Las obras maestras son escurridizas, quizá sea por eso que son obras maestras, porque tienen algo que se nos escapa, que no comprendemos del todo pero que sabemos que es algo fantástico, que remueven no sólo lo racional que hay en nosotros, sino también esas catacumbas de lo irracional que suelen permanecer silenciosas, adormecidas..
2666 tiene algo de ese carácter de las obras maestras. Posee la atmósfera necesaria para el lector que permite que todo fluya sin prisa, pero sin detenerse nunca. No tiene el carácter de un best-seller. El best-seller engancha, la obra maestra impulsa. Eso hace 2666: impulsarnos. ¿Hacia dónde? Ni más ni menos que hacia el infinito.
El volumen físico de la obra ya de por sí tiende al infinito (1119 páginas, divididas en cinco partes), pero es su interior el que lo busca con ansiedad desde el comienzo hasta el mismo final.
Esta obra de Roberto Bolaño, como lo fue también Los detectives salvajes, parte de una concepción distinta de la que suele emplearse en la creación de la mayoría del resto de obras literarias. Así como Borges partía de la anécdota, del hecho puntual, para allegarse a lo universal (que es ni más ni menos que el carácter que hace que una obra adopte esa misma cualidad), Bolaño retuerce este modo de narrar y es capaz de crear una estructura que se divide hasta el infinito, una suerte de fractal que jamás se agota porque prosigue en nuestra mente deshaciéndose y deshaciéndose sin cesar. Y todo este fractal descansa en una estructura general, universal, que es la que abarca el título del libro (una fecha con un significado un tanto incierto).
Siempre he sido incapaz de describir algunos libros. El que más dificultades me ha planteado ha sido siempre Rayuela, cuya trama no es lo importante del libro o, al menos, no es o más importante del libro. Describir Rayuela hablando sólo de la Maga y de Horacio Oliveira y de Talita, sería quedarse en lo superficial, en lo nimio, como describir un cuadro de Kandinsky como un conjunto de figuras geométricas de varios colores. Con 2666 nos encontramos en la misma situación. Para entender 2666 hay que leer 2666, adentrarse en el mundo de Bolaño, que es desesperado, pesimista y, tal vez, agorero.
La literatura es, para Bolaño, vida, como lo fue para tantos otros, pero él lo plasma en su obra y aquí radica la diferencia con el resto de autores, aquello que hace del chileno un tipo diferente.
La novela se divide en cinco partes que Bolaño, por puro pragmatismo (sabía de la pronta llegada de su primera noche tranquila y deseaba legar a sus hijos y esposa unas condiciones económicas favorables) pensó en lanzar al mercado de forma independiente, como novelas conexas pero separadas. Su deseo inicial, sin embargo, siempre fue el de que todas formasen parte del mismo volumen. A su muerte, sus herederos y su editor decidieron sacar a la venta el volumen completo.Las cinco partes son: la de los críticos (cuatro profesores de literatura, tres hombres y una mujer, que buscan a Beno von Archimboldi, un autor alemán del que nadie conoce apenas nada pero que puede recibir el premio Nobel, argumento similar en cierto modo a la búsqueda de Cesárea Tinarejo en Los detectives salvajes); la parte de Amalfitano (la vida de un profesor catalán de filosofía que se marcha a México con su hija a una ciudad, Santa Teresa, supuestamente Ciudad Juárez, donde se están cometiendo múltiples asesinatos de mujeres que a menudo quedan sin resolver); la parte de Fate (las vivencias de un periodista deportivo durante varios días en Santa Teresa); la parte de los asesinatos (una letanía de asesinatos, con nombre y apellidos, durante trescientas páginas, cargadas de fichas policiales y autopsias); y, la parte de Archimboldi (la vida de Hans Reiter, el porqué de su cambio de nombre, sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial y sus relaciones con su editor, el señor Bubis, y su esposa).
La historia es fundamental en esta obra. Escribe Bolaño: la historia, que es una puta sencilla, no tiene momentos determinantes sino que es una proliferación de instantes, de brevedades que compiten entre sí en monstruosidad. El sentido del año 2666 ya era preconizado en otra obra, Amuleto:...y luego empezamos a caminar por la avenida Guerrero, ellos un poco más despacio que antes, yo un poco más deprisa que antes, la Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio de 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo.
Los puntos de fuga de 2666 son infinitos. Podrían construirse infinitas novelas a partir de esta otra que ya lo es por sí misma. 2666 es una obra inconclusa y, sin embargo, el lector no alcanza esa percepción al finalizar su lectura. Es más bien la sensación de apertura, que Bolaño aplica sin cesar en esta obra y en Los detectives salvajes. Y, aunque resulte paradójico, queda la idea final de que toda la obra es una inmensa construcción incorporada en el interior de una vasta esfera que, de tan vasta, es infinita.
Pedro Garrido Vega (que vuelve a la carga)
lunes, enero 16, 2006
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4 comentarios:
Habrá que leérselo, compañero.
Garrido strikes back, niños y niñas!!!
Por fin esta página volverá a tener relatos de calidad...
XD
No te subestimes compañero. Además, no creo que por el momento escriba relatos. Me decaré más bien a las reseñas. Mi novela me exige que me dedique a ella por completo.
Por cierto, un saludo a los (más bien las) que leen esta página.
oficialmente me comprometo, y aquí me hago preso de mi promesa, comprar el primer ejemplar de esa novela en gestación. Eso sí, como sea tan larga como 2666 espero que pongas un resumen inicial ;).
Me alegra leer algo tuyo por aquí.
Me gustó los Detectives Salvajes, ando en espera de hincarle el diente a 2.666 pero mi primer contacto con Bolaño fue a través de uno de sus libros de cuentos, género que se ciñe a la perfección a su forma de narrar, a mi manera de ver. Fue "El Gaucho insufrible", aunque luego vinieron otros,y aún recuerdo la sorpresa y el placer de volverme a encontrar con lo que yo considero novedad literaria, caminos no andados. Es posible que a la larga todos lo sean (qué idea no se apoya en otras?) pero la cuestión es que no lo parezca... jeje.El cuento del policía de las ratas simplemente genial por no mencionar la conferencia de literatura y enfermedad: realismo, humor negro y la vivencia de alguien que en este caso sabía de lo que hablaba (para variar). En fin, me robó el alma si es que tengo de eso...
Que os llueva finito
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