La historia es con frecuencia olvidadiza y, con ello, injusta. La falla de esta aserción se encuentra en que quien escribe la historia es el hombre: tal vez sea mejor afirmar que el hombre es olvidadizo y, con ello, injusto. No se puede calificar de otro modo el hecho de que escritores como Eça de Queiroz, Jorge Amado o Fernando Pessoa, los tres escritores en lengua portuguesa, los tres excelentes escritores, hayan sido tan dejados de lado en la historia de la literatura universal y ahora se rinda pleitesía a Saramago, gran escritor, por cierto, sin echar la vista atrás y preguntarse qué otros autores han sido importantes en ese pequeño pero importante país.
La obra que hoy describo (me parece demasiado vanidoso escribir critico) es un conjunto de cuentos que lleva por título el del primero de éstos: El mandarín. Lo conocí, cómo no, a través de Borges, y Cayetano está ansioso de tenerlo ya entre sus manos, pues en realidad es un regalo para él.
La escritura de Eça de Queiroz se encuentra más próxima a la del siglo XIX que a la del siglo XX. Tanto el estilo como los temas tratados tienen más que ver con aquella época que con esta y, tal vez por ese motivo sean más actuales que los de hoy día. Porque, como ya dije, para que una obra sea universal debe tratar temas universales. En El mandarín, Eça de Queiroz lo hace ya desde el primer cuento que es, por otro lado, y en mi modesta opinión, el mejor de los cuentos de la obra. De forma sintética, este primer cuento trata acerca de la tentación del Diablo y del arrepentimiento de quien se deja seducir por él: un secretario, mientras lee un libro, se topa con la siguiente cuestión: “Tú, que me lees y eres un mortal, ¿harás sonar la campanilla?”. Esa campanilla hará que el hombre más rico del mundo, un mandarín viejo y gotoso que vive en China, muera y su fortuna pase a manos del secretario. El Diablo, de cuerpo presente, intenta convencer al secretario: “Matar, hijo mío, significa casi siempre establecer un equilibrio en las necesidades del universo. Implica eliminar aquí lo que sobra, para ir más allá a cubrir una falta”. La aceptación del secretario le lleva a una vida completamente nueva en la que hace algún descubrimiento inesperado:”¿De qué me servían al fin tantos millones sino para brindarme, día tras día, la confirmación desoladora de la vileza del hombre?”. El resto del cuento, corresponde a ustedes descubrirlo mediante es apertura de ventanas, puertas y cráneos que es la lectura.
Otros cuentos presentes en esta obra son La catástrofe, una visión de la pérdida del espíritu nacional y una arenga para recuperarlo, Memorias de una horca, que como el título indica narra la vida de una horca y su arrepentimiento por los crímenes involuntariamente cometidos, con un final predecible pero no por ello menos extraordinario, El tesoro, que narra el hallazgo de un cofre cargado de monedas de oro por parte de tres hermanos que desconfían los unos de los otros y que harán lo indecible por hacerse con el cofre y no compartir nada con los otros, y El difunto, un cuento con la clásica atmósfera de las historias de terror, con cuerpos que resucitan, amores imposibles y maridos asesinos.
No sé si, como escribía Circe en un comentario, este libro es imprescindible o, al menos, muy recomendable. A Cayetano, conociendo sus gustos y su forma de escribir, seguramente le resulte imprescindible, apreciación en la que algo tendrá que ver también la recomendación entusiasta que de esta obra realizase su ilustre gurú ciego.
Pedro Garrido Vega.
La obra que hoy describo (me parece demasiado vanidoso escribir critico) es un conjunto de cuentos que lleva por título el del primero de éstos: El mandarín. Lo conocí, cómo no, a través de Borges, y Cayetano está ansioso de tenerlo ya entre sus manos, pues en realidad es un regalo para él.
La escritura de Eça de Queiroz se encuentra más próxima a la del siglo XIX que a la del siglo XX. Tanto el estilo como los temas tratados tienen más que ver con aquella época que con esta y, tal vez por ese motivo sean más actuales que los de hoy día. Porque, como ya dije, para que una obra sea universal debe tratar temas universales. En El mandarín, Eça de Queiroz lo hace ya desde el primer cuento que es, por otro lado, y en mi modesta opinión, el mejor de los cuentos de la obra. De forma sintética, este primer cuento trata acerca de la tentación del Diablo y del arrepentimiento de quien se deja seducir por él: un secretario, mientras lee un libro, se topa con la siguiente cuestión: “Tú, que me lees y eres un mortal, ¿harás sonar la campanilla?”. Esa campanilla hará que el hombre más rico del mundo, un mandarín viejo y gotoso que vive en China, muera y su fortuna pase a manos del secretario. El Diablo, de cuerpo presente, intenta convencer al secretario: “Matar, hijo mío, significa casi siempre establecer un equilibrio en las necesidades del universo. Implica eliminar aquí lo que sobra, para ir más allá a cubrir una falta”. La aceptación del secretario le lleva a una vida completamente nueva en la que hace algún descubrimiento inesperado:”¿De qué me servían al fin tantos millones sino para brindarme, día tras día, la confirmación desoladora de la vileza del hombre?”. El resto del cuento, corresponde a ustedes descubrirlo mediante es apertura de ventanas, puertas y cráneos que es la lectura.
Otros cuentos presentes en esta obra son La catástrofe, una visión de la pérdida del espíritu nacional y una arenga para recuperarlo, Memorias de una horca, que como el título indica narra la vida de una horca y su arrepentimiento por los crímenes involuntariamente cometidos, con un final predecible pero no por ello menos extraordinario, El tesoro, que narra el hallazgo de un cofre cargado de monedas de oro por parte de tres hermanos que desconfían los unos de los otros y que harán lo indecible por hacerse con el cofre y no compartir nada con los otros, y El difunto, un cuento con la clásica atmósfera de las historias de terror, con cuerpos que resucitan, amores imposibles y maridos asesinos.
No sé si, como escribía Circe en un comentario, este libro es imprescindible o, al menos, muy recomendable. A Cayetano, conociendo sus gustos y su forma de escribir, seguramente le resulte imprescindible, apreciación en la que algo tendrá que ver también la recomendación entusiasta que de esta obra realizase su ilustre gurú ciego.
Pedro Garrido Vega.
3 comentarios:
Ya me lo estás dando, que es mío, mamón, jejeje
Si no fuera contradecirme a mí misma, cosa que por otro lado practico cada día con gran soltura y gracejo, diría que Pessoa es imprescindible. Alguien que aseguraba que el poeta es siempre un fingidor, que jugaba con él y sus divanes escribiendo versos, que ahora si pero no, estoy ni soy y tampoco pero... escribo! ufffff
A Queiroz habrá que leerlo (y dáselo de una vez, habrase visto!)
Saludos par de dos
Estoy de acuerdo contigo. El libro del desasosiego es de lo mejor que he leído en el último año. Y es uno de esos libros a los que habrá que volver de cuando en cuando. Un saludo también para ti. Y gracias.
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