Magisterios que no se superponen: esta es la propuesta de Stephen Jay Gould para eliminar el conflicto entre religión y ciencia. La idea de Gould es bien sencilla: los campos que tratan ciencia y religión son distintos y, por tanto, no pueden entrar en conflicto. De hecho, los conflictos que se han generado entre ambos campos han venido siempre dados por la intromisión de una de las dos disciplinas en el campo de la otra (véase Teoría de la evolución o Big Bang o las aspiraciones de moralidad de algunas teorías científicas).
El libro es muy ameno y con datos sorprendentes. Él afirma que los conflictos entre ciencia y religión se comenzaron a desarrollar sobre todo a partir de la teoría de la evolución y que esto se ha reflejado en la educación. Un ejemplo: habitualmente cuando se enseña en los colegios el descubrimiento de América se dice que por aquel entonces se creía que la Tierra era plana y que Colón se opuso a esa idea. Esto es falso, ya que los principales científicos de la época (muchos de ellos religiosos, como Bacon), afirmaban que la Tierra era redonda. De hecho, la objeción que se hizo a Colón estuvo relacionada con el radio que él atribuía a la Tierra, que era menor de lo que en realidad era. Esta idea comenzó a enseñarse e las escuelas un poco después de la aparición de las teorías evolutivas.
Dedica un capítulo al movimiento creacionista en EEUU que aún hoy reivindica una lectura literal de la Biblia (con una edad de la Tierra de 10000 años y una creación del mundo en seis días con sus 24 horas, como aparece en el Génesis). Los seguidores de este movimiento reclaman el mismo número de horas lectivas en las aulas para el creacionismo que para la teoría de la evolución pero, por suerte, no han tenido demasiado éxito en sus demandas. Gould explica aquí por qué se da el conflicto: la religión se entromete en el campo de la ciencia, en hechos objetivos de los que las evidencias son amplísimas.
Por otro lado, intenta mostrar que la naturaleza es amoral: nada de lo que ocurre en ella es bueno ni malo. Somos nosotros quienes coloreamos emocionalmente (moralmente) lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero en la naturaleza pueden darse casos como el de una avispa que inyecta sus huevos en una oruga y cuando las larvas salen de los huevos se comen poco a poco a la oruga dejando intacto el corazón hasta el final, para mantener viva a la oruga el máximo tiempo posible. Esto en sí no es malo, ni bueno, ni cruel, ni agradable. Es simplemente una estrategia evolutiva que es efectiva para estas avispas y les ha permitido sobrevivir durante millones de años. Gould dice que la moralidad se debe aplicar únicamente a los actos humanos y no debe compararse el comportamiento humano con el observado en la naturaleza (por ejemplo, no puede justificarse la matanza indiscriminada de indigentes por el hecho de que sean los más débiles de la sociedad),
No suelo dar mi opinión cuando critico algún ensayo. Me limito a escribir lo que se plantea en él y dar una opinión que, la mayoría de las veces busca los puntos positivos e intenta excluir los negativos.
Pero no estoy de acuerdo con la idea de los magisterios que no se superponen. En primer lugar, Jay Gould afirma que la moral ha sido tradicionalmente asunto de las religiones. Creo que ahí debe darse un cambio de paradigma: la moral debe pertenecer a la filosofía, que siempre estará más abierta a las contribuciones de la ciencia que la religión, ya que ésta última se resiste a dejar escapar cualquiera de sus afirmaciones tradicionales. Una anotación: la Iglesia, tras casi un siglo de pruebas a favor de la evolución, tuvo que aceptar la existencia de tal proceso natural (también tuvo que aceptar que la evolución no tiene un diseño que tienda hacia un fin sino que es algo más bien indeterminado). Sin embargo, ahora el planteamiento se encuentra en que Dios infunde el alma en cada ser vivo. Un problema de Jay Gold: apenas se fija en el cerebro, que es la estructura principal para entender este conflicto. Un problema para la religión (a la católica me refiero): si tenemos en cuenta los múltiples datos que avalan ya la unicidad cuerpo-mente (o, en términos más esotéricos cuerpo-alma ), ¿dónde queda esa alma que nos infunde Dios? Yo puedo responder: el planteamiento cambiará y se afirmará que Dios es sólo la causa inicial de todo y que funcionaría como un demiurgo, que sólo habría dado inicio al mundo y después descansó, lo que estaría más en consonancia con las escrituras sagradas. Todo puede revestirse de atmósfera sobrenatural. Sin embargo, me remito a la explicación de Richard Dawkins (por cierto, muy interesante esta carta dirigida a su hija): si alguien se encuentra en una habitación al lado del campo, a oscuras y escucha unos cascos trotando, puede pensarse que es un caballo o un unicornio lo que está corriendo ahí fuera. Sin embargo sabemos por experiencia que, al menos con un 99.9% de certeza podríamos afirmar que se trata de un caballo. Una pregunta más, ésta dirigida a los pocos que aguanten estas disgresiones: ¿Por qué el don de la eternidad lo posee Dios?¿Acaso no puede poseer la materia?¿Existe acaso la eternidad?
La ciencia no puede demostrar la existencia o inexistencia de un Dios metafísico, simplemente porque no es palpable (mesurable) . No entiendo, sin embargo, cómo algo metafísico es capaz de interaccionar con lo físico. Esa interacción es precisamente la que deben explicar (y con métodos científicos, porque ya entraríamos en el terreno de la naturaleza) aquellos que afirman la influencia de Dios en el mundo. Y no valen energías extrañas, quiero unidades cuantificables. En ese sentido la religión está del lado difícil: debe demostrar la existencia de Dios. No es misión de la ciencia demostrar la inexistencia de Dios. Si yo afirmo que la dopamina se incrementa en la corteza auditiva cuando someto a una rata a estrés debo demostrarlo, si no tendré tan sólo una hipótesis y nada más y los demás científicos no se volverán locos intentando demostrar la falsedad de mi hipótesis. De modo que Dios es, de momento, una hipótesis, que cada vez tiene más evidencias en su contra (tal vez no en su contra, pero sí en la de su influencia). De hecho, me atrevería a decir que Dios existe, pero como realidad subjetiva (ver apunte sobre La conexión divina, de F.Rubia), y, como tal, no me parece perjudicial. Si todos fuésemos capaces de fomentar esa otra realidad tal vez podríamos hacer frente a ciertos problemas de modo más eficaz. Sin embargo, el problema se encuentra en que esas creencias influyen después sobre la vida de los que no las poseen, y se basan en argumentos revelados y de autoridad (palabra de Dios e infalibilidad del papa). La religión se encontraría por encima de la idea del Dios persnal que es la que yo podría entender, aunque no la comparta. En ese sentido, me siento más cercano a las religiones asiáticas (taoísmo, budismo), que abogan más por la meditación y la inmersión del hombre en la naturaleza y no presentan una estructura tan jerarquizada e inmutable como la de mundo católico y musulmán.
Por otro lado, la idea de Dios está más en relación con una realidad anterior y posterior, pero no actual. Me explico: su influencia parece ser más eficaz cuando nosotros no existimos (al menos eso es lo que se afirma). Nos promete infinitos futuros y pasados pero no actuales. El problema de los infinitos futuros es que son potenciales (nunca se alcanzan, como cuando uno se plantea contar hasta el infinito), sin embargo, los infinitos actuales, los de la naturaleza, sí son alcanzables y se pueden percibir, ya sea de forma matemática (recomiendo la lectura de un libro muy interesante aunque algo arduo para los profanos en matemáticas titulado Breve historia del infinito, de Paolo Zellini) o de forma artística, sintiéndose uno con la naturaleza, como lo hicieron los artistas ligados al budismo (la pintura y caligrafía chinas no son más que una representación de la nada y el infinito) o algunos occidentales como Walt Whitman (sus versos buscan abarcar el mundo y mostrar su perpetuo asombro ante su grandeza).
Por tanto, no creo que existan magisterios separados, porque el magisterio de la religión no existe. Existe el campo de la moral, que no es exclusivo de la religión, ya que una persona que no es religiosa puede adaptarse a los cánones de moralidad tradicionalmente religiosos. De hecho, nuestra moral se encuentra recogida actualmente en el Código penal. Y nada más.
Una última reflexión acerca de cómo han cambiado las ideas con la historia:
Alain de Lille recogió las afirmaciones de los griegos en una frase célebre: Dios es una esfera inteligible, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.
Unos siglos después Giordano Bruno afirmaba que el mundo es un efecto infinito de una causa infinita y la divinidad está cerca, pues está dentro de nosotros, más aún de lo que nosotros mismos estamos dentro de nosotros. Por último, Pascal escribió: La naturaleza es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia es ninguna.
Pedro Garrido Vega.
jueves, febrero 09, 2006
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4 comentarios:
Olé! (se me permitirá un término tan poco científico? ciertamente más próximo al duende pero... se entenderá)
Anatema! para cuando el próximo conclave de escépticos? dejemos que el humo se esparza...
Sí, recomiendo a todos una dosis diaria de escepticismo: es muy sano y muy enriquecedor.
Un apunte para quien haya leído este ar´ticulo (si es que puede llamarse así a esto) antes de haber escrito este comentario: he colocado un vínculo a la carta de Dawkins a su hija que antes no puse. Os recomiendo su lectura, es fantástica y explica muy bien qué es lo que pretende la ciencia.
Qué sano es el escepticismo... Todos los días hay que arquear una ceja ante las mentiras cotidianas, de las cuales la religión sabe mucho...
Religión versus ciencia, un conflicto propio de la evolución humana. Lo religioso, propio del pensamiento místico primitivo, ha sido indispensable para dar lugar a esa eterna búsqueda del saber y entender, hasta el punto de conseguir su “compleja” formalidad, la ciencia. Incluso, esta última atenta contra la primera y bis se versa. Pero, posesionándonos fuera del conflicto (algo difícil por ser seres humanos), religión y ciencia son mero producto de un mismo origen: la mente del hombre.
Que acontecería si la ciencia determina la inexistencia de un Dios? (algo más probable que lo contrario). Se perdería los elementos subjetivos humanos? El ser humano buscaría otra cosa en que creer? O estudiaría espitemología para buscar nuevas respuestas? Como sea, creo que el conflicto seguirá por algún tiempo hasta que la evolución del pensamiento lo resuelva.
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