lunes, enero 23, 2006

A propósito de...Ubú rey, de Alfred Jarry.

Si supusiésemos una ciencia que fija sus objetivos en la excepción excepcional, en aquella excepción que confirma la excepción (y no en la regla que confirma la excepción) podría irnos mejor en muchos aspectos, e incluso, a veces, también nos iría mejor en ciencia o, al menos, ayudaría al avance de ésta. Y, qué decir de la fantasía o la imaginación, que se verían habitualmente desbordadas por una pléyade de sucesos inéditos. Estas son, de forma resumida, las tesis que sostenía Alfred Jarry, el creador, a principios de siglo pasado, de la curiosa Patafísica y sin la cual, autores como Ionesco, Perec, Vian, Queneau o Calvino no hubiesen alcanzado esas cotas de creación que les hicieron grandes. Todos ellos formaron parte del Colegio de estudios patafísicos creado en 1950 y que continúa su labor en la actualidad.
Jarry no era escritor dramático, pero la obra que aquí presento es, sin embargo, su obra más apreciada, aunque se menciona siempre la intertextualidad que caracteriza toda su literatura.
Ubú Rey es, ante todo una crítica del autoritarismo y las tiranías, desde la perspectiva siempre muy personal de Jarry, al que no todos apreciaban (Gidé o Borges decían de él que era tan sólo un bufón). La obra narra la ascensión al trono de Polonia de Ubú tras matar al rey y su progenie, tras lo cual matará a los jueces y los recaudadores de impuestos y a los campesinos. Nota importante: esta obra fue escrita por Jarry cuando tenía quince años basándose en una obra previa de unos compañeros de clase titulada Los polacos y que no era más que una burla a su profesor de física. Ubú habla de la física, la phinanza y la mierdra (sí, sí, con esa erre ahí), que él interpreta como la misma realidad. Jarry lo explica así: “Ubú habla con frecuencia de tres cosas, siempre paralelas en su mente: de la física que es la naturaleza compara con el arte, el mínimo de comprensión frente al máximo de cerebralidad, la realidad de la aquiescencia universal frente a la elucubración de lo inteligente, Don Juan frente a Platón, la existencia frente al pensamiento, la medicina frente a la crisopeya, la milicia frente al combate singular; paralelamente, de la phinanza, o sea de los honores en comparación con la satisfacción de sí por uno mismo, lo que es tantocomo decir los universales engendradores de la literatura basada en el prejuicio de la cantidad, en comparación con la manera de ver de los clarividentes; y, paralelamente, de la Mierdra".
La obra es muy breve (su representación puede durar unos 45 minutos). El escenario cambia continuamente pero no del modo tradicional que incluso hoy se sigue utilizando. Para situar las escenas Jarry incorporó a una persona que al principio de cada una de ellas mostraba un cartel donde figuraba cómo debía ser el escenario. Para representar al ejército de Polonia al completo únicamente era necesario un actor, el caballo que aparece en la obra era de cartón y Ubú llevaba una careta: teatro del absurdo, en suma. Tal vez, por eso, sea mejor ver la representación de la obra que leerla. De hecho, ha sido una obra que no ha dejado nunca de representarse debido, por un lado, a la facilidad a la hora de representarla y, por otro, al especial interés de los directores de teatro por que no se pierda esta obra que tanto supuso para autores posteriores como Beckett o Ionesco. Tanto es así, que en número de representaciones, esta obra no tiene nada que envidiar a Hamlet, Macbeth, la Celestina o Don Juan.
Una obra que, como todo lo absurso, cuenta con admiradores y detractores, siempre fieles a su posición.

Pedro Garrido Vega



1 comentario:

Kay dijo...

Habrá que leérlo, ya sabes que me encanta leer teatro... Además, después de haber conseguido encontrarme el libro de "El Mandarín", te debo una muy pero que muy gorda... Me tienes que decir qué puesto era.

Hala