La evolución del cerebro de los mamíferos ha supuesto un hito en la tremenda historia que es la evolución. Aún más, cierta región del cerebro, la corteza prefrontal (o lóbulo frontal que, en realidad, son dos) ha sido la que más cambios ha sufrido y la que ha adquirido su desarrollo máximo en el ser humano. De hecho, se relaciona a este área cerebral con la autoconciencia, la planificación, la toma de decisiones (es decir, la volición y, por tanto, el libre albedrío), el pensamiento matemático y algunas otras funciones que nos proporcionan el calificativo de humanos. Un dato: los lóbulos frontales suponen aproximadamente el 30% de la corteza cerebral humana, mientras que en el chimpancé ocupan el 17%, en el perro un 7% o en el gato tan sólo un 3%.
Este libro de Ekhonomon Goldberg, eminente científico ruso afincado en Estados Unidos y discípulo del gran Luria, trata de explicar cuál es la función de este área cerebral que, según él, no es otra que servir de coordinador del resto de áreas cerebrales: haría de intermediario entre el problema y los medios para solucionar ese problema, es decir, reclutaría a las estructuras cerebrales necesarias para llevar a cabo la acción requerida.
También se detiene Goldberg en los distintos estilos cognitivos o, para el pueblo llano, las diferentes formas de enfrentarse a un problema. Goldberg, apoyándose en múltiples datos de imagen funcional del cerebro, propone una estimulante teoría de diferenciación de hemisferios donde el derecho estaría más implicado en la detección de la novedad y el izquierdo estaría más relacionado con la rutina. Basándose en estas apreciaciones y en un test que él mismo desarrolló, muestra cómo hombres y mujeres, a pesar de que su inteligencia es la misma, presentan formas diferentes de enfrentarse a los problemas: Goldberg afirma que las actuaciones de las mujeres son más independientes del contexto mientras que las actuaciones de los hombres son más dependientes del contexto y esos estilos cognitivos se habrían desarrollado gracias a la presión evolutiva. Por otro lado, la diferenciación de los dos hemisferios también le sirve para proponer una teoría un tanto atrevida al sugerir que los zurdos seríamos los que haríamos avanzar a la sociedad ya que introduciríamos novedad en el conocimiento debido a nuestro mayor desarrollo del hemisferio derecho.
El autor también dedica gran parte del libro a describir cuáles son los efectos de distintas lesiones en los lóbulos frontales o en estructuras relacionadas con éstos. Así, se describen casos de esquizofrenia, de pacientes con síndrome de Tourette o con disfunciones sorprendentes, como la pérdida de la capacidad para nombrar sólo ciertos objetos mientras que el resto del lenguaje permanece intacto. Estos capítulos se asemejan un tanto a algunos de Oliver Sacks del que ya recomendé cualquiera de sus libros. Reitero esta invitación de forma efusiva.
Por último, Goldberg dedica un par de capítulos al tratamiento cognotrópico, lo que él llama entrenamiento mental y que compara con el entrenamiento de un músculo. Si se entrena un músculo éste responderá mejor y será más resistente a lesiones. El cerebro vendría a ser algo similar a un músculo, ya que hay que ejercitarlo continuamente y eso podría evitar o, al menos, retrasar, su deterioro durante el envejecimiento.
Hay un capítulo muy interesante acerca de la relación de los lóbulos frontales con la moralidad (un carácter exclusivamente humano) y si posibles disfunciones de esta región pudiesen dar lugar a los comportamientos criminales (se ha observado que muchos de los psicópatas más violentos presentan microlesiones en ciertas regiones de la corteza prefrontal). Por tanto, ¿hasta qué punto un psicópata es un delincuente y no un enfermo?¿Dónde se fija ese límite?¿Quizás tenga que producirse un cambio de paradigma que puedan modificarse esos términos?
El último capítulo, es el más atrevido de todos y no creo que mujy acertado. Goldberg trata de establecer un paralelismo entre la evolución del cerebro (que, según él, pasó de un sistema de núcleos que formaban el tálamo, que eran independientes y con poca relación entre ellos, a otro sistema, el gradiental, que es la corteza cerebral, donde no hay cambios bruscos y existe una gran interconectividad entre las diferentes áreas) y la evolución actual de las sociedades (desde los estados-nación a las nacionalidades reducidas dentro del estado-nación). También intenta establecer un paralelismo con la evolución de los ordenadores (de grandes ordenadores a los PCs y los motores de búsqueda de Internet que funcionarían como los lóbulos frontales, reclutando aquella información que fuese relevante).
El libro es recomendable para todos los públicos: desde el profano hasta el experto. No en vano, el libro describe aquella estructura que ha permitido que tomemos conciencia de nosotros mismos y de que nos autodenominemos seres racionales.
Pedro Garrido Vega (60% racional-40% emocional, o tal vez a la inversa)
miércoles, febrero 01, 2006
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