Maxence Fermine es un autor relativamente joven que ha escrito un gran libro y un libro muy decepcionante. Prefiero pensar que es un buen escritor que tuvo una mala idea, a pensar que es un mal escritor que tuvo una buena idea (cosas del optimismo).
El gran libro al que me refiero es uno de los que figura en el título de este artículo (siempre es mejor referirse a lo agradable que a lo desagradable): Nieve es una hermosa novela corta escrita al estilo oriental (muy influenciada por el haiku), con oraciones breves pero con un alto contenido simbólico, que se deslizan como si de una letanía se tratase. Este estilo es indispensable para comprender lo que se narra, digamos que es una de esas obras que son como una esfera, en la que nada escapa porque son construcciones casi perfectas.
La novela narra la historia de un joven japonés que es poeta y pintor y todas sus obras giran en torno a la nieve. Un día le visita un poeta de la corte y alaba sus obras pero le dice que en ellas falta color y que sólo conoce a alguien que pueda adiestrarle en el uso de los colores, un anciano maestro que es ciego. Prefiero no desvelar el resto de la trama, en la que figura una historia de amor muy del estilo épico que gusta a los orientales (y que tanto nos gusta a nosotros cuando lo descubrimos). La narración y su estilo recuerdan a otra obra quizás más conocida de Alessandro Baricco titulada Seda. Imagino que Maxcense Fermine sabrá de su existencia.
Y por otro lado se encuentra Opio, otra obra de este mismo autor que desmerece por completo a la primera. Intenta emplear el mismo estilo para una historia que tal vez no lo precise. El lenguaje que emplea Fermine, y los diálogos que se suceden, así como algunas de las metáforas que contiene el texto, son más bien ramplonas y sencillas, de folletín más que de novela seria. La trama es más o menos sencilla y no demasiado original: un hombre que viaja a China para conocer los secretos del té y allí se enamora de una mujer que está atada supuestamente a un gran productor de té en China que finalmente no existe porque es ella misma. Aparte de lo ya explicado en cuanto al estilo, el contenido de la obra es más bien pobre. De hecho, pasa casi de puntillas por las guerras del opio (la novela se desarrolla justo en ese momento), es poco creíble que una mujer sea la propietaria de la mitad de las plantaciones de toda China en el siglo XIX (incluso me parecería raro que lo fuese hoy día, no por falta de valía sino por sexismo puro y duro), y las escasas informaciones que se dan sobre el té y el opio parecen insertadas con un calzador, de cualquier manera. Vamos, que esta novela no me ha gustado nada, nada.
Pero no quiero terminar sin volver sobre Nieve, cuya lectura recomiendo fervorosamente, así como la ya mencionada Seda, de Alessandro Baricco. No os arrepentiréis.
El gran libro al que me refiero es uno de los que figura en el título de este artículo (siempre es mejor referirse a lo agradable que a lo desagradable): Nieve es una hermosa novela corta escrita al estilo oriental (muy influenciada por el haiku), con oraciones breves pero con un alto contenido simbólico, que se deslizan como si de una letanía se tratase. Este estilo es indispensable para comprender lo que se narra, digamos que es una de esas obras que son como una esfera, en la que nada escapa porque son construcciones casi perfectas.
La novela narra la historia de un joven japonés que es poeta y pintor y todas sus obras giran en torno a la nieve. Un día le visita un poeta de la corte y alaba sus obras pero le dice que en ellas falta color y que sólo conoce a alguien que pueda adiestrarle en el uso de los colores, un anciano maestro que es ciego. Prefiero no desvelar el resto de la trama, en la que figura una historia de amor muy del estilo épico que gusta a los orientales (y que tanto nos gusta a nosotros cuando lo descubrimos). La narración y su estilo recuerdan a otra obra quizás más conocida de Alessandro Baricco titulada Seda. Imagino que Maxcense Fermine sabrá de su existencia.
Y por otro lado se encuentra Opio, otra obra de este mismo autor que desmerece por completo a la primera. Intenta emplear el mismo estilo para una historia que tal vez no lo precise. El lenguaje que emplea Fermine, y los diálogos que se suceden, así como algunas de las metáforas que contiene el texto, son más bien ramplonas y sencillas, de folletín más que de novela seria. La trama es más o menos sencilla y no demasiado original: un hombre que viaja a China para conocer los secretos del té y allí se enamora de una mujer que está atada supuestamente a un gran productor de té en China que finalmente no existe porque es ella misma. Aparte de lo ya explicado en cuanto al estilo, el contenido de la obra es más bien pobre. De hecho, pasa casi de puntillas por las guerras del opio (la novela se desarrolla justo en ese momento), es poco creíble que una mujer sea la propietaria de la mitad de las plantaciones de toda China en el siglo XIX (incluso me parecería raro que lo fuese hoy día, no por falta de valía sino por sexismo puro y duro), y las escasas informaciones que se dan sobre el té y el opio parecen insertadas con un calzador, de cualquier manera. Vamos, que esta novela no me ha gustado nada, nada.
Pero no quiero terminar sin volver sobre Nieve, cuya lectura recomiendo fervorosamente, así como la ya mencionada Seda, de Alessandro Baricco. No os arrepentiréis.
Pedro Garrido Vega.
1 comentario:
Vete haciendo la lista, pues, de los que me tienes que ir regalando para mi cumple que viene, jejeje...
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