortal y rosa, si es que puede ser clasificada de algún modo, sería como novela de amor, nace de un conflicto. Alguien dijo alguna vez que la historia de amor feliz no es literaria. Todas las buenas obras literarias que han tratado sobre el amor lo han hecho siempre desde el conflicto: con uno mismo, con los demás (estas son las más frecuentes) o incluso con Dios. En el caso de Mortal y rosa ese conflicto es la muerte, o más bien cómo soportar la muerte en vida. Así pues el amor llena la novela, o el diario, o lo que quiera que sea esta obra. Si alguien nunca ha leído a Umbral, que respire hondo, aleje sus prejuicios y lea estas líneas:

"Sólo encontré una verdad en la vida, hijo, y eras tú. Sólo encontré una verdad en la vida y la he perdido. Vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad. Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre. Tus ojos cuajaban el azul del cielo. Tu pelo doraba la calidad del día. Lo que queda después de ti, hijo, es un universo fluctuante, sin consistencia, como dicen que es Júpiter, una vaguedad nauseabunda de veranos e inviernos, una promiscuidad de sol y sexo, de tiempo y muerte, a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse. Si no, haría ese gesto y nada más. Qué estúpida la plenitud del día. ¿A quién engaña este cielo azul, este mediodía con risas? ¿Para quién se ha urdido esta inmensa mentira de meses soleados y campos verdes? ¿Por qué este vano rodeo de la muerte por las costas de la primavera? El sol es sórdido y el día resplandece de puro inútil, alumbra de puro vacío, y en el cabeceo del mundo bajo un viento banal sólo veo la obcecación vegetal de la vida, su torpeza de planta ciega. El universo se rige siempre por la persistencia, nunca por la inteligencia. No tiene otra ley que la persistencia. Sólo el tedio mueve las nubes en el cielo y las olas en el mar."

He vuelto a Umbral con "Un ser de lejanías", que publicó en el año 2001. Muchos de los temas de Mortal y rosa se encuentran también en este diario íntimo (no sé denominarlo de otro modo), en el que Umbral, ya de vuelta de todo, arremete contra la literatura como negocio, aunque se sabe parte de él. Escribe sobre mujeres, reales o imaginarias, qué más da si eso permite que deje algunas de esas metáforas que le hicieron famoso. Y habla sobre literatura (Cela, Borges o Juan Ramón recorren algunas páginas), y sobre todo una desidia que no hace recomendable la lectura de la obra a aquel que esté pasando una mala racha. Sin embargo, he descubierto una afinidad con Umbral, que me ha sorprendido y que, de hecho, ha incrementado mi estima por él, y que tiene que ver con su repulsa por lo que él llama "el asunto" y que no es otra cosa que la trama o el argumento en las novelas. Y lo defiende de este modo que me parece genial:

"El punto terminal y glorioso del arte es pintar la pintura – abstracto - musicar la música, escribir la escritura. Prescindir del tema/soporte, en fin. Las meninas y las tres gracias y los apóstoles del Greco no son más que un soporte para hacer pintura, Ana Karenina es un soporte, y Madame Bovary y Carlos V y las señoritas de Aviñón. Las tormentas de Beethoven y las óperas de Wagner son soportes para hacer música. El David de Donatello es una disculpa, un motivo para jugar con las formas. El gótico es una época y el barroco es una constante, una tendencia, un eón. Pero ambos estilos se justifican en sí mismos. Dios es un soporte para hacer catedrales. El dólar es un soporte para hacer rascacielos."

miércoles, noviembre 03, 2010

A propósito de...Georges Perec.

Hablar de Geroges Perec es conducir la mirada hacia los límites de la creación. Y, aunque esta parezca una frase hecha, nada más lejos de la realidad. Su literatura es un continuo moverse entre límites, imponiendo restricciones a la creación pero, paradójicamente, para impulsarla a zonas antes inexploradas. No es, de hecho, Perec, un autor convencional. Aunque contaba historias no se le puede considerar un narrador. Ni falta que hace. Entendía la literatura desde la vertiente más creativa de la misma, desde esa que explora el lenguaje, juega con él y nos lo devuelve empaquetado de un modo que nunca antes habíamos visto. Te presenta además, como su amigo Raymond Queneau en Ejercicios de estilo, todas las variantes posibles (siempre abiertas, claro, a la intervención del lector) de una misma situación o personajes.

Por algún motivo que desconozco Perec no es muy conocido entre el público general, no relacionado con la literatura. Y a pesar de eso se ha traducido gran parte de su obra al español, lo que denota interés por ella, aunque tal vez sea sólo capricho de los traductores, que ven en dichas traducciones un reto intelectual. Posiblemente el mayor de ellos sea traducir La disaparition (El secuestro, en nuestro caso), novela en la que Perec no emplea jamás la letra e, la más común en la lengua francesa. En España, los traductores decidieron no emplear la letra a, jugando así con esos límites impuestos por Perec. En otros casos, sin embargo, no es posible tal traducción, como en El Gran Palíndromo (http://www.ed4web.collegeem.qc.ca/prof/rthomas/textes/palingp.htm) , que consta de unas 1300 palabras.

Hay obras de Perec, de esas que suelen denominarse inclasificables, como Especies de Espacios (uno de esos libros a los que vuelvo una y otra vez), en los que Perec intenta agotar todas las denominaciones de espacio, desde los más minúsculos a los que la vista no abraca, incluyendo los espacios virtuales, como aquellos definidos por las líneas geográficas de los mapas. Otro de esos libros es Pensar, clasificar, un conjunto de textos, donde Perec juega con las listas, la variaciones sobre esas listas y las descripciones minuciosas de objetos, al modo de la nouveau roman, pero sin tanta parafernalia postmoderna. Se puede uno perder también en Me acuerdo, una suerte de agenda donde Perec intenta apuntar todas aquellas cosas que recuerda (esta es posiblemente la peor de las limitaciones, la de la memoria). En los tres últimos años, más o menos, se han publicado otras cuatro obras entre las que se encuentran Un hombre que duerme (esta es una reedición, puesto que ya la publicó Anagrama hace algunos años) y en la que la desidia parece ahogar al personaje, que se niega a inmuscuirse en la actividad de la vida. Desea sólo dejarse llevar. Este es un breve fragmento de la misma:

"Más tarde, llega el día del examen y no te levantas. No es un gesto premeditado, no es un gesto siquiera, sino una ausencia de gesto, un gesto que no realizas, gestos que evitas realizar. Te acostaste temprano, has dormido plácidamente, habías puesto el despertador, lo has oído sonar, has esperado a que sonara, durante varios minutos por los menos, ya despierto por el calor, o por la luz, o por el ruido de los lecheros, de los basureros, o por la espera. Tu despertador suena, tú no te mueves en absoluto, te quedas en la cama, vuelves a cerrar los ojos. Otros despertadores comienzan a sonar en las habitaciones contiguas. Oyes ruidos de agua, de puertas que se cierran, de pasos que se precipitan por las escaleras. La rue Saint-Honoré comienza a llenarse de ruidos de coches, chirridos de neumáticos, cambios de marchas, breves sonidos de bocina. Los postigos golpean, los comerciantes levantan sus persianas metálicas. Tú no te mueves. No te moverás. Otro, un sosia, un doble fantasmagórico y meticuloso hace, quizá, en tu lugar, uno a uno, los gestos que tú ya no haces: se levanta, se lava, se afeita, se viste, se va."

Hace tan sólo unos meses se publicó El aumento. En esta obra, la restricción viene impuesta por el esquema de la obra. Se trata de agotar todas las posibilidades que se pueden plantear cuando un individuo va a pedir un aumento de sueldo a su jefe, y como esquema de la obra se presenta uno de esos esquemas de evaluación de opciones en los que a partir de una misma opción existen varias posibilidades de acción. Hay muchas otras obras de Perec, con restricciones interesantes, como Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en fondo de patio, Lo infraordinario o El gabinete de un aficionado.

Pero queda hablar de las grandes obras de Perec que, a mi juicio, son Las cosas y La vida: instrucciones de uso.

Las cosas fue su primera novela. En ella ya se ve perciben algunos de los rasgos que definirás después a Perec, sobre todo su gusto por las enumeraciones. Éstas no son casuales, una mera exposición de sustantivos en orden, sino que definen a los personajes pues su posesión les define de algún modo, pues son extensiones más allá de sus cuerpos. Las relaciones entre los personajes de esta novela se establecen, de hecho, a través de dichos objetos. Y además la obra comienza empleando un tiempo condicional, algo que nunca había visto el comienzo de una novela.

Pero su gran obra es, sin duda, La vida: instrucciones de uso. Aquí se dan cita todos los Perec posibles. Definir la trama no es posible, aunque a grandes rasgos, trata acerca de la vida de los inquilinos de un edificio de pisos (de todos ellos) aunque con especial énfasis en alguno de ellos, como un millonario que decide llevar a cabo la obra de su vida que consistirá en viajar a diversos países donde pintará un determinado paisaje. Después ordenará realizar puzles con esos paisajes para finalmente reconstruirlos y destruirlos, para que no quede nada de su obra al morir. Pero este argumento e sólo para aquellos que deseen ver una historia. El resto pueden disfrutar con la cantidad de voces posibles que hay en la novela, con las inmensas descripciones y listas de objetos que aparecen en la misma (recuerdo perfectamente una acerca de las herramientas de una ferretería) y en el camino se mezclan historias de misterio, algún amor y sobre todo muy buena literatura. Y, por supuesto, la estructura formal de la novela no podía ser sencilla. La mirada viene determinada por el movimiento del caballo en el ajedrez.

Me dejo por el camino muchas otras virtudes de este autor, que es posiblemente uno de mis cinco preferidos (no me atrevo a nombrar a los otros cuatro para no dejar a ninguno fuera). No creo que haya existido nunca un autor tan creativo como Perec, que haya aportado tanto a la estructura formal y a los juegos con el lenguaje. Con Perec hay que olvidarse de la trama y perderse en el fondo de la literatura, que no es sólo narración sino también, y sobre todo, búsqueda de nuevas formas empleando el material de este arte, que es la palabra.

martes, noviembre 02, 2010

El Otro.

I

Debo a mi obstinada curiosidad la conciencia de existencia del Otro y de los ladrones de libros. Todo comenzó en la librería de Garay, que visitaba una vez al mes en busca de libros y conversaciones (ambos eran escasos en mi vida o, tal vez, nunca suficientes). Habitualmente era yo quien elegía los títulos que me llevaba a casa (los llevaba pulcramente anotados en una página minúscula de una libreta) pero Garay se permitía aconsejarme algún título que yo no había escuchado antes ni por asomo. Esta vez le pedí un Tratado sobre los espejos de Hutchinson y una novela inmemorable de un amigo escritor del que no desvelaré su nombre por cierto sentido del decoro que aún me empuja a la corrección política. Garay se permitió recomendarme una novela y para ello empleó un tono críptico que no era habitual en él.
-El Otro- me dijo- contiene todo aquello sobre lo que siempre has querido escribir. Lo descubrí la semana pasada y sé que te puede interesar.
Me acercó el libro y lo dejó sobre el mostrador. Lo cogí casi sin mirarlo. Tan sólo vislumbré el color bermejo de la cubierta con letras mayúsculas en negro anunciando el nombre del autor y el título de la obra:

EL OTRO

Por Rómulo Gea.

Lo guardé en la bolsa con el resto de adquisiciones. Pagué a Garay y le prometí volver el mes siguiente con mi opinión sobre la novela. Me instó a que la leyera lo antes posible. Te interesará, sin duda, repitió.
Me marché a casa y dejé los libros sobre la mesa del despacho. Nunca he sido un lector impaciente. Impetuoso sí, pero no impaciente. Me gusta dejar reposar las nuevas adquisiciones en casa, percibir cómo se impregnan del olor y el polvo del despacho y, pasado un tiempo, deleitarme en su lectura sintiéndolos como algo propio desde la lectura de la primera página. De este modo procedí con mis nuevas adquisiciones.
Una semana después sonó el teléfono. Era Garay:
-¿Leíste la novela que te recomendé?
-Ni siquiera la he abierto.
-Deberías leerla- volvió a emplear su tono críptico.
-¿Por qué tanto interés en la novela?- inquirí.
-Deberías leerla.
Colgó.
He de confesar que consiguió intrigarme. Fue más su insistencia en que leyera la novela que su tono artificialmente críptico. Decidí por tanto obviar el ritual al que sometía a mis libros. Recogí de la pila de libros el que Garay me había recomendado, me senté con aplomo en mi sillón de orejas y comencé a leer.

II

La lectura del libro me indignó y me aterró simultáneamente. A decir verdad, no sabía por cual de los dos estados decidirme. Al leer la primera oración del libro comprendí dos cosas: a) no necesitaba leer lo que restaba de la obra (aunque lo haría) y b) el interés de Garay por que leyese la novela estaba de sobra justificado. Proseguí la lectura, que me llevó unas tres horas. Decidí descansar. Bajé a cenar a un restaurante cercano, consumí una cena abundante y la regué con un excelente vino que me embriagó de inmediato. Sin duda necesitaba encontrarme en aquel estado. Regresé a casa y me preparé un whisky con hielo bien cargado. Dejé el vaso sobre la mesa del despacho y de una estantería saqué con cuidado una carpeta antigua que contenía unas cuartillas escritas por mí mismo hacía no menos de un año. Recogí la novela del salón y me senté en el escritorio.
Siempre he pensado que el silencio preludia los momentos cruciales de nuestras vidas. Aquel fue también un instante silencioso. Me disponía a cotejar aquellas obra que Garay me había recomendado con unas cuartillas escritas por mí hacía más de un año, sabiendo de antemano que los textos que contenían novela y cuartillas eran similares, si no idénticos.
Reinicié una lectura detenida de la novela tomando algunas notas. Analicé su estilo, sus personajes, sus giros argumentales, su sintaxis. Finalicé el análisis del primer capítulo de la novela y me arrojé sobre mis cuartillas. No había duda: allí estaban el mismo estilo, los mismos personajes, los mismos giros argumentales, la misma sintaxis, todos ellos como imágenes especulares de la novela de Rómulo Gea. Volvió la disyuntiva entre la indignación o el terror:
-Indignación: si la novela era una copia de mis cuartillas.
-Terror: si la novela no era una copia de mis cuartillas.
Decidí postergar el cotejo del resto del libro, con el convencimiento de que no encontraría diferencias sustanciales con respecto a lo analizado.
Pese a que esperaba que el insomnio no me dejase pegar ojo, dormí profundamente. No soñé.

III

Me desperté repuesto y ansioso por comenzar a trabajar. Pasé la mañana comparando la novela con las cuartillas. Eran, sin duda, la misma obra, aunque con leves modificaciones. He de reconocer (esto es penoso para un autor) que la novela de Rómulo Gea era superior a la que yo había proyectado. Parecía que mis cuartillas hubiesen sido sometidas a una tarea correctora que mejoraba notablemente lo que yo había escrito. Pero había algo más en aquellas correcciones. Yo hubiese suscrito todas y cada una de ellas. Había en la novela de Rómulo Gea (¿o era mía, o de ambos?) un ineludible olor a mí mismo incluso en las correcciones del texto que yo aún no había acometido. Era esa pre-visión, ese adelantamiento a mis intenciones lo que contribuía a al convencimiento de que la novela de Rómulo Gea era una creación atroz. La indignación, sin embargo, aún ocupaba una parte importante entre mis sentimientos encontrados.
La posibilidad de que alguien hubiese copiado mi novela era la que mantenía mi indignación latente. Pero era esa una posibilidad muy remota. Yo no había desvelado jamás el argumento de mi novela. Ni siquiera había señalado a nadie la mera existencia de aquellas cuartillas. Tan sólo declaré en un par de ocasiones la intención de escribir. Nunca las mostré. Las visitas a mi casa, muy esporádicas, y por lo normal femeninas, no estaban relacionadas con el mundo literario, por lo que tenía la seguridad de que el descubrimiento accidental de mis cuartillas por parte de alguna de aquellas visitas no hubiese despertado el más leve deseo de hurtarlas o, mucho menos, de imitarlas.
Cuando analizaba la situación desde este punto de vista descubría que las posibilidades de que alguien hubiese copiado mi novela eran casi nulas. Pero entonces dejaba el camino libre a mi imaginación para postular decenas de hipótesis a cual más disparatada y fantástica:
1.Yo estaba soñando y lo que vivía no eran más que alucinaciones de un cerebro que vivía en su eterno opuesto. Esta era a todas luces la menos original (recordaba a aquél cuento del chino y la mariposa) y acaso la menos verosímil de las hipótesis.
2. Existía un doble de mí mismo que vivía y escribía como yo pero con unos meses de adelanto (las correcciones a mi texto así lo sugerían). No pude evitar, a continuación, fantasear con la posibilidad de un encuentro con mi doble, las posibilidades literarias que ello ofrecía y las consecuencias físicas que podría ocasionar ese encuentro.
3. Mis cuartillas no eran más que una burda copia de la novela de Rómulo Gea y era yo el inconsciente impostor y no él. La verosimilitud de esta hipótesis se me antojaba nula, a no ser que fuese presentada en combinación con la hipótesis número 1.
4. Se trataba de una broma de alguien que había tenido acceso a mis cuartillas, que había realizado una copia de las mismas, las había corregido y se había permitido publicarlas. Esta hipótesis se me tornaba como la más realista (sin duda) y sin embargo mi intuición la negaba de forma rotunda.
5. Cabía la existencia (llegados a este punto mi imaginación ya era inagotable) de universos paralelos en los que yo hubiese finalizado mi novela y ésta hubiese llegado a mis manos a través de alguna grieta temporal que mi sosias habría aprovechado para jugarme una mala pasada (no podía descartar esta opción sabiendo lo perverso que tiendo a ser conmigo mismo).
6. Alguien podría haberme escuchado hablar en sueños sobre mi novela y después haberla hurtado de mi despacho o haber realizado el esfuerzo menardiano de tratar de escribirla, suplantándome en el estilo y las ideas e incluso en las correcciones aún no realizadas (hipótesis descabellada, es cierto, pero nacida de la desesperación).
7. Yo mismo había escrito la novela y no lo recordaba (esta posibilidad me intrigaba especialmente). Pero, ¿por qué publicar la novela con pseudónimo? A no ser que yo fuese Rómulo Gea y no quien creía ser.
8. Podían existir combinaciones de las hipótesis anteriores que complicasen (¡más aún!) la explicación de las novelas duplicadas.
9. Ninguna de las posibilidades anteriores (agotadas mi inventiva y mi modestia esta me parecía la más fantástica de las hipótesis).

(continuará)

jueves, octubre 28, 2010

A veces opino lo mismo.


lunes, octubre 25, 2010

Justicia.

Para ti es fácil. Te sientas. Esperas. Decides. Tú eres quien antecede a las consecuencias. Si decides dar tu consentimiento entonces nos vamos a la cama y, con suerte, si ese día tengo la inspiración atlética pasas un buen rato, mientras que para mí es un sueño, como una hazaña. No sabes lo que es esto. Tenerte delante, sentirte como algo intocable, un trofeo o una final de un campeonato, o algo así, y yo el insignificante bicho al que puedes aplastar con un parpadeo. En ocasiones he pensado que es suficiente con que no me mires con desagrado. Yo me siento y lo único que intento es no parecer un estúpido. Me fumo dos o tres cigarros y me bebo un par de cafés, pero lo único que hago durante todo ese tiempo es sentirme un estúpido. Lo único que intento es no parecerlo, o al menos, que no notes que me siento como tal. Jugamos diferentes juegos. Para mí es ya un hito el poder sentarme frente a ti con un café y dirigirte siquiera la palabra. Mientras tanto tengo la certeza de sentirme inferior a ti en todo. Pero no te alarmes porque eso no es malo, es sólo la constatación subjetiva de que eres tú quien tomas las decisiones. Ante las mujeres bonitas,...,déjame terminar, ante las mujeres bonitas no sé qué decir, parezco un imbécil que no encuentra su momento, que sólo dice palabras inconexas, sin sentido. Me intimidas, me haces sentir una cosa inservible que sólo puede aspirar a oler tu perfume. Lo haces de forma inconsciente pero eso no evita que yo me sienta así, que muchos otros se sientan así. Te parecerá que es el discurso de un perdedor, de alguien que tiene la estima a la altura de las colillas que pisa. Y aciertas. En realidad, si te soy sincero, es más fácil ser así. Es más seguro. Es la única forma de evitar frustraciones. Las ilusiones, a la larga, sólo crean insatisfacción. Y no es verdad que el no tener ilusiones haga que la vida valga menos. En mi caso, La Odisea vale más que unos cuantos polvos con una rubia. Mucho más. Y, ¿sabes otra cosa, ahora que por fin escupo esto? El sentirme un estúpido al hablar contigo me hace ser ateo. No necesito plantearme cuestiones científico-teológicas ni dejarme la vida en silogismos. Es sólo que el mundo no es justo, ergo Dios no existe, o al menos, no ese Dios bondadoso y justo que defienden los cristianos de buen corazón. Los niños que mueren de hambre, o los muertos inocentes en las guerras, o las mujeres violada. Esas son injusticias, pero son ese tipo de injusticias que están bien vistas, las que producen compasión, las que son políticamente correctas. Pero no se percibe como injusticia que yo me sienta estúpido hablando delante de ti, que lo único que pueda hacer es sentarme delante, mirarte un rato, despedirme de ti y hacerme una paja esta noche rememorando esta media hora, una hora a lo sumo. No pongas esa cara, en el fondo lo sabes, pero tampoco puedes hacer nada por evitarlo. No te aflijas por ello. Porque, mientras tanto, otros van por el mundo quitándose a mujeres como tú de encima, como si fuerais juguetes inservibles. Eso es lo que hace injusto este mundo. Si al menos todos nos sintiésemos igual de estúpidos. Pero no. El problema es que así seguiremos siempre. Tú me harás caso ahora durante un rato, quizá toda la noche, pero al final, en una semana o un mes te irás con el rubio que conociste la otra noche porque yo te aburriré con esta mentalidad perdedora que se resigna a las injusticias. Y tarde o temprano, te darás cuenta de ello, por lo que pretendo ahorrarte los pasos intermedios, para permitir que nuestras vidas sigan como hasta ahora, sin golpes bruscos, dejándose llevar por esto que hemos creado entre todos. En el fondo, sabes que tienen que existir tipos como yo para existan mujeres como tú. De un modo un tanto extraño nos necesitamos para desempeñar nuestros papeles Es algo inexorable. Y, por eso, lo mejor es aceptarlo. Cuanto antes mejor, sin excusas. Y dedicarse a otra cosa, a vivir, sin volver la vista atrás porque si no estás perdido. Por eso no te puedo decir que te quiero, que me quiero acostar contigo. Digamos que sería lo políticamente correcto que lo dijese y que se cumplieran los finales felices de las películas en las que el marginado se tira al final a la modelo, pero no sería justo detener así el devenir lógico las cosas. En el fondo, todo seguirá estando como está. Pero no, tú te empeñas. Al final me dirás que tenemos una buena relación y que preferirías seguir como antes, cuando nos veíamos para tomar un café y hablar un rato. Por eso no quiero acostarme contigo, porque no cambiaría nada, tal vez contribuiríamos a crear más entropía en el universo, como si no hubiese ya suficiente. A los dos días te cansarás de mí y yo seguiré siendo este energúmeno que sólo queda contigo para flagelarse, como si necesitase esta penitencia semanal. Y tal vez sea así. Desde un punto de vista un poco retorcido eres como esa muela que duele un poco y por la que uno se pasa lentamente la lengua, sintiendo un pequeño dolor agradable, suficiente, sin llegar a lo insano, pero agradeciendo ese pequeño sufrimiento. Irme contigo a la cama sería romper con eso, sería darme la oportunidad de volver a la ilusión y, por tanto, al desengaño posterior porque sabes, como yo, que lo habrá. Pero si aún sigues queriendo que nos acostemos, vamos pues. Demostrarás que no has entendido nada de lo que te he dicho...o tal vez todo.

martes, octubre 19, 2010

Tiempo.

No soy ya el que fui, ni seré el que soy. Cuando fui, te amé de forma inconsciente y utópica desde una intuición amorosa y un desconocimiento de tu existencia que me acompañaron en cada uno de mis sucesivos yoes. Cuando soy, te amo desde lo que conozco, desde mi memoria y la tuya y la conciencia de tenerte aquí, delante, amándome como te amo yo a ti, compartiendo el hoy. Cuando soy intento ser otro para vernos desde fuera y salir del embelesamiento de lo definitivo. Cuando sea, te amaré del mismo modo que lo hice cuando tomé conciencia de lo que era el amor, cuando tu implacable idea se asentó en mí para no escapar más, cuando tu mano se posó por primera vez sobre la mía.

Venzo así al tiempo con la eternidad, pues es tal vez la única forma de hacerlo.

miércoles, octubre 13, 2010

Por ésto me gusta la ciencia y soy ateo.

Si un día veo a un cura hacer lo que han hecho estos me quito el sobrero:

http://www.nature.com/nature/journal/v467/n7317/full/nature09474.html

Para los que no sepan inglés sólo decir que tres de los cuatro autores se retractan de lo publicado en la revista Nature porque no se fían de los datos que publicaron en su día, incluso a pesar de no poder poner en sus respectivos CVs que han publicado ese trabajo en Nature, que para un científico es como para un jugador de fútbol decir que ha jugado una final de una copa de Europa.

Pues nada, ahí queda eso.

Y los dogmas, dogmas son.

martes, octubre 12, 2010

A propósito de...la literatura francesa.

Francia no ha parido a ningún genio literario a la altura de Cervantes, Dante o Shakespeare pero ha dado lugar, sin duda, al mayor grupo de escritores de talento. Entre ellos están gente tan dispar como Rabelais, Pascal, Voltaire, Proust, Balzac, Zola, Apollinaire, Mallarmé, Hugo, Dumas, Verlaine, Rimbaud, Verne, Roussell, Jarry, Robbe-Grillet, Queneau, Perec, Duras, Quignard, Mondiano y muchos otros que no cito. No creo que exista una lista tan extensa de escritores con talento en la literatura de otro país (España podría aproximarse en según qué épocas, pero presenta lagunas, a veces muy prolongadas). Las causas de esa acumulación de talentos me son por completo ajenas. Es verdad que la cultura francesa siempre se ha distinguido del resto. Crearon la Ilustración y le cortaron la cabeza a un rey y para mí eso ya es suficiente. Se alejaron de otros movimientos, como del romanticismo que surgió precisamente en oposición al anterior y que, para mi gusto, dio lugar a muchos más escritores malos que buenos (sí, es verdad, como en todas las épocas, pero en esta esa especialmente, aunque no daré nombres para no herir susceptibilidades).


Los franceses han tenido casi siempre una conciencia social que otros países no han tenido o, al menos, no han sabido expresar convenientemente. Lo más parecido a Balzac o Zola que se me ocurre es Clarín o Pérez Galdós y, con todos los respetos, creo que no se acercan a ellos, a pesar de ser dos buenos escritores. Al fin y al cabo, un pueblo que se atreve a pasar por la guillotina a un rey, no es mal pueblo. Ya nos hubiese venido bien a nosotros pasar a más de uno por la guillotina, rey o valido.

Los franceses, sobre todo en el siglo XX estuvieron siempre en el límite de la vanguardia. Fueron casi siempre pioneros. Surgieron otros movimientos, los beatnik, los cambios en la novela introducidos por Joyce o Kafka o el boom latinoamericano, pero incluso algunos de ellos se gestaron más en Francia que en sus propios países o culturas de origen. Francia siempre ha atraído a los intelectuales. Se dan allí las condiciones para que surjan las vanguardias. ¿Cuáles son esas condiciones? Me gustaría saberlas. Creo que a veces es simplemente producto de juntar a mucha gente con talento bajo un mismo techo. Y así surgieron el modernismo (aunque este movimiento creo que es, seamos justos, mucho más amplio), el surrealismo (ese sí, puramente francés y con disputas puramente francesas), la nouveau roman (desconozco por qué sólo se habla de ella en los círculos literarios, cuando a mí me parece interesantísima) o el movimiento Oulipo (integrado en su mayor parte por franceses aunque con vocación de ser movimiento internacional). Hoy cuentan con escritores de talento un tanto inclasificables como Quignard, Nothomb o Pennac, si bien siempre contaron con algunos de ellos (¿dónde situar a Valery?¿Y dónde a Duras?

A veces las disputas geográficas y políticas ciegan nuestros sentidos lectores (son cinco, los mismos que nos permiten movernos por el mundo) y obviamos las literaturas de otros países, sin tener en cuenta que ellos también escriben y que, nos guste no, a veces lo hacen mejor que nosotros. No es, sin embargo, una cuestión de comparar unas literaturas con otras, sino de disfrutar lo mejor de cada una. Estas líneas pretendían tan sólo enfatizar lo que merece la pena de nuestros vecinos.

Otro día hablaremos de Portugal.

lunes, octubre 04, 2010

A propósito de...Daniel Pennac.

Me gustaría suscribir estas palabras:

“Desde el momento en que se plantea el problema del tiempo para leer, es que no se tienen ganas. Pues, visto con detenimiento, nadie tiene jamás tiempo de leer. Ni los pequeños, ni los mayores. La vida es un obstáculo permanente para la lectura.
-¿Leer? Ya me gustaría, pero el curro, los niños, la casa, no tengo tiempo...
-¡Cómo le envidio que tenga tiempo para leer!
¿Y por qué ella, que trabaja, hace la compra, educa a los niños, conduce su coche, ama a tres hombres, visita al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer, y ese casto rentista soltero no?
El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar).
¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir. Ésta es sin duda, la razón de que el metro- símbolo arraigado de dicho deber- resulte ser la mayor biblioteca del mundo.”
Son palabras de Daniel Pennac en, Como una novela, un ensayo sobre la lectura, sobre cómo fomentarla y sobre cómo disfrutar con ella. Acompañada además de los derechos del lector, como el de saltarse páginas si le viene en gana, dejar un libro a la mitad o releer otro hasta cien veces seguidas.
Pero conocí a Pennac a través de sus novelas sobre el Señor Malaussene y los crímenes que resolvía casi sin enterarse en los diferentes volúmenes de la serie homónima. La novedad en su estilo es el uso de coloquialismos a los que no estamos acostumbrados en la lectura de novelas de intriga. Los casos parecen estar ocurriendo en nuestro propio barrio y los personajes, a menudo excéntricos y muy muy memorables, recuerdan mucho a los de Eduardo Mendoza en la serie de El laberinto de las aceitunas , La cripta embrujada y La aventura del tocador de señoras.
Escribió también Pennac no hace demasiado tiempo otro ensayo, si es que puede llamársele así titulado Mal de escuela. No creo que esté dirigido a profesores, ni a padres de alumnos difíciles, sino a todos en general. Él dice que pretende escribir un libro sobre los zoquetes, esos alumnos que parece que no comprenden nada y que nunca llegarán a nada. Él dice haber sido uno de ellos y finalmente llegó a ser profesor de escuela. En realidad habla sobre los zoquetes, pero también sobre las causas de que existan los zoquetes y de cómo superar esa “zoquetería”. Sabe que nadie es infalible y que habrá algunos alumnos que se queden por el camino, pero conserva ese sentimiento, muy común también entre los médicos, de que con ayudar a un solo niño a salir de su zoquetería, es suficiente recompensa. Critica además en este libro muchos de los estereotipos creados por los medios de comunicación acerca de la juventud y propone fórmulas para que los alumnos se interesen por las materias que estudian. Cuenta el caso de un profesor que cada día leía un fragmento de una obra. Los alumnos escuchaban deseando saber qué ocurriría. Finalmente cada año conseguía que los alumnos no esperasen a ver qué ocurría, sino que ellos mismos buscaban esas obras para lleras en sus casas o le preguntaban al profesor acerca de otras obras del mismo escritor.
Los libros de Pennac siempre están salpicados de humor y de ganas de vivir. Es por eso que me suele agradar bastante leer libros de este autor y se los recomiendo a cualquiera que desee pasar un buen rato entretenido y de buena literatura.

P.G.V.

viernes, octubre 01, 2010

A propósito de...Rodolfo Walsh.


Hace algunos años (éramos unos pipiolos con ganas de revoluciones), yo insistía mucho a Kay con aquello de que los escritores no sólo tenían que saber escribir buenos libros sino además implicarse en la lucha proletaria y la defensa de los derechos de los ciudadanos. Hoy no suscribo esas ideas. Lo que cada uno haga en su tiempo libre es cuestión de cada uno. Es posible que si Borges o Kafka se hubiesen dedicado a esos menesteres no nos hubiesen ofrecido su obra tal y como hoy la conocemos (bueno Kafka ni siquiera lo quiso pero por suerte sus papeles se salvaron del fuego).
A veces, sin embargo, la mejor forma de implicarse en la defensa de los derechos o en una determinada acusación es escribiendo un buen libro. Ya lo hicieron otros, basándose en hechos reales o no. Y entre esos están El otoño del patriarca, Pedro y el Capitán, Ensayo sobre la lucidez, La fiesta del Chivo, El señor presidente o Yo, el supremo.
Rodolfo Walsh digamos que aunaba tanto la parte de denuncia literaria como su implicación a nivel personal en todo lo que significase lucha contra las desigualdades y frente a los gobiernos totalitarios, algo que argentina conoció bastante bien (y otros que estamos a este otro lado).
Conocí a Rodolfo Walsh por sus cuentos policiales. La novedad que aportan es una interesante descripción de los métodos policiales que habitualmente no suele verse en las novelas policiacas. También estos cuentos presentan una trama excepcional. Si no, no serían buenos cuentos policiales. Además, sus personajes están bien trabajados y pronto es fácil identificarse con alguno de ellos.
Pero Walsh tenía otra faceta. La de periodista. Y escribió muy buenos reportajes. Pero sobre todo escribió dos libros excelentes, a medio camino entre la novela y el relato periodístico. Recuerda por momentos a Capote en A sangre fría pero con la excepción de que en este caso el autor sí valora lo que está relatando y se implica en ello. Las dos obras a las que me refiero son ¿Quién mató a Rosendo? y Operación Masacre. Ambas presentan un esquema idéntico, con la presentación de los personajes, seguida de los hechos (el primero, el asesinato de varios sindicalistas a manos de sus propios compañeros, el segundo, el fusilamiento de varios civiles sin razones justificadas) y por último el desenlace de los hechos y un epílogo en el que tratan de enmarcarse los hechos en la historia argentina. Walsh fue protagonista de esos hechos porque los dio a conocer a través de sus artículos periodísticos y se jugó el pellejo por publicarlos. Tanto fue así que acabó acribillado a tiros.
No merece la pena describir los hechos que narran estas novelas. Es mejor leerlas. Comenzaría con Operación Masacre. Durante su lectura aparecen esos raptos de ira que a menudo se hacen presentes con la lectura de muchas de las novelas que he citado al comienzo. Son esas novelas el testimonio de lo que cualquiera puede llegar hacer cuando se le permite acceder a ciertas cotas de poder.
No os lo perdáis. Y si no queréis leer novela-denuncia entonces leed sus cuentos, que son fantásticos.
P.G.V.

martes, agosto 24, 2010

El humor de Macedonio

No compraba antigüedades si no las veía hacer; lo que no le permitían; y envidiaba a los ricos de Fenicia o de Egipto que las adquirían baratas y sin padecer , naturalmente, las dudas con las que siempre salía de sus compras de la progresista casa matriz de este comercio, cuyos carteles decían jactanciosos "La Moderna, Antigüedades - Lo más moderno y progresado en Antigüedades".

Para más información, acudir aquí,

martes, agosto 10, 2010

Pongamos que hablo de Madrid


Siempre se ha dicho que el gran defecto de La Villa y Corte es su ausencia de mar, pero eso no es cierto del todo: existe un Madrid inmerso en el océano, en la isla filipina de Mindanao. Es una población de unos catorce mil habitantes, siendo el más famoso aquel señor que viajó a la originaria Madrid para rodar un anuncio publicitario del Metro.
Pero la Madrid filipina no es la única hay. En Latinoamérica, como es lógico, hay más, dos en concreto, en Colombia y en México. El municipio Colombiano recibe su denominación no por la ciudad española, si no en honor de Don Pedro Fernández Madrid, escritor cubano quien vivió en la localidad hasta su muerte. En México, en el distrito de Tecomán, se encuentra la pequeña población agrícola de Madrid, de apenas tres mil habitantes. Fue fundada con el nombre de La Madrid, debido a que la familia más poderosa de la zona se apellida así.


Curiosamente, donde más “Madriles” hay es en Estados Unidos. Hasta diez poblaciones llevan nuestro nombre: en Alabama, Colorado, Iowa, Kentucky, Maine, Nebraska, Nuevo México, Nueva York, Misuri y Virginia. Como curiosidad, la ciudad de Madrid en el estado Misuri conforma el epicentro de la zona sísmica más activa de todo Estados Unidos, la cual lleva por nombre Zona Sísmica de Madrid.


Y por último, saber que existe un Madrid más, en Uzbekistán. Hace más de seiscientos años, el soberano de aquel entonces decidió fundar una nueva ciudad a las afueras de Samarkanda, como homenaje al primer embajador internacional que fue a visitarle, Ruy González de Clavijo, natural de Madrid.


Todo lo expuesto demuestra que la fama que tenemos los madrileños de exagerados y de prepotentes es incorrecta. Para los que no lo sepan, siempre que nos preguntan de dónde somos respondemos “de aquí, de Madrid”, aunque estemos en Groenlandia. Pero es que, visto lo visto, Madrid está en todas partes realmente.




Cayetano Gea Martín



martes, agosto 03, 2010

El hombre desnudo


Íbamos paseando juntos, Ana y yo, cuando le vimos. Pareció surgir de la nada, como esos pensamientos recurrentes y adormilados de las tres de la mañana. El hombre, desnudo y joven, de unos treinta años mal llevados, miraba a su alrededor, incrédulo, dudoso acerca de la palpable realidad que lo rodeaba.

-Mira, cariño,- me dijo Ana, -un hombre desnudo. Pobrecito, ¿estará enfermo?

El hombre desnudo, que intentaba tapar sus órganos sexuales con manos trémulas, nos miraba como si nos conociera de algo, pero sin atinar de dónde y porqué. A nosotros, sin embargo, no nos resultaba vagamente familiar siquiera.

Nos acercamos más a él, aunque con precaución. Podría tratarse de un loco peligroso aunque, no sé porqué, no nos daba esa impresión. Más bien parecía un hombre cuerdo envuelto en una situación absurda y que le superaba por completo.

-Disculpe,- inquirí yo a pocos metros del hombre desnudo, -¿se encuentra usted bien?
Sus ojos se encontraron con los míos y permanecieron fijos en ellos durante un rato demasiado largo para mi propia comodidad. De repente, sonrió y suspiró, como si hubiera entendido a bote pronto todo el asunto. Incluso retiró las manos, dejando al descubierto sus partes pudendas. Y, en menos tiempo del que se tarda en contarlo, cerró los ojos y desapareció de golpe.


Sencillamente, estaba ahí un segundo antes y luego ya no estuvo más. Esfumado.

Nos quedamos perplejos ante la extraña experiencia que acabábamos de vivir, dudando de su empirismo y de su ilógico final.

La respuesta, la obvia respuesta, golpeó nuestros cerebros a la par, tras varios minutos de velada deliberación: el hombre soñaba que estaba desnudo, y cuando se dio cuenta de ello, cuando fue consciente de que era un sueño y nada más, decidió despertar.

La pregunta subsiguiente tampoco tardó en llegar: entonces, ¿estábamos nosotros dentro de su sueño? ¿Éramos acaso un mero sueño del hombre desnudo?

Ana me abrazó, con el miedo que tienen los niños y los ancianos ante la muerte, el miedo terrible a no ser nada más que humo. Pero, ¿acaso no lo somos todos, al fin y al cabo? Quizá apenas seamos el sueño de alguien.

Todos nosotros.



Cayetano Gea Martín


jueves, julio 15, 2010

Tres deseos



- Te concederé tres deseos.


- Quiero la paz mundial, que se acabe el hambre en el mundo y que todos los pueblos se unan en armonía y respeto.


- Qué egoístas sois los seres humanos: solamente pedís cosas que os hagan sentir bien con vosotros mismos y que alimenten vuestro ego.



Cayetano Gea Martín



miércoles, junio 30, 2010

Aclaración



-Papá.


-Dime, hijo mío.


-¿Qué es una nación?


-Un conjunto de once tíos en pantalón corto que le pegan patadas a una pelota.


-Ah.



Cayetano Gea Martín


lunes, mayo 31, 2010

Truncado



El niño que intentó escalar hasta las estrellas para alcanzar a su difunto padre se encontraba anclado en el banco del más triste parque de la ciudad, incapaz de proseguir con su vida hasta ahora o de intentar querer a su madre. La tristeza, que se enseñoreaba en su joven persona, resultaba demasiado grande para ser digerida.


El mundo proclamaba sus ruidos y sus olores a todo volumen, rodeando el corazón del niño con un aura putrefacta pero a la vez reconfortante, como una manta podrida pero familiar, o como esas prendas de ropa que somos incapaces de tirar a la basura a pesar de caerse de viejas. Las personas, pensaba el niño, se enganchan a conceptos abstractos y a objetos ridículos.


El niño intentaba evitar que el planeta girara. Estaría guay que se invirtieran los polos magnéticos, pensó sonriente, como en aquel cómic de La Patrulla X que su padre leyó con él una tarde de verano. En dicho número (veintidós páginas de batallas en cuatricromía), los héroes mutantes que protegen un mundo que lo odia y los teme, se enfrentaban contra su archienemigo, esa némesis eugenésica llamada Magneto. Al final ganaban los buenos, claro. Aunque pagando un precio elevado, que para eso es Marvel y no DC. En la espectacular página doble final, Lobezno empalaba con sus garras de adamántium el torso desprotegido de Magneto, mientras éste contemplaba meditabundo el cadáver de Cíclope yaciente a sus pies. Ni uno ni otro morirían de verdad, claro, pero siempre reconfortaba ver cómo Cíclope la palmaba. Y por supuesto, los apocalípticos planes de Magneto fracasaban. Típico.


Pero en la vida real, pensó el niño, estaría bien que todo se fuera al garete, y más cuando el mundo dejaba de tener sentido, cuando él podía oír, a lo lejos, en la distancia impenetrable de los eones, cómo alguna torre simbólica (como en aquel libro de Stephen King que tanto le gustaba su padre) se desplomaba dentro de su alma, modificándole para siempre.


Su padre había muerto. Muerto. Su puerta al mundo, a los deseos y al impulso de hacer algo con su vida, ya no existía. Su padre había muerto a la edad de treinta y cinco años. Y el mundo ya no giró más. Él intentó alcanzar el espíritu paterno poniéndose de puntillas hacia las estrellas, pero fue inútil. En su corazón, en ese órgano cuya función es transportar sangre al organismo, pero que está tan cargado de simbolismo sentimental, estaba irremediablemente roto.


Mientras lloraba lágrimas secas en el desangelado parque, oyó una voz que le llamaba. Se giró para ver el rostro de su madre, veinte años más viejo que hace cinco días. Su madre se sentó a su lado y le preguntó qué quería para cenar. Él comprendió de repente. En su epifanía, entendió que seguiría vivo por ella. Y con ella.

- Pizza, mamá.



Cayetano Gea Martín


miércoles, abril 14, 2010

Una lástima



¿Qué ha sido de las miles de antiguas religiones que poblaban Europa? ¿Qué ha sido de esa hermosa y milenaria tradición mitológica según la cual se articulaban el conocimiento, la filosofía, la sociedad? ¿Qué ha sido de ese impresionante legado cultural de cientos de pueblos?

¿Qué ha sido del dios Lugh y de todo el panteón celta? ¿Por qué Zeus ya no se metamorfosea en toro bravo para preñar a las mortales? ¿Descansará Teiwaz, el dios de la guerra germano, de sus eternas luchas? ¿Celebrarán todavía los ingleses el advenimiento de la primavera de mano de la diosa Eostre? ¿Seguirán luchando Perun y Veles por toda la eternidad o han sido eliminados ya del panteón y la cultura eslava? ¿Seguirá Loki arrojando ramas de enebro sobre el pecho de Balder?

¿Por qué ya no se escucha más que una sola voz en todo el continente? Y encima una voz aburrida, denigrante y enemiga de la naturaleza del hombre, de su concepto de vida, de la energía que recorre nuestros cuerpos, de nuestra habilidad, deseos y posibilidades de trascendencia intelectual. Una religión engreída, intransigente, que promete todo y que no cumple nada.

Una cosmogonía intolerante, fea y aburrida, y además carente de sentido práctico. Una especie de trasunto mundano entre el judaísmo y la infraestructura política y social romana, tomando de aquí y de allá lo que interesa.

Una religión basada en la figura de un sujeto inculto, no formado, como ejemplo de suprema divinidad. Un falso mesías entre tantos otros, sin más pruebas que lo escrito por personas de dudosa veracidad que lo único que querían era perpetuarse en el poder, aunque eso supusiera modificar lo pregonado por su jefe.

¡Y sigue rigiendo el mundo!



Cayetano Gea Martín


martes, abril 06, 2010

La callósida


Dadme, oh vosotras, las nueve divinas musas nombradas por Hesíodo, la habilidad y el raciocinio suficiente para poder narrar, a pesar de mis facultades mermadas por el inclemente paso del tiempo, ya que hace cuatro lunas llenas cumplí la avanzada edad de cuarenta y ocho años, la vida del más famoso de entre nosotros, la noble vida del célebre y siempre recordado Marco Claudio Julio Cayo Tulio Lucio Tito Emilio Augusto Décimo Aurelio Libio Remo Alejandro Antonio Séptimo Mario Craso Octavio Liviano Máximo Callo. Que su nombre permanezca intacto durante centurias, todo él, y que el paso de los evos no haga olvidar de los hombres su memoria.

Pero ¿qué contar de la vida de Marco Claudio Julio Cayo Tulio Lucio Tito Emilio Augusto Décimo Aurelio Libio Remo Alejandro Antonio Séptimo Mario Craso Octavio Liviano Máximo Callo que no sepan ya todos los hombres, mujeres, niños, libertos, esclavos, perros y gatos de todo el imperio romano? Quizá lo obvio, dirán los filósofos estoicos, siempre preocupados por la sencillez y la divinidad de esta vida ingrata y breve. Y es que lo que no sabe mucha gente, ni siquiera los nobles ciudadanos de la eterna Roma, es que Marco Claudio Julio Cayo Tulio Lucio Tito Emilio Augusto Décimo Aurelio Libio Remo Alejandro Antonio Séptimo Mario Craso Octavio Liviano Máximo Callo, al que llamaremos Callo para abreviar, y por ser el sobrenombre con el que era conocido, admirado y querido por su pueblo; lo que no sabe mucha gente, infiero, es que Callo era un hombre humilde.

Oh, Aurora, la de los rosados dedos, no permitas que mi pluma se detenga ahora, a pesar de lo avanzado de la hora, que ya te veo asomar por las celosías alumbrando al hombre mortal, y a pesar de mi cuerpo abotargado, que necesita con urgencia dar por el culo a algún hermoso efebo traído de Atenas. Dadme la fuerza de voluntad necesaria para acometer mi relato, te lo ruego, y aleja de mí la sombra lúdica de los placeres de la carne. Por lo menos, durante un rato.

Decía, antes de tener que aliviar mis impulsos mediante el acto de Onán, que ha resultado patético debido a mi avanzada edad, decía, pues, antes de ser interrumpido por mi fisonomía, que Callo era un hombre humilde. Y no es que lo diga yo, o los que tuvimos la gran suerte de conocerle, si no que él mismo hacía alarde de humildad. Más que nada, porque era pobre de solemnidad y no tenía un sestercio. Vivía dentro de un vaso canopo en la calle y se alimentaba a base de las flemas que expectoraban los viandantes. Diógenes era un estómago agradecido comparado con él.

Pero, eso sí: consiguió que todo el mundo se acuerde de él por tener el récord de ser el ciudadano de Roma con el nombre más largo.



Cayetano Gea Martín



miércoles, marzo 31, 2010

Mario Benedetti - Pedro y el Capitán


Pedro y el Capitán es uno de mis libros favoritos desde hace tiempo ya, desde que mi amigo y cofundador de este blog me hizo saber de la existencia de un escritor uruguayo universal llamado Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, o Mario Benedetti para los amigos.

Pedro y el Capitán es un drama teatral en cuatro actos, y que se lee en media hora, poco más. Los cuatro actos son un diálogo entre Pedro, un torturado, y el Capitán, su torturador, que intenta, por todos los medios posibles, extraer información de Pedro.

Según va transcurriendo la obra, Pedro va sufriendo severas palizas entre acto y acto, al negarse a proporcionar cualquier tipo de información al Capitán. Por otra parte, el Capitán, cuyo deterioro responde a otras causas, ante el soliloquio de Pedro admite de manera indirecta su sentimiento de culpabilidad y suplica a Pedro que le proporcione siquiera un dato sobre los sujetos que debía delatar, un solo dato que le permita justificar su cruel curso de acción y salvarse de sí mismo.

De ahí la moraleja que se extrae del libro: ¿Quién tortura a quién? ¿Quién sufre más? ¿Pedro, por su evidente castigo físico? ¿O el Capitán, que ve cómo sin una justificación válida no es más que lo que es, un simple y sencillo matarife?

En resumen, un libro sencillo, ágil, rápido y necesario. Como dice Pedro (el cofundador de este blog, no el protagonista del libro), habría que recomendar esta obra para los adolescentes, en vez de obligarles a leer cosas que o bien no entienden o que resultan estúpidas del todo.

Qué gran libro es éste.


Mario Benedetti - Pedro y el Capitán.

Alianza Editorial. Biblioteca de autor.

96 páginas. 6,75€.



Cayetano Gea Martín



domingo, marzo 28, 2010




En el kilómetro quince de la carretera comarcal C-2342, nada más pasar un recoleto prado plagado de bucólicas y defecantes vacas, se encuentra un pozo de los deseos de lo más turístico y especial. Es un pozo para olvidar: cualquier pensamiento del cual queramos desembarazarnos, no tenemos más que arrojarlo dentro del negro túnel para que desaparezca.


Existen, no obstante, unas normas bien especificadas en un cartel sito al lado del pozo. Básicamente, se recuerda a los señores olvidantes que sólo podrán hacer uso del mágico artilugio una vez al año, más unas cuantas y aburridas directrices del gobierno.


Yo lo probé hace unos meses. Lo malo es que, al olvidar algo, al no recordar nada de ello, no sabes el qué has olvidado; y por tanto, no sabes si realmente funciona.


En fin, me despido, imaginaria mujer, sin tener ni puta idea de quién eres.



Cayetano Gea Martín


martes, marzo 16, 2010


Juan José es un sujeto extraño, muy extraño. Aunque nadie sabría decir a ciencia cierta en que consiste su extrañeza. Pero, eso sí, todos coinciden en que es un tipo raro. Raro de cojones.

Cada vez que decide marcharse a casa, por ejemplo, después de una dura jornada laboral o de haber estado tomándose unas cañas con sus conocidos (porque nadie le considera amigo); todos los presentes comienzan a comentar lo rarito que es el tío, y el mal rollito que les da a todos.

Pero fijémonos bien en él. Aparentemente, no tiene nada de especial. Resulta de lo más corriente y moliente. Treinta y cinco años, funcionario de correos, con algo de sobrepeso, carácter pasivo, calva incipiente y mirada aburrida. Uno se lo imagina los fines de semana con su bocata viendo un partido, o sacando al perro. El típico vecino al que dices buenos días y poco más. Hola vecino, qué tal, paseando al perro, ¿eh? Parece que al final va a refrescar, etc. Y punto.

Por eso resulta sorprendente el que a la gente le parezca tan raro alguien tan insípido. Y no es que sea tampoco demasiado introvertido, nada de eso. Sabe contar chistes y palmear espaldas, se arranca siempre a bailar en las bodas y hace el amor con su mujer dos veces al mes. Tres, si coincide con su cumpleaños o con el de su señora.

Tampoco se explica en el plano social. Juan José paga sus impuestos, su hipoteca y sus entradas de cine. Tiene dos hermosos niños, chico y chica, que son la alegría del hogar. Sus padres vienen a verle cada dos semanas y siempre traen algún detallito para sus nietos. Ayuda a su mujer a colgar las cortinas. Y sabe imitar, con mayor o menor éxito, a Chiquito de la Calzada.

Entonces, ¿por qué resulta tan extraño? En un mundo de gente como él, de seres anodinos y que no saben hacer nada aparte de carantoñas idiotas, ver la tele y engendrar más criaturas insulsas, ¿por qué todos le señalan y se apartan ante su rareza inexistente? ¿Será porque él les recuerda lo patéticas que son sus desaprovechadas vidas? ¿O será, sencillamente, maldad bovina?



Cayetano Gea Martín



sábado, marzo 13, 2010

Jorge Luis Borges - El Aleph


Cuando uno se refiere a los libros que han marcado su vida, su forma de ser, y su propia visión del mundo, es decir, sus libros sagrados, siempre resulta muy complicado hacerlo. Es muy fácil perderse y dejarse llevar por sentimentalismos baratos. Pero es que resulta para mí muy jodido hablar de este libro sin caer en subjetividades. Más que nada porque, junto con cuatro o cinco más, este pequeño libro de relatos cortos (junto con Ficciones) me define bastante como ser humano y como racional criatura que vive para leer.

Digamos que, el bueno de Borges, me ha parecido siempre alguien fuera de este mundo, con sus pros y sus contras. La ventaja, que, a diferencia de Cortázar, sus relatos, ensayos y opiniones no tienen fecha de caducidad. Borges es literatura… Y la literatura es Borges. Resulta tan increíble que, cuando me leo una antología de la literatura griega clásica, una novela de Camus o La divina comedia; tengan un prólogo del ínclito argentino. Este hombre no descansaba nunca y tenía una de las visiones más globales, completas e inteligentes acerca de la literatura que se puede encontrar.

El Aleph reúne algunos de sus más famosos y aclamados cuentos, entre los que destaco muy especialmente el relato que da nombre al libro. Posiblemente, nos encontremos ante el mejor cuento jamás escrito (con permiso de En memoria de Paulina, por supuesto), o uno de ellos, como mínimo. La idea, la profunda metafísica que encierra el relato está más allá de los confines del hombre y de nuestra limitada capacidad de comprensión. No es un relato: es un manual de estilo y para la vida.

Me resulta imposible resumir su idea, hablar de qué va El Aleph. Para mí es algo tan personal e intransferible como mi propio ser. Es más, ni siquiera espero que lo leáis, y no me importa si lo habéis hecho o no. El Aleph fue escrito por el mayor genio argentino para mí, como lo fue en su día El Quijote.

Os dejo con el párrafo final del mismo, que, al sacarlo de contexto y de la sensación de irrealidad que produce el leer el cuento de un tirón, no tiene significancia ninguna, salvo que me parece maravillosamente bien escrito por su concepción poética de la realidad.

“¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz”.


Jorge Luis Borges - El Aleph

Alianza Editorial. Biblioteca Borges

208 páginas. 8,00€



Cayetano Gea Martín



martes, marzo 09, 2010

El coronel


El coronel Santiago Díaz de Celada es un hombre con dos cojones, además de un santo varón equipado con una fuerza sobrehumana. Sus hombres respetan sus decisiones como si proviniesen del mismísimo Dios en persona. Y es que el que no lo hace se arriesga a recibir un severo castigo por parte del coronel.

El recluta Marcos Garrido Tendero no se cuadró delante de él y Díaz de Celada le calzó tal hostia que tuvieron que recomponerle la cara a base de clavos de hierro que sujetaran su mandíbula, fragmentada en dieciocho partes.

El coronel Santiago Díaz de Celada posee un vigor y un poder inusitados para un hombre de su edad. También es cierto que su castidad, el coronel es virgen y tiene pensado morir siéndolo, hace que sufra de un exceso de acumulación energética. También sufre dos hermosos cuernos por parte de su querida esposa, pero no divaguemos.

Se recupera en su casa el cabo Pedro Miguel Dicto Ojeroso tras haber perdido el ojo izquierdo. Estaba en la cantina haciendo referencias jocosas sobre los cuernos del coronel cuando el susodicho entró de súbito, se acercó a él y le incrustó el dedo índice en la cuenca de su ojo. Arrancó el globo ocular y se lo comió, mientras el cabo se desmayaba a sus pies.

Ya desde pequeño Santiaguito destacaba por encima de los demás: era increíblemente estúpido e increíblemente fuerte. Sus padres, católicos hasta la médula, achacaban la fuerza de su hijo a una intervención divina, como si el mismísimo Dios hubiera insuflado parte de su fortaleza eterna dentro del cascarón vacío que era su hijo.

El soldado de primera Carlos Segundo Tejero nunca olvidará al coronel en toda su vida. El primer día en que comenzó su instrucción militar, recibió de parte del coronel un puñetazo en la cabeza por llevar el pelo excesivamente largo. A resultas del golpe, Carlos perdió todos los dientes y la lengua, sufrió rotura de cráneo y del hueso palatino, y su nariz estalló en cuatro partes.

El caso es que, sea cual sea la razón de su fuerza, el coronel Santiago Díaz de Celada se metió a militar, como no podía ser de otra manera. Su padre, Don Pedro Díaz Porfirio era comandante en jefe del ejército de tierra. Y, a pesar de las cortas luces de su hijo, la combinación de fuerza bruta de éste más el enchufe paterno, permitió el meteórico ascenso de Santiago.

Si pudiera recordar quién es, si no fuera un mero subnormal por culpa del coronel, es seguro que el recluta Nelson Rodríguez se cagaría en la puta madre que parió a Santiago. En su primer día de servicio, el recluta voló tres pisos al ser empujado por el coronel, por el mero hecho de ser sudamericano. El traumatismo cráneo-encefálico resultante dejó a Nelson idiota y en coma para siempre.

Hoy el coronel Santiago Díaz de Celada cumple sesenta años. Sus subalternos le han preparado una pequeña fiesta en la cantina del cuartel, a la que acudirán todos los que puedan, incluidos aquellos que puedan moverse a pesar de las hostias que su superior tiende a repartir a diestro y siniestro. Ninguno de ellos se perdería el cumpleaños del coronel de este año. Por nada del mundo.

El soldado raso Juan José López Restante aún no sabe cómo acabó con la cabeza incrustada dentro del inodoro. Mientras se repone en la enfermería del cuartel sólo consigue vagamente recordar que aquella mañana el coronel le pilló encendiéndose un pitillo. Y todos saben que Díaz de Celada es un gran enemigo del tabaquismo.

El coronel Santiago Díaz de Celada acude a la cantina. Allí se encuentran toda la panda de hijos de la gran puta y de inútiles que componen su batallón. Mierda de cuartel. Míralos: lisiados y gilipollas en su mayoría.

-¿Qué cojones hacéis todos aquí? -Increpa el coronel a los militares.

-Estábamos esperándole, mi coronel -Responde el cabo Pedro Miguel Dicto Ojeroso, que perdió el ojo izquierdo a manos de su superior.

-¿Esperándome para qué? ¿Para que os calce otra hostia? -Contesta entre risas y a viva voz el coronel.

-No, señor. -Ahora es Marcos Garrido Tendero el que habla, con dificultad, eso sí, debido a los hierros que mantienen juntos los fragmentos de su mandíbula. -Estamos aquí para invitarle a una copa por su cumpleaños, su usted nos da la venia, señor.

-Un gesto que os honra, pandilla de maricones. -Responde Santiago Díaz de Celada. -Después de todo lo que he hecho por vosotros, me parece lo mínimo.

-Eso mismo pensamos nosotros, mi coronel. -Comenta con gesto adusto Juan José López Restante, a la vez que tiende hacia Santiago un pequeño vaso con ginebra.

El resto de los reclutas, soldados rasos, soldados de primera, cabos y sargentos, más de treinta militares en total, alcanzan un vaso cada uno también.

-¡Brindamos por usted, mi coronel! -Claman todos a la vez. -¡Salud!

-¡Salud, señores! -Grita con su potente voz el coronel Santiago Díaz de Celada, y se bebe el contenido del vaso de un trago, con dos cojones.

Es el único. Nadie más bebe y nadie más se mueve.

Salvo el soldado de primera Carlos Segundo Tejero, al que el coronel hundió la cabeza de un puñetazo brutal. Carlos, que se había colocado detrás de su superior, introduce rápidamente, mientras Santiago apura el chupito de garrafón, una lagartija en los pantalones de éste.

-¿Qué cojones…? -Acierta a decir el coronel, mientras se lleva la mano al culo. La lagartija, muerta de miedo, intenta huir recorriendo el grueso cuerpo de Santiago, aprisionada en el traje caqui de éste. Los congregados se descojonan de la risa. Pero el soldado Carlos permanece serio, expectante.

Tras un par de minutos, la desdichada lagartija decide descansar un segundo sobre la ingle del coronel. Éste sonríe.

-Ya te tengo, hija de puta. -Clama, alzando el puño. Todos contienen la respiración. “No puede ser, lo va a hacer”, piensa Carlos.

El coronel, utilizando toda su descomunal fuerza, descarga su puño sobre la lagartija. Varios chorros de sangre brotan de la entrepierna de Santiago. Su puño se ha incrustado dentro de su pelvis, destrozando todo a su paso. Saltan por los aires restos de pene, vejiga y testículos, que caen sobre el sucio suelo de linóleo haciendo chof. El coronel cae también, muerto, con un rictus de estúpida sorpresa dibujado en su rostro bovino.

Ahora sí, todos los presentes brindan.

En el hospital clínico San Carlos, Nelson Rodríguez sigue en coma profundo. Una enfermera se acerca para cambiarle la botella de suero. Se fija en el rostro del paciente. Parece que sonríe.



Cayetano Gea Martín



viernes, marzo 05, 2010

Antología de la literatura griega


Casi me da miedo afirmar que una de mis pasiones es el griego, más que nada por lo mal que suena y porque acudirá raudo Alfredo a hacer el chiste. Pero me refiero a la literatura, obviamente… Aunque otros cauces tampoco me parecen punibles, pero divago.

Hace poco me compré y leí este libro estupendo. Se trata de una antología muy variada que ofrece una amplia selección de textos de muchísimos autores y géneros, desde la épica homérica a los primeros novelistas helenísticos, pasando por los líricos, los trágicos, los historiadores, los filósofos, los comediógrafos, los oradores y diversos autores que tratan las primeras ciencias de nuestra civilización. En conjunto, son muestras de un periodo de más de un milenio. A muchos de estos autores ya los conocía, pero otros han sido una maravillosa sorpresa, la verdad.

Siempre he sido un gran admirador de los clásicos griegos. Me encanta leer literatura arcaica y descubrir que no hemos cambiado en tres milenios, que nuestra forma de ser y nuestra civilización proviene de aquellos maravillosos dioses paganos, con su cosmogonía mucho más amena y lógica que el monoteísmo de baratillo que se impuso después y que aún seguimos sufriendo.

¿Existe una carencia espiritual en occidente, como afirman los malintencionados cristianos para seguir justificando sus chorradas supersticiosas? ¿O más bien es que los cristianos eliminaron cualquier otro tipo de metafísica en Europa y que ahora, cuando el número de creyentes baja en nuestro continente cada vez más, nos encontramos vacíos? La solución podría ser volver a nuestras fuentes originales, a lo que nos define como cultura mediterránea.

Prefiero Homero a Cristo, como ya he comentado alguna vez. Resulta aleccionador en lugar de alienante. Sorprende ver cómo la sociedad griega tiene más puntos en común con nosotros que la cristiana, y cómo ésta es y ha sido mucho más reaccionaria e involutiva que sociedades supuestamente más primitivas.

La sabiduría que se destila de los poemas, relatos, dramaturgias y sofismas sitos en este libro resulta balsámica y mucho más cercana al ser humano que las éticas castradoras de la libertad y negadoras de la naturaleza del hombre, como la católica o la judía. Además, claro está, de que en el mundo griego arcaico había autores paganos, ateos, escépticos, epicúreos, e incluso judíos, por lo que no había una sola visión de la realidad.

Y para muestra, un botón: Safo de Lesbos, poetisa. La distancia que nos separa de ella es de dos mil seiscientos años. Con ella os dejo. Y que ustedes disfruten de los clásicos. Merece la pena.


Lo más bello que hay en la oscura tierra es lo que uno ama. Pero ya se ocultó la luna y las Pléyades. Promedia la noche. Pasa la hora. Y yo duermo sola.



Antología de la literatura griega - Recopilación llevada a cabo por Carlos García Gual y Antonio Guzmán.

Clásicos de Grecia y Roma de Alianza Editorial.

495 páginas. 12,85 €



Cayetano Gea Martín



martes, marzo 02, 2010

Citas de Gandhi



Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.

La violencia es el miedo a los ideales de los demás.

Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio.

No hay camino para la paz, la paz es el camino.

Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible.

Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga.

Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.

Realmente soy un soñador práctico; mis sueños no son bagatelas en el aire. Lo que yo quiero es convertir mis sueños en realidad.

No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna.



Cayetano Gea Martín



sábado, febrero 27, 2010

Juan Eslava Galán - Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie


Juan Eslava Galán siempre ha sido uno de mis autores favoritos, por numerosos motivos, pero sobre todo por su erudición admirable y castellana. Como autor de ficción, sus libros reflejan momentos del pasado con todo lujo de detalles, tanto a nivel lingüístico como de rigor histórico. En busca del unicornio es uno de los libros más divertidos y a la vez mejor escritos que me he leído jamás. Lo mismo sucede con El comedido hidalgo, que nos narra la vida de Cervantes en Sevilla.

El primer libro que me leí de él como no ficción ha sido el mejor libro acerca de la historia española que me he leído jamás: La historia de España contada para escépticos (gracias, Eloy), altamente recomendable para todos aquellos que quieran conocer la historia de este país desmitificándola del todo.

El libro que hoy nos ocupa, Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie, sigue la misma línea que su predecesor, esto es, rigor histórico, castizo sentido del humor y anécdotas que sirven para construir la historia.

De todo el anecdotario que puebla el libro, mi favorita siempre ha sido la de "Unamuno versus Millán-Astray" en la Salamanca recién ocupada por el bando nacional. Paso a resumirla para aquellos que no la conozcan:


El 12 de octubre de 1936 en la Universidad de Salamanca se produjo un altercado entre Millán-Astray y Miguel de Unamuno, al que habían asistido diversas personalidades con motivo de la celebración de la Fiesta de la Raza.

Lo que sucedió es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado pronuncia un discurso en que ataca violentamente a Cataluña y al País Vasco, calificándolas como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos."

Alguien grita entonce el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: "¡España, una, grande y libre!". Después un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared.

Miguel de Unamuno, que presidía la mesa, se levanta y dice: "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo, -dice Unamuno señalando al arzobispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor."

En ese momento Millán-Astray exclama irritado "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!", aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara: "¡No, viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!".

Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."



Juan Eslava Galán - Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie

Editorial Planeta. Divulgación histórica.

376 páginas. 9,95 €



Cayetano Gea Martín