jueves, octubre 28, 2010

A veces opino lo mismo.


lunes, octubre 25, 2010

Justicia.

Para ti es fácil. Te sientas. Esperas. Decides. Tú eres quien antecede a las consecuencias. Si decides dar tu consentimiento entonces nos vamos a la cama y, con suerte, si ese día tengo la inspiración atlética pasas un buen rato, mientras que para mí es un sueño, como una hazaña. No sabes lo que es esto. Tenerte delante, sentirte como algo intocable, un trofeo o una final de un campeonato, o algo así, y yo el insignificante bicho al que puedes aplastar con un parpadeo. En ocasiones he pensado que es suficiente con que no me mires con desagrado. Yo me siento y lo único que intento es no parecer un estúpido. Me fumo dos o tres cigarros y me bebo un par de cafés, pero lo único que hago durante todo ese tiempo es sentirme un estúpido. Lo único que intento es no parecerlo, o al menos, que no notes que me siento como tal. Jugamos diferentes juegos. Para mí es ya un hito el poder sentarme frente a ti con un café y dirigirte siquiera la palabra. Mientras tanto tengo la certeza de sentirme inferior a ti en todo. Pero no te alarmes porque eso no es malo, es sólo la constatación subjetiva de que eres tú quien tomas las decisiones. Ante las mujeres bonitas,...,déjame terminar, ante las mujeres bonitas no sé qué decir, parezco un imbécil que no encuentra su momento, que sólo dice palabras inconexas, sin sentido. Me intimidas, me haces sentir una cosa inservible que sólo puede aspirar a oler tu perfume. Lo haces de forma inconsciente pero eso no evita que yo me sienta así, que muchos otros se sientan así. Te parecerá que es el discurso de un perdedor, de alguien que tiene la estima a la altura de las colillas que pisa. Y aciertas. En realidad, si te soy sincero, es más fácil ser así. Es más seguro. Es la única forma de evitar frustraciones. Las ilusiones, a la larga, sólo crean insatisfacción. Y no es verdad que el no tener ilusiones haga que la vida valga menos. En mi caso, La Odisea vale más que unos cuantos polvos con una rubia. Mucho más. Y, ¿sabes otra cosa, ahora que por fin escupo esto? El sentirme un estúpido al hablar contigo me hace ser ateo. No necesito plantearme cuestiones científico-teológicas ni dejarme la vida en silogismos. Es sólo que el mundo no es justo, ergo Dios no existe, o al menos, no ese Dios bondadoso y justo que defienden los cristianos de buen corazón. Los niños que mueren de hambre, o los muertos inocentes en las guerras, o las mujeres violada. Esas son injusticias, pero son ese tipo de injusticias que están bien vistas, las que producen compasión, las que son políticamente correctas. Pero no se percibe como injusticia que yo me sienta estúpido hablando delante de ti, que lo único que pueda hacer es sentarme delante, mirarte un rato, despedirme de ti y hacerme una paja esta noche rememorando esta media hora, una hora a lo sumo. No pongas esa cara, en el fondo lo sabes, pero tampoco puedes hacer nada por evitarlo. No te aflijas por ello. Porque, mientras tanto, otros van por el mundo quitándose a mujeres como tú de encima, como si fuerais juguetes inservibles. Eso es lo que hace injusto este mundo. Si al menos todos nos sintiésemos igual de estúpidos. Pero no. El problema es que así seguiremos siempre. Tú me harás caso ahora durante un rato, quizá toda la noche, pero al final, en una semana o un mes te irás con el rubio que conociste la otra noche porque yo te aburriré con esta mentalidad perdedora que se resigna a las injusticias. Y tarde o temprano, te darás cuenta de ello, por lo que pretendo ahorrarte los pasos intermedios, para permitir que nuestras vidas sigan como hasta ahora, sin golpes bruscos, dejándose llevar por esto que hemos creado entre todos. En el fondo, sabes que tienen que existir tipos como yo para existan mujeres como tú. De un modo un tanto extraño nos necesitamos para desempeñar nuestros papeles Es algo inexorable. Y, por eso, lo mejor es aceptarlo. Cuanto antes mejor, sin excusas. Y dedicarse a otra cosa, a vivir, sin volver la vista atrás porque si no estás perdido. Por eso no te puedo decir que te quiero, que me quiero acostar contigo. Digamos que sería lo políticamente correcto que lo dijese y que se cumplieran los finales felices de las películas en las que el marginado se tira al final a la modelo, pero no sería justo detener así el devenir lógico las cosas. En el fondo, todo seguirá estando como está. Pero no, tú te empeñas. Al final me dirás que tenemos una buena relación y que preferirías seguir como antes, cuando nos veíamos para tomar un café y hablar un rato. Por eso no quiero acostarme contigo, porque no cambiaría nada, tal vez contribuiríamos a crear más entropía en el universo, como si no hubiese ya suficiente. A los dos días te cansarás de mí y yo seguiré siendo este energúmeno que sólo queda contigo para flagelarse, como si necesitase esta penitencia semanal. Y tal vez sea así. Desde un punto de vista un poco retorcido eres como esa muela que duele un poco y por la que uno se pasa lentamente la lengua, sintiendo un pequeño dolor agradable, suficiente, sin llegar a lo insano, pero agradeciendo ese pequeño sufrimiento. Irme contigo a la cama sería romper con eso, sería darme la oportunidad de volver a la ilusión y, por tanto, al desengaño posterior porque sabes, como yo, que lo habrá. Pero si aún sigues queriendo que nos acostemos, vamos pues. Demostrarás que no has entendido nada de lo que te he dicho...o tal vez todo.

martes, octubre 19, 2010

Tiempo.

No soy ya el que fui, ni seré el que soy. Cuando fui, te amé de forma inconsciente y utópica desde una intuición amorosa y un desconocimiento de tu existencia que me acompañaron en cada uno de mis sucesivos yoes. Cuando soy, te amo desde lo que conozco, desde mi memoria y la tuya y la conciencia de tenerte aquí, delante, amándome como te amo yo a ti, compartiendo el hoy. Cuando soy intento ser otro para vernos desde fuera y salir del embelesamiento de lo definitivo. Cuando sea, te amaré del mismo modo que lo hice cuando tomé conciencia de lo que era el amor, cuando tu implacable idea se asentó en mí para no escapar más, cuando tu mano se posó por primera vez sobre la mía.

Venzo así al tiempo con la eternidad, pues es tal vez la única forma de hacerlo.

miércoles, octubre 13, 2010

Por ésto me gusta la ciencia y soy ateo.

Si un día veo a un cura hacer lo que han hecho estos me quito el sobrero:

http://www.nature.com/nature/journal/v467/n7317/full/nature09474.html

Para los que no sepan inglés sólo decir que tres de los cuatro autores se retractan de lo publicado en la revista Nature porque no se fían de los datos que publicaron en su día, incluso a pesar de no poder poner en sus respectivos CVs que han publicado ese trabajo en Nature, que para un científico es como para un jugador de fútbol decir que ha jugado una final de una copa de Europa.

Pues nada, ahí queda eso.

Y los dogmas, dogmas son.

martes, octubre 12, 2010

A propósito de...la literatura francesa.

Francia no ha parido a ningún genio literario a la altura de Cervantes, Dante o Shakespeare pero ha dado lugar, sin duda, al mayor grupo de escritores de talento. Entre ellos están gente tan dispar como Rabelais, Pascal, Voltaire, Proust, Balzac, Zola, Apollinaire, Mallarmé, Hugo, Dumas, Verlaine, Rimbaud, Verne, Roussell, Jarry, Robbe-Grillet, Queneau, Perec, Duras, Quignard, Mondiano y muchos otros que no cito. No creo que exista una lista tan extensa de escritores con talento en la literatura de otro país (España podría aproximarse en según qué épocas, pero presenta lagunas, a veces muy prolongadas). Las causas de esa acumulación de talentos me son por completo ajenas. Es verdad que la cultura francesa siempre se ha distinguido del resto. Crearon la Ilustración y le cortaron la cabeza a un rey y para mí eso ya es suficiente. Se alejaron de otros movimientos, como del romanticismo que surgió precisamente en oposición al anterior y que, para mi gusto, dio lugar a muchos más escritores malos que buenos (sí, es verdad, como en todas las épocas, pero en esta esa especialmente, aunque no daré nombres para no herir susceptibilidades).


Los franceses han tenido casi siempre una conciencia social que otros países no han tenido o, al menos, no han sabido expresar convenientemente. Lo más parecido a Balzac o Zola que se me ocurre es Clarín o Pérez Galdós y, con todos los respetos, creo que no se acercan a ellos, a pesar de ser dos buenos escritores. Al fin y al cabo, un pueblo que se atreve a pasar por la guillotina a un rey, no es mal pueblo. Ya nos hubiese venido bien a nosotros pasar a más de uno por la guillotina, rey o valido.

Los franceses, sobre todo en el siglo XX estuvieron siempre en el límite de la vanguardia. Fueron casi siempre pioneros. Surgieron otros movimientos, los beatnik, los cambios en la novela introducidos por Joyce o Kafka o el boom latinoamericano, pero incluso algunos de ellos se gestaron más en Francia que en sus propios países o culturas de origen. Francia siempre ha atraído a los intelectuales. Se dan allí las condiciones para que surjan las vanguardias. ¿Cuáles son esas condiciones? Me gustaría saberlas. Creo que a veces es simplemente producto de juntar a mucha gente con talento bajo un mismo techo. Y así surgieron el modernismo (aunque este movimiento creo que es, seamos justos, mucho más amplio), el surrealismo (ese sí, puramente francés y con disputas puramente francesas), la nouveau roman (desconozco por qué sólo se habla de ella en los círculos literarios, cuando a mí me parece interesantísima) o el movimiento Oulipo (integrado en su mayor parte por franceses aunque con vocación de ser movimiento internacional). Hoy cuentan con escritores de talento un tanto inclasificables como Quignard, Nothomb o Pennac, si bien siempre contaron con algunos de ellos (¿dónde situar a Valery?¿Y dónde a Duras?

A veces las disputas geográficas y políticas ciegan nuestros sentidos lectores (son cinco, los mismos que nos permiten movernos por el mundo) y obviamos las literaturas de otros países, sin tener en cuenta que ellos también escriben y que, nos guste no, a veces lo hacen mejor que nosotros. No es, sin embargo, una cuestión de comparar unas literaturas con otras, sino de disfrutar lo mejor de cada una. Estas líneas pretendían tan sólo enfatizar lo que merece la pena de nuestros vecinos.

Otro día hablaremos de Portugal.

lunes, octubre 04, 2010

A propósito de...Daniel Pennac.

Me gustaría suscribir estas palabras:

“Desde el momento en que se plantea el problema del tiempo para leer, es que no se tienen ganas. Pues, visto con detenimiento, nadie tiene jamás tiempo de leer. Ni los pequeños, ni los mayores. La vida es un obstáculo permanente para la lectura.
-¿Leer? Ya me gustaría, pero el curro, los niños, la casa, no tengo tiempo...
-¡Cómo le envidio que tenga tiempo para leer!
¿Y por qué ella, que trabaja, hace la compra, educa a los niños, conduce su coche, ama a tres hombres, visita al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer, y ese casto rentista soltero no?
El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar).
¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir. Ésta es sin duda, la razón de que el metro- símbolo arraigado de dicho deber- resulte ser la mayor biblioteca del mundo.”
Son palabras de Daniel Pennac en, Como una novela, un ensayo sobre la lectura, sobre cómo fomentarla y sobre cómo disfrutar con ella. Acompañada además de los derechos del lector, como el de saltarse páginas si le viene en gana, dejar un libro a la mitad o releer otro hasta cien veces seguidas.
Pero conocí a Pennac a través de sus novelas sobre el Señor Malaussene y los crímenes que resolvía casi sin enterarse en los diferentes volúmenes de la serie homónima. La novedad en su estilo es el uso de coloquialismos a los que no estamos acostumbrados en la lectura de novelas de intriga. Los casos parecen estar ocurriendo en nuestro propio barrio y los personajes, a menudo excéntricos y muy muy memorables, recuerdan mucho a los de Eduardo Mendoza en la serie de El laberinto de las aceitunas , La cripta embrujada y La aventura del tocador de señoras.
Escribió también Pennac no hace demasiado tiempo otro ensayo, si es que puede llamársele así titulado Mal de escuela. No creo que esté dirigido a profesores, ni a padres de alumnos difíciles, sino a todos en general. Él dice que pretende escribir un libro sobre los zoquetes, esos alumnos que parece que no comprenden nada y que nunca llegarán a nada. Él dice haber sido uno de ellos y finalmente llegó a ser profesor de escuela. En realidad habla sobre los zoquetes, pero también sobre las causas de que existan los zoquetes y de cómo superar esa “zoquetería”. Sabe que nadie es infalible y que habrá algunos alumnos que se queden por el camino, pero conserva ese sentimiento, muy común también entre los médicos, de que con ayudar a un solo niño a salir de su zoquetería, es suficiente recompensa. Critica además en este libro muchos de los estereotipos creados por los medios de comunicación acerca de la juventud y propone fórmulas para que los alumnos se interesen por las materias que estudian. Cuenta el caso de un profesor que cada día leía un fragmento de una obra. Los alumnos escuchaban deseando saber qué ocurriría. Finalmente cada año conseguía que los alumnos no esperasen a ver qué ocurría, sino que ellos mismos buscaban esas obras para lleras en sus casas o le preguntaban al profesor acerca de otras obras del mismo escritor.
Los libros de Pennac siempre están salpicados de humor y de ganas de vivir. Es por eso que me suele agradar bastante leer libros de este autor y se los recomiendo a cualquiera que desee pasar un buen rato entretenido y de buena literatura.

P.G.V.

viernes, octubre 01, 2010

A propósito de...Rodolfo Walsh.


Hace algunos años (éramos unos pipiolos con ganas de revoluciones), yo insistía mucho a Kay con aquello de que los escritores no sólo tenían que saber escribir buenos libros sino además implicarse en la lucha proletaria y la defensa de los derechos de los ciudadanos. Hoy no suscribo esas ideas. Lo que cada uno haga en su tiempo libre es cuestión de cada uno. Es posible que si Borges o Kafka se hubiesen dedicado a esos menesteres no nos hubiesen ofrecido su obra tal y como hoy la conocemos (bueno Kafka ni siquiera lo quiso pero por suerte sus papeles se salvaron del fuego).
A veces, sin embargo, la mejor forma de implicarse en la defensa de los derechos o en una determinada acusación es escribiendo un buen libro. Ya lo hicieron otros, basándose en hechos reales o no. Y entre esos están El otoño del patriarca, Pedro y el Capitán, Ensayo sobre la lucidez, La fiesta del Chivo, El señor presidente o Yo, el supremo.
Rodolfo Walsh digamos que aunaba tanto la parte de denuncia literaria como su implicación a nivel personal en todo lo que significase lucha contra las desigualdades y frente a los gobiernos totalitarios, algo que argentina conoció bastante bien (y otros que estamos a este otro lado).
Conocí a Rodolfo Walsh por sus cuentos policiales. La novedad que aportan es una interesante descripción de los métodos policiales que habitualmente no suele verse en las novelas policiacas. También estos cuentos presentan una trama excepcional. Si no, no serían buenos cuentos policiales. Además, sus personajes están bien trabajados y pronto es fácil identificarse con alguno de ellos.
Pero Walsh tenía otra faceta. La de periodista. Y escribió muy buenos reportajes. Pero sobre todo escribió dos libros excelentes, a medio camino entre la novela y el relato periodístico. Recuerda por momentos a Capote en A sangre fría pero con la excepción de que en este caso el autor sí valora lo que está relatando y se implica en ello. Las dos obras a las que me refiero son ¿Quién mató a Rosendo? y Operación Masacre. Ambas presentan un esquema idéntico, con la presentación de los personajes, seguida de los hechos (el primero, el asesinato de varios sindicalistas a manos de sus propios compañeros, el segundo, el fusilamiento de varios civiles sin razones justificadas) y por último el desenlace de los hechos y un epílogo en el que tratan de enmarcarse los hechos en la historia argentina. Walsh fue protagonista de esos hechos porque los dio a conocer a través de sus artículos periodísticos y se jugó el pellejo por publicarlos. Tanto fue así que acabó acribillado a tiros.
No merece la pena describir los hechos que narran estas novelas. Es mejor leerlas. Comenzaría con Operación Masacre. Durante su lectura aparecen esos raptos de ira que a menudo se hacen presentes con la lectura de muchas de las novelas que he citado al comienzo. Son esas novelas el testimonio de lo que cualquiera puede llegar hacer cuando se le permite acceder a ciertas cotas de poder.
No os lo perdáis. Y si no queréis leer novela-denuncia entonces leed sus cuentos, que son fantásticos.
P.G.V.