(El escenario representa la misma sala de interrogatorios del acto primero. La única diferencia radica en el aspecto físico de Carlos Otero. Éste se encuentra con el rostro abultado, cubierto de golpes y la ropa manchada de sangre)
ALBERTO. (Muy agradable) Buenos días, Señor Otero. No hace usted muy buena cara esta mañana, que digamos. ¿Qué tal la noche? ¿Le ha servido para descansar y aclararse un poco las ideas? ¡Esperemos que sí! ¿Me permite que le apee del usted? (Carlos no hace ningún gesto) Muchas gracias. Bueno… ¿Y hoy qué? ¿Te encuentras más comunicativo?
CARLOS. (Completamente abotargado) Algo más, supongo.
ALBERTO. No, no lo supongas, créetelo. Es así, te lo garantizo. Fermín tiene muy buena mano para estos asuntos, ¿no crees?
CARLOS. (Medio desmayado a causa del dolor) Sí. Es todo un profesional en lo que hace.
ALBERTO. Claro que sí. Todos lo somos, ¿no? Cada uno en lo nuestro. Yo, por ejemplo, soy un experto consiguiendo sacar de la gente lo que necesito, ¿sabes? Mis métodos, aunque posiblemente censurables desde cierto punto de vista meramente moral, son efectivos casi al cien por cien, aunque el tiempo que tarden en funcionar depende de la persona en cuestión. El récord, por si te interesa, se encuentra en diez días.
CARLOS. (Mareado y asustado) No será necesario llegar a ese punto.
ALBERTO. Bien, bien. ¡Maravilloso! Fin de la charla cortés. (Desaparece su tono conciliador para dar paso a una pose y una expresión más seria, casi inquisidora) Dime, Carlos: ¿Quién más está metido en el ajo?
CARLOS. ¿Cómo?
ALBERTO. Digo que quién más está implicado en el asesinato de tu esposa, aparte de ti mismo.
CARLOS. Su familia.
ALBERTO. (Sorprendido) ¿Cómo?
CARLOS. Su familia. En concreto, sus padres y, especialmente, su hermano mayor.
ALBERTO. ¿Su familia está implicada en su asesinato?
CARLOS. Sí, desde luego.
ALBERTO. ¿De qué forma? Es decir, ¿te ayudaron a acabar con su vida? ¿Participaron activamente en el homicidio?
CARLOS. Sí. Pero si re refieres a si estaban conmigo cuando la maté, te diré que no. Me hallaba a solas con ella.
ALBERTO. (Con furia reprimida) Sabes que eso no es verdad. Sabes que yo sé que hacía falta, al menos, una persona más para que ella muriera del modo en que murió.
CARLOS. Te repito que estaba a solas con ella.
ALBERTO. Bueno, dejemos eso para más adelante, aunque no mucho más. Quizás te haga falta otra mano de pintura sobre tu cara por obra y gracia de Fermín. Ahora, explícame lo de su familia, por favor…
ALBERTO. (Muy agradable) Buenos días, Señor Otero. No hace usted muy buena cara esta mañana, que digamos. ¿Qué tal la noche? ¿Le ha servido para descansar y aclararse un poco las ideas? ¡Esperemos que sí! ¿Me permite que le apee del usted? (Carlos no hace ningún gesto) Muchas gracias. Bueno… ¿Y hoy qué? ¿Te encuentras más comunicativo?
CARLOS. (Completamente abotargado) Algo más, supongo.
ALBERTO. No, no lo supongas, créetelo. Es así, te lo garantizo. Fermín tiene muy buena mano para estos asuntos, ¿no crees?
CARLOS. (Medio desmayado a causa del dolor) Sí. Es todo un profesional en lo que hace.
ALBERTO. Claro que sí. Todos lo somos, ¿no? Cada uno en lo nuestro. Yo, por ejemplo, soy un experto consiguiendo sacar de la gente lo que necesito, ¿sabes? Mis métodos, aunque posiblemente censurables desde cierto punto de vista meramente moral, son efectivos casi al cien por cien, aunque el tiempo que tarden en funcionar depende de la persona en cuestión. El récord, por si te interesa, se encuentra en diez días.
CARLOS. (Mareado y asustado) No será necesario llegar a ese punto.
ALBERTO. Bien, bien. ¡Maravilloso! Fin de la charla cortés. (Desaparece su tono conciliador para dar paso a una pose y una expresión más seria, casi inquisidora) Dime, Carlos: ¿Quién más está metido en el ajo?
CARLOS. ¿Cómo?
ALBERTO. Digo que quién más está implicado en el asesinato de tu esposa, aparte de ti mismo.
CARLOS. Su familia.
ALBERTO. (Sorprendido) ¿Cómo?
CARLOS. Su familia. En concreto, sus padres y, especialmente, su hermano mayor.
ALBERTO. ¿Su familia está implicada en su asesinato?
CARLOS. Sí, desde luego.
ALBERTO. ¿De qué forma? Es decir, ¿te ayudaron a acabar con su vida? ¿Participaron activamente en el homicidio?
CARLOS. Sí. Pero si re refieres a si estaban conmigo cuando la maté, te diré que no. Me hallaba a solas con ella.
ALBERTO. (Con furia reprimida) Sabes que eso no es verdad. Sabes que yo sé que hacía falta, al menos, una persona más para que ella muriera del modo en que murió.
CARLOS. Te repito que estaba a solas con ella.
ALBERTO. Bueno, dejemos eso para más adelante, aunque no mucho más. Quizás te haga falta otra mano de pintura sobre tu cara por obra y gracia de Fermín. Ahora, explícame lo de su familia, por favor…
Cayetano Gea Martín
1 comentario:
Como los cuentos por entregas que leía de peque o las historietas de los comic, algo más mayor... suerte que aqui no cuentan mis despistes o el gastarme la paga en otra cosa! sólo cuenta el autor... te dije ya que acabarías como tu personaje de no finalizar la trama? ummm, creo que si, jeje
Publicar un comentario