lunes, febrero 20, 2006

A propósito de...El secuestro, de Georges Perec.

Si Perec hubiese nacido durante la Ilustración, no me cabría duda de que hubiese sido compañero de Diderot en la elaboración de la Enciclopedia. Si hubiese nacido el mismo día que Borges, hubiera sido Borges. Pero nació en París, en 1938 y fue Georges Perec, miembro de la OULIPO (como ya dije en el comentario sobre Ubú Rey, de Alfred Jarry, un grupo de escritores que seguían las tesis literarias de tan excéntrico escritor).
Leer El secuestro no fue sino la secuencia natural después de haber leído la mastodóntica, a la par que extraordinaria obra La vida instrucciones de uso, que es una obra tan inabarcable que ni me planteé siquiera la posibilidad de una breve reseña. Ahora describo brevemente su plan de creación: describir la vida, a partir de los objetos que se encuentran en sus casas, de todos los habitantes de un edificio de pisos. En ese libro hay sitio para los relatos de misterio, de amor, metafísicos, existenciales y, ante todo, una capacidad para compendiar el universo en un libro. El libro utiliza a veces un estilo un tanto arduo, muy descriptivo, muy objetivo, pero merece la pena su lectura: es fabuloso.
Me centro ahora en El secuestro, que algunos pueden considerar una obra menor tras La vida instrucciones de uso, pero no lo es ni mucho menos, como no lo son La metamorfosis frente a El proceso o Bartleby, el escribiente frente a Moby Dick. El secuestro es, (¿cómo definirlo?, siempre las malditas definiciones) un libro tal vez de suspense, engranado en una carcasa de metaliteratura y búsqueda de nuevas formas. Y, de nuevo, con un afán enciclopédico: figuran en su interior cosas tan variopintas como la elaboración de los puros por las distintas compañías tabaqueras, la forma de reparar un avión averiado, las distintas jugadas posibles en el go o la exhibición de una amplia cultura antropológica y artística por parte del autor.
La trama está plagada de hermanos gemelos, de sextillizos, de padres secretos y de ritos familiares que no pueden romperse. Todo ello, claro, se va descubriendo poco a poco en la novela, pero de una forma un tanto diferente a la de las novelas de suspense comunes. En este caso no hay eslabones que se vayan enlazando sino un tronco común a partir del cual surgen todas las teselas del mosaico. Y en medio de todo ello metaliteratura llevada al extremo, con la narración de novo de La invención de Morel, también la de El zahir, de Borges (que jugará un papel más o menos importante en la trama) y un resumen minucioso de Moby Dick.
El autor desvela algunas de las claves de la lectura del libro durante la narración: si se quiere tener intuición de un poder sin límites, que comprende el infinito, nutriéndose él mismo en enorme progresión, es preciso, si no suficiente, que se deseche el término fortuito, sólo hijo del sino, del tedio, del supuesto ingenuo, del lelo, y que todo término se determine según selección de un molde constrictivo, según el orden de un modelo único. En otro punto del libro escribe el autor: De este modo surgió lo escrito versus lo omitido, de este modo tomó cuerpo el efecto de constricción, de este modo se construyeron ficciones, desde lo oscuro se obtuvo la luz.
Transcribo el último párrafo del libro, que no desvela misterio alguno y que a su vez es el más elocuente de todos los párrafos del mismo: Pero en nuestros tipos de solución se vislumbró siempre un poder omnisciente, sin poseedor entre nosotros, no gozó de él ni el héroe, ni el escritor, ni yo mismo, que fui su fiel servidor, y que nos condenó, pues nos hizo discurrir sin fin, nutriendo el ciento, urdiendo el hilo tonto, extendiendo su cinismo fútil, sin poder entrever el norte, el horizonte, el infinito donde todo tiene visos de unirse, donde todo tiene visos de ofrecer soluciones, pero un metro, un centímetro, un milímetro nos desune del terrible momento en el que, sin tener el concurso confuso de un discurso que, de golpe, nos une, nos constituye, nos vende,
muerte,
muerte con dedos de hierro,
muerte con dedos yertos,
muerte donde se diluye lo inscrito,
muerte que responde, por siempre, del limpión de un Libro que
un histrión creyó, un sol, poder ennegrecer,
muerte nos dice el fin del novelón.

El estilo, bastante sencillo. Una referencia a Alfred Jarry y algunas a OULIPO.
Tened valor: leedlo. Un problema: creo que está descatalogado. No lo he encontrado ni en La casa del libro ni en la Fnac. Así es que, hala, a recorrerse las bibliotecas.
Literarios saludos a todos.

Pedro Garrido Vega.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uffff he de reconocerlo, no puede con La vida instrucciones de uso. La tengo por ahí a la espera de su momento adecuado.

Por cierto, una dirección interesante para libros descatalogados (es usada en adquisiciones en bibliotecas)www.iberlibro.com

Una recomendación: Pierre o las ambigüedades de Melville. No es el "preferiría no hacerlo" pero...