La tesis principal de la ambiciosa obra de Puente Ojea, El mito del alma, es que el, según él, denominador común de todas las creencias religiosas, que es la existencia de un alma espiritual (personal o colectiva), con sus atributos de inmaterialidad, inmortalidad e indetructibilidad, es una falsedad.
El principio de la obra tal vez sea el que presenta una mejor estructura y organización y en el que plantea la hipótesis de falsabilidad de Popper (en un contexto de la observación empírica intersubjetiva) y algo que en mi opinión es crucial, y previo, cuando se propone una hipótesis, ya sea haciendo ciencia o en la vida cotidiana: los juicios negativos de existencia son válidos mientras no se demuestre lo contrario, y los juicios afirmativos de existencia deben ser probados por quienes los proponen.
Durante las primeras secciones de la obra Puente Ojea analiza la cosmología planteada actualmente por la física, centrándose en el modelo del Big Bang y, sobre todo en el “momento previo2 al Big Bang, el llamado tiempo de Planck. Algunas de las hipótesis planteadas por los físicos se basan en una existencia previa de energía (alojada en la curvatura de una región del espacio que estuviera completamente vacía de materia o radiación) que aparecería como una fluctuación cuántica “de la nada”. La materia podría entonces aparecer por la conversión del vacuum de energía de curvatura en masa. La teoría de la relatividad, en principio, apoyaría esta hipótesis.
En la sección 5 y siguientes el autor muestra las bases de la teoría de la evolución, no sólo desde la perspectiva de Darwin, sino aportando los valiosos datos de los neodarwinistas. Me gusta este análisis del autor que es ya de sobra conocido pero que es conveniente recordar: según el autor la teoría de la evolución constituyó un golpe mortal para el dogma dela creación divina del ser humano. [...}La tenacísima resistencia a reconocer la decisiva y fundamental verdad del evolucionismo darwiniano se debió al hecho de que no se impugnaban cláusulas más o menos externas o secundarias de la dogmática cristiana- el geocentrismo, la autoría redaccional y cronología de los escritos de la Biblia, etc-, sino la cláusula básica de la fe, a saber: que Dios creó sobrenaturalmente el primer ejemplar de la especie Homo sapiens, de modo directo e inmediato; no como resultado de una evolución milenaria conforme a leyes inmanentes a la propia naturaleza, sino en virtud de la acción milagrosa del Creador.Por supuesto, se trata el tema de la teleología, tan insistente en este punto. Una frase de Dawkins: El universo que nosotros observamos tiene precisamente las propiedades que esperaríamos si, en el fondo, no existe ningún plan, ningún propósito, ningún bien y ningún mal, sino indiferencia ciega y sin piedad.
En las siguientes secciones el libro se torna más complicado y varios capítulos son destinados a explicar principios básicos (y no tan básicos) de mecánica cuántica, en la que he de reconocer que no me desenvuelvo muy bien. Puente Ojea se centra mucho en el concepto de deslocalización de los sucesos cuánticos, proceso en el cual tiene mucho que ver el aparato de medición y que, sin embargo, ha servido a algunos autores para afirmar una interacción de la conciencia humana en esos procesos y dar paso así al misticismo basándose en la teoría cuántica. Sin embargo, no parece haber nada que justifique tal extrapolación pues se daría un salto terrible desde ciertos problemas en la medición (no olvidemos que tratamos de medir procesos cuánticos con aparatos que no lo son) hasta la necesidad de la existencia del alma humana. El lector experto en estas lides puede dirigirse a las secciones 12 a 16 y siguientes. De hecho el autor explica de forma prolija estas teorías porque le servirán para desarmar, con argumentos científicos, algunas de las hipótesis que más éxito tienen actualmente, las hipótesis holistas de conciencias absolutas e interconectadas. Para Puente Ojea (y Victor Stenger, al que cita sin descanso), esta hipótesis no es válida porque para que tales fenómenos fuesen posibles tendrían que violar la teoría de la relatividad. Según esta teoría ninguna partícula puede superar la velocidad de la luz, algo que sería requisito imprescindible en las hipótesis holísticas. Sin embargo, aún no se ha probado experimentalmente la existencia de los tan anhelados taquiones.
A continuación Puente Ojea pasa a tratar el tema que, en mi opinión, es el crucial en esta discusión: el problema mente-cerebro. El autor repasa las tesis de Popper, mucho más filosóficas de científicas (a pesar de contar con la ayuda del Premio Nobel John Eccles) y sitúa la discusión sobre el problema mente-cerebro en el plano en el que la mayoría de los neurocientíficos actuales lo hace: los procesos mentales SON procesos cerebrales. El hecho de que no se haya establecido una conexión entre unos y otros no es óbice para dar rienda suelta a la imaginación paranormal e idear universos de almas para nada conectados con el cuerpo. Se mencionan brevemente algunas de las llamadas facultades psi, que no han encontrado hasta la fecha prueba científica alguna de su existencia y menciona, aunque lo discute poco, el fenómeno místico, del que ya se trató en este blog (ver A propósito de...La conexión divina). En mi opinión el texto en este debate está más orientado a la discusión filosófica que a la científica (no en vano dedica una parte considerable a las tesis dualistas de Platón, Aristóteles, Descartes o Malebranche) y, sin embargo, pasa apenas de puntillas sobre pruebas científicas como son las evidencias de pérdida de funciones cognitivas como consecuencia de lesiones cerebrales, omite los numerosísimos trabajos que últimamente se están realizando con neuroimagen funcional sobre la actividad cerebral o incluso estudios de estimulación eléctrica que se han utilizado, entre otras cosas, para demostrar que el fenómeno místico puede reproducirse si se estimulan determinadas regiones cerebrales.
El lenguaje de Puente Ojea es radical y poco abierto a discusión. Parece sentar cátedra con cada afirmación, aunque no me parece una actitud reprochable. Sus adversarios ideológicos intentan sentar cátedra sin pruebas de lo que afirman. Al menos Puente Ojea acude a evidencias intersubjetivas que no admiten réplica, si bien la interpretación que se hace de las mismas puede variar según cómo se empleen los datos obtenidos. El problema es que muchos tratan de dar saltos excesivamente amplio cuando no pueden hacerlo (seguramente debido a que su idea paranormal es previa a la evidencia científica que podría relacionarse con ésta mínimamente y se aferran a cualquier clavo que encuentran aunque en realidad no tenga nada que ver con lo que ellos desean demostrar).
Esta obra es recomendable para lectores con paciencia, pero también con interés científico y filosófico.
Pedro Garrido Vega.
El principio de la obra tal vez sea el que presenta una mejor estructura y organización y en el que plantea la hipótesis de falsabilidad de Popper (en un contexto de la observación empírica intersubjetiva) y algo que en mi opinión es crucial, y previo, cuando se propone una hipótesis, ya sea haciendo ciencia o en la vida cotidiana: los juicios negativos de existencia son válidos mientras no se demuestre lo contrario, y los juicios afirmativos de existencia deben ser probados por quienes los proponen.
Durante las primeras secciones de la obra Puente Ojea analiza la cosmología planteada actualmente por la física, centrándose en el modelo del Big Bang y, sobre todo en el “momento previo2 al Big Bang, el llamado tiempo de Planck. Algunas de las hipótesis planteadas por los físicos se basan en una existencia previa de energía (alojada en la curvatura de una región del espacio que estuviera completamente vacía de materia o radiación) que aparecería como una fluctuación cuántica “de la nada”. La materia podría entonces aparecer por la conversión del vacuum de energía de curvatura en masa. La teoría de la relatividad, en principio, apoyaría esta hipótesis.
En la sección 5 y siguientes el autor muestra las bases de la teoría de la evolución, no sólo desde la perspectiva de Darwin, sino aportando los valiosos datos de los neodarwinistas. Me gusta este análisis del autor que es ya de sobra conocido pero que es conveniente recordar: según el autor la teoría de la evolución constituyó un golpe mortal para el dogma dela creación divina del ser humano. [...}La tenacísima resistencia a reconocer la decisiva y fundamental verdad del evolucionismo darwiniano se debió al hecho de que no se impugnaban cláusulas más o menos externas o secundarias de la dogmática cristiana- el geocentrismo, la autoría redaccional y cronología de los escritos de la Biblia, etc-, sino la cláusula básica de la fe, a saber: que Dios creó sobrenaturalmente el primer ejemplar de la especie Homo sapiens, de modo directo e inmediato; no como resultado de una evolución milenaria conforme a leyes inmanentes a la propia naturaleza, sino en virtud de la acción milagrosa del Creador.Por supuesto, se trata el tema de la teleología, tan insistente en este punto. Una frase de Dawkins: El universo que nosotros observamos tiene precisamente las propiedades que esperaríamos si, en el fondo, no existe ningún plan, ningún propósito, ningún bien y ningún mal, sino indiferencia ciega y sin piedad.
En las siguientes secciones el libro se torna más complicado y varios capítulos son destinados a explicar principios básicos (y no tan básicos) de mecánica cuántica, en la que he de reconocer que no me desenvuelvo muy bien. Puente Ojea se centra mucho en el concepto de deslocalización de los sucesos cuánticos, proceso en el cual tiene mucho que ver el aparato de medición y que, sin embargo, ha servido a algunos autores para afirmar una interacción de la conciencia humana en esos procesos y dar paso así al misticismo basándose en la teoría cuántica. Sin embargo, no parece haber nada que justifique tal extrapolación pues se daría un salto terrible desde ciertos problemas en la medición (no olvidemos que tratamos de medir procesos cuánticos con aparatos que no lo son) hasta la necesidad de la existencia del alma humana. El lector experto en estas lides puede dirigirse a las secciones 12 a 16 y siguientes. De hecho el autor explica de forma prolija estas teorías porque le servirán para desarmar, con argumentos científicos, algunas de las hipótesis que más éxito tienen actualmente, las hipótesis holistas de conciencias absolutas e interconectadas. Para Puente Ojea (y Victor Stenger, al que cita sin descanso), esta hipótesis no es válida porque para que tales fenómenos fuesen posibles tendrían que violar la teoría de la relatividad. Según esta teoría ninguna partícula puede superar la velocidad de la luz, algo que sería requisito imprescindible en las hipótesis holísticas. Sin embargo, aún no se ha probado experimentalmente la existencia de los tan anhelados taquiones.
A continuación Puente Ojea pasa a tratar el tema que, en mi opinión, es el crucial en esta discusión: el problema mente-cerebro. El autor repasa las tesis de Popper, mucho más filosóficas de científicas (a pesar de contar con la ayuda del Premio Nobel John Eccles) y sitúa la discusión sobre el problema mente-cerebro en el plano en el que la mayoría de los neurocientíficos actuales lo hace: los procesos mentales SON procesos cerebrales. El hecho de que no se haya establecido una conexión entre unos y otros no es óbice para dar rienda suelta a la imaginación paranormal e idear universos de almas para nada conectados con el cuerpo. Se mencionan brevemente algunas de las llamadas facultades psi, que no han encontrado hasta la fecha prueba científica alguna de su existencia y menciona, aunque lo discute poco, el fenómeno místico, del que ya se trató en este blog (ver A propósito de...La conexión divina). En mi opinión el texto en este debate está más orientado a la discusión filosófica que a la científica (no en vano dedica una parte considerable a las tesis dualistas de Platón, Aristóteles, Descartes o Malebranche) y, sin embargo, pasa apenas de puntillas sobre pruebas científicas como son las evidencias de pérdida de funciones cognitivas como consecuencia de lesiones cerebrales, omite los numerosísimos trabajos que últimamente se están realizando con neuroimagen funcional sobre la actividad cerebral o incluso estudios de estimulación eléctrica que se han utilizado, entre otras cosas, para demostrar que el fenómeno místico puede reproducirse si se estimulan determinadas regiones cerebrales.
El lenguaje de Puente Ojea es radical y poco abierto a discusión. Parece sentar cátedra con cada afirmación, aunque no me parece una actitud reprochable. Sus adversarios ideológicos intentan sentar cátedra sin pruebas de lo que afirman. Al menos Puente Ojea acude a evidencias intersubjetivas que no admiten réplica, si bien la interpretación que se hace de las mismas puede variar según cómo se empleen los datos obtenidos. El problema es que muchos tratan de dar saltos excesivamente amplio cuando no pueden hacerlo (seguramente debido a que su idea paranormal es previa a la evidencia científica que podría relacionarse con ésta mínimamente y se aferran a cualquier clavo que encuentran aunque en realidad no tenga nada que ver con lo que ellos desean demostrar).
Esta obra es recomendable para lectores con paciencia, pero también con interés científico y filosófico.
Pedro Garrido Vega.
1 comentario:
Uffff, Pedro...
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