martes, febrero 21, 2006

El cerebro de Dios (experimento hipertextual), 1ª entrega.

Prólogo.

Este cuento es un experimento y como tal debe tomarse. Todo lo que escribo últimamente no son sino nuevas formas para incorporar a un engranaje más amplio que algún día espero concluir (y poder gritar al espacio infinito que soy, por fin, novelista).
El texto presenta una modificación con respecto a la narrativa habitual que ni siquiera tiene por qué considerarse novedosa. Se trata de la inclusión de enlaces a otras páginas en el texto del relato. Sería algo así como la bibliografía en un artículo pero referido a la creación de un cuento. Me explico: mi idea inicial, que cuenta ya con algún año de existencia, sin contar con la ayuda de un ordenador, fue escribir un cuento donde absolutamente todas las palabras del mismo llevasen un pie de página. El fin de estas minuciosas llamadas a los abismos de la página era doble: por un lado, demostrar, palabra por palabra que mi lenguaje no puede ser original, es decir, la creación no es sino combinación inédita, no existe la creación desde la nada (ex nihilo), aunque muestras cercanas a ello son, y comienzo con los enlaces, este canto VII de Altazor, de Vicente Huidobro o el capítulo 68 de Rayuela; por otro, crear una historia subrepticia a la visible gracias a la polisemia de las palabras, pero este propósito siempre me ha parecido fuera de mi alcance. Tal vez la poesía sea un estilo más propicio para esos fines. Otro fin que se me ocurre ahora y que es, en realidad, el que voy a utilizar para no resultar tedioso en extremo: la idea de crear un cuaderno de apuntes creativos, es decir, en qué me he basado para escribir (qué me sugirió qué) o bien las interpretaciones que yo he podido colegir a posteriori. Y otra vez es necesaria una explicación: mi propia obra puede sugerirme, una vez concluida, lugares, autores, cuadros, que antes no veía como parte de la obra y que ahora advierto que, aunque de forma subrepticia (inconsciente o por acción divina, denominadla como queráis) influyeron en mi narración. También ocurre a veces, muchas menos, eso sí, que algo que escribes en un momento determinado descubres, pasado el tiempo, que alguien también lo escribió algún día. El problema es que normalmente ese alguien escribió esa idea antes que tú.
Los enlaces, como descubriréis, no siempre estarán muy relacionados con la palabra designada: espero que muchos de ellos los veáis con humor, otros como mero apunte informativo y otros con el fin de induciros a lecturas que a mí me hicieron ¿mucho bien? (tal vez no sea yo el más indicado para valorar eso).
Un apunte más: no sé cuántas entregas completarán el cuento. Tampoco sé si mi inconstancia me permitirá concluirlo. Las ideas que tengo son buenas, creo (olé mi modestia). Tarea más ardua es plasmarlas en la pantalla de este ordenador. Una sugerencia: podéis plantear nuevos enlaces. Toda crítica es bienvenida.
1ª entrega.
Salió de casa, apresurado, como siempre, caminó a grandes zancadas por la calle y se introdujo en el buche de la ciudad, atravesó los tornos de entrada al metro y esperó en el andén la llegada del gusano de metal, que llegó con sus ojos luminosos y abrió sus múltiples orificios de excreción (primero) y de ingestión (después) y dio paso al Lector. Dentro del estómago de la bestia metálica abrió una ventana o, mejor, otra ventana de la muchas abiertas ya, que es lo mismo que decir que abrió un libro.

EL CEREBRO DE DIOS
por Emery Blanchard

Emery Blanchard nació en Lyon en 1939 y falleció en Abu-Dhabi en 1983. Filólogo de formación, fue también investigador científico experto en neurociencias, escribió ensayos filosóficos, participó en expediciones arqueológicas en busca del Santo Grial y fue, ante todo, un polémico autor por sus diatribas contra la moral comunista, fascista y religiosa. Entre sus obras más importantes se encuentra esta que les presentamos, El cerebro de Dios, ganadora del prestigioso premio Condollet y Proudhom en 1959, donde ya se calificó al autor como el nuevo enfant terrible. En 1962 sorprendió con su libro de poemas Dios perdido en su laberinto infinito. Obras posteriores fueron Pesadillas en la cama del faquir, La cefalea del ajo y, la inclasificable, Perdido en la sombra de la Nada. Morelli dijo de él: un Verne actual, poliédrico y eterno, como un inmenso fractal, un enorme cronopio.

El cerebro de Dios




Editorial Peuchet
Paris


Portada: Composición nº 8, Kandinsky.
ãEditorial Peuchet S.A., 1962.
ISBN: 84-337-0945-3
Depósito Legal: B.3423.1962.

Printed in Spain.

La ventana se cierra. Un tipo observando sin recato la solapa del libro desde el otro extremo del vagón. Es alto, moreno, recio, de mirada inquisitiva. Porta un maletín negro y paraguas del mismo color. Su aspecto es aseado. A su lado, una mujer le dice cosas al oído y ambos miran hacia el Lector, que se siente observado.

La ventana se abre:
Georges era Dios. También lo eran Lisa y Odile, y Andrea y Rubén y Alfred, y el asesino y el sacerdote y la niñera de Marcel y el novio de la niñera de Marcel y la madre del novio de la niñera de Marcel. Toda la población mundial, en suma.
La ventana se cierra.

-Sí, lo estoy viendo en este mismo momento.
-....
-¿Cuáles son sus instrucciones?
-...
-Ajá.
-....
-Ajá
-....
Muy bien. Yo informo a Ana. Hasta pronto.

La ventana se abre.
[...]Dios era todos ellos y todos ellos eran Dios. Pero aún no lo sabían. También tú, Lector (perdone que me permita la licencia de este tratamiento familiar), eres Dios, aunque no lo sepas y leas esta narración como mero entretenimiento. A cierta distancia de ti se encuentran dos personas: un hombre moreno con un maletín y una mujer (con unas piernas fabulosas, me aventuro a imaginar) que en el mismo momento en que concluyas la lectura de esta página y trates de leer la siguiente te abordarán y te llevarán a
UNA MANO. El hombre del maletín le observa ahora tan sólo a unos centímetros de su rostro.
-Se lo advirtió la primera página, ¿no es así?
Pedro Garrido Vega.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Vayamos por partes (que dijo Jack el destripador):

Me gusta el experimento, tiene posibilidades. Muchos de los enlaces han provocado mi sonrisa y otros establecen un juego cómplice en el que puedes coincidir o no. El texto adquiere vida, una dentro de otra, como esas muñecas rusas y al mismo tiempo se expande.

Pero... soy tiquismiquis con los juegos y la literatura. Hay veces que sí, que me parecen necesarios, ahondar en posibilidades pero otras... otras se me quedan entre los dedos como fuegos de artificio. No creo que este sea el caso (habrá que seguir leyendo) pero la línea entre lo uno y lo otro puede ser muy difusa y el autor (tú) debería tener cuidado de no caer al otro lado. No me preguntes como se hace eso, el cuento es tuyo... jeje (además no tengo ni idea!)

Salvo esta advertencia de abuelita Paz... reitero, me ha gustado!

Martuki dijo...

Flipao!!!

Pedro Garrido dijo...

El cuento, como tal, puede leerse sin enlaces de ningún tipo, el lector elige, como ocurre con las notas a pie de página. De hecho, seguramente prestaré más atención al cuento que a los enlaces (como habréis supuesto, muchos de ellos los he colocado a posteriori).
Por eso se trata de un juego acotado. Es un poco como esos capítulos accesoriois de Rayuela: si no quieres no los lees. En cuanto al cuento, no será una narración convencional pero tampoco será algo extremadamente alejado de lo habitual.

Kay dijo...

Genial, compa... Qué cabrón... Esto me pasa por no saber hacer enlaces todavía, qué cutre...

¡Bravo!

Pedro Garrido dijo...

Un apunte más. Me gusta que Circe haya comentado que con unos enlaces se puede estar de acuerdo o no. Esa era una de mis intenciones, plantear este cuento como obra abierta y en movimiento, es decir, sujeta a discusión. Como escribí en el prólogo me gustaría que también los lectores de esta página propusiéseis enlaces que puedan relacionarse con el texto: yo tan sólo propongo el esqueleto, las interpretaciones corresponden a los lectores. Aunque aún quedan muchas vueltas de tuerca.
Sobre estas observaciones ya publicaré dentro de algún tiempo un articulillo en relación a mis lecturas sobre estética, que están siendo realmente provechosas.
Un saludo a todos.

Kay dijo...

Ya sabes que el enlace con el que estoy más de acuerdo es el del "Cerebro", jejeje...

¿Me creerás si te digo que sospechaba lo que sería? ¡Cómo reconozco tu sentido del humor, hermano!

Me está encantando...

Pedro Garrido dijo...

Es que nos conocemos desde hace mucho...
Espero que lo que ha de venir te guste más.

Anónimo dijo...

Por fin viernes y por fin he visto los frutos de tanto secreto, Don Experimentos. Menudo lio has armado, pero me ha gustado.