lunes, marzo 13, 2006

El cerebro de Dios (experimento hipertextual), quinta entrega.

5.Donde aprendemos algo más sobre Blanchard y se insinúa un enigma criptográfico.

Leamos una breve reseña que sobre Emery Blanchard que escribió su hermano Auguste Blanchard:

Tras su muerte, Emery continúa siendo un desconocido, no sólo para los editores, que lo ignoraron siempre, ni para los lectores, que apenas compraron sus libros, sino para mí mismo, que apenas supe quién fue, salvo que era mi hermano. El siguiente es el decálogo vital que él consideraba el código deontológico del escritor y que encontré por casualidad entre sus pocas pertenencias:

a) El escritor no escribe: vive.
b) El escritor no vive: escribe.
c) El yo es la conciencia de sentirse diferente a cualquier otro animal, vegetal o mineral del universo.
d) El hombre es la neurona de Dios; la humanidad, su cerebro.
e) No existen la verdad ni la mentira, la moral es sólo una convención, un conjunto de reglas arbitrarias que definen cuáles son las decisiones acertadas que a posteriori se tildan de buenas o malas acciones.
f) Al contrario de lo que suele pensarse, cuanto mayor es el conocimiento mayores son las posibilidades de entender la magia.
g) La necesidad de escribir no obliga a escribir. El miedo puede ser más poderoso que la necesidad. El escritor puede no escribir jamás y no por ello dejar de ser escritor.
h) Apología de Hemmingway: la escritura debe ser sólo la región visible del iceberg. En lo oculto se encuentra el verdadero valor de la literatura, porque es allí donde encuentra cobijo la sensibilidad del lector.
i) Apología de Faulkner: los autores malos escriben novela; los buenos, cuentos; los muy buenos, poesía.
j) No existe la literatura. Todo es literatura.

Me piden que defina con un solo adjetivo a mi hermano: era obstinado. Su carácter le permitió ser, y en este juicio no me guía mi relación fraterna con él sino mis muchos años de variadas lecturas, el mejor autor que yo haya jamás leído, con permiso de un señor inglés, otro castellano y cierto ilustre heleno.

¿De veras lo ha leído?, Sí, claro, ¿También a usted le abordaron cuando leía la primera página?, Por supuesto, y me dieron un maletín como ese que lleva usted ahí, ¿Quién se lo dio?, Un tipo alto, moreno, no me quiso decir su nombre, ¿Nadie más?, Sí, una mujer, ¿Ana?, Sí, se llamaba Ana, aunque, ahora que lo pienso, tan sólo recuerdo de ella su voz y sus manos, ¿Y qué encontró cuando abrió el maletín?, Nada, ¿Cómo que nada?, No pude abrirlo, me fue imposible encontrar la combinación adecuada, ¿No bastaba con probar todas las combinaciones posibles?, No, si se falla tres veces se bloquea el sistema, ¿Y entonces?, Entonces alguien llamó a mi casa, me pidió el maletín, se lo entregué y ya no volví a verlo más, ¿No sospecha qué es lo que puede contener?, No tengo ni la más remota idea, ¿Ni siquiera después de haber leído el libro?, Ni siquiera, Esto es de locos, Desde luego, pero seguramente usted y yo también lo seamos un poco...¿a qué se dedica, si puedo preguntárselo?, Oh, mi trabajo es un tanto inusual..., en fin, busco libros en las bibliotecas, ¡¿Cómo?!, Busco.., No, ya le he entendido, ¿sabe?, yo también me dedicaba a buscar libros en las bibliotecas, No puede ser, Sí, se lo prometo...¿dónde encontró el libro?, En una biblioteca, Por supuesto, como yo, ¿le importaría contarme cómo?, pero no ahora, estoy trabajando, tal vez esta noche, podríamos quedar en la puerta de esta cafetería, a las once, por ejemplo, ¿le parece bien?, Por supuesto, aquí nos veremos. Creo que tenemos muchas cosas que contarnos, Desde luego, ¿Su nombre?, Rómulo Gea, ¿y el suyo?, Ulises Alonso, encantado, Encantado.
Y Rómulo se marcha con el libro y el maletín, dejando el sándwich y el café sobre la mesa sin siquiera probarlos, pensando qué querrán de él, qué significa toda esta locura, qué escribiría el maldito Blanchard.

6.Donde descubrimos a algunas de las amistades (¿?) de Rómulo.

Nueva excursión, esta vez hacia un hueco en una estantería. Entre dos volúmenes que no viene al caso describir encontramos un cartapacio, lo abrimos con premura y descubrimos un fajo de manuscritos que un buen grafólogo no dudaría en confirmar que pertenecen a nuestro héroe. Leamos, de momento, el primero:

Cuerpo y mente son la misma realidad, sentencia Arnsten, La estructura del cuerpo se encuentra codificada en el cerebro y bien podríamos ser sentimientos flotantes (almas levitantes, insiste ella) más que bípedos implumes y yo la contemplo con el mismo rostro de extrañeza que de costumbre como paso previo a su disertación, que nunca me canso de escuchar, y pasa al ataque afirmando como profeta aún no realizada (¿o se dice profetisa?), Podrá llegar el día en que nos valgamos únicamente de nuestro cerebro para hacer todo aquello que queramos, ya sea realizar un crucero por las islas griegas, enamorarte de una rubia (y aunque nunca, escúchame, nunca te hayan gustado las rubias, me espeta, no sé si con cierto resentimiento), pasear junto al mar, ahogarte en un río o practicar sexo sin fin, Sin control, sin límites, pienso yo, Y todo ello gracias al conocimiento del único órgano que nos permite vivir de verdad, lo que nosotros llamamos vida y no esa simple mecánica del corazón, los pulmones y el hígado que tanto se empeñó en Des-cribir el Des-compositor Descartes, que se queda en la superficie, que es como decir que hay tres círculos de colores y dos cuadrados en una obra de Kandinsky, y yo la interrumpo, Pero lo que dices puede conseguirse ya mediante la meditación, No, es mucho más, me dice ella, que, como de costumbre, comienza a irritarse por mi falta de entendimiento, Estos humanistas de café, refunfuña entre dientes, No es eso lo que trato de explicarte, sino la extirpación completa del cuerpo, fuera los brazos, la piel, el rostro, que el rostro sea el conocimiento y el corazón la sensibilidad del individuo, que tan sólo seamos capaces de ver un cerebro donde ahora hay un cuerpo, Me sale ahora con eso de la belleza interior y yo que pensaba que la conversación iba a ser más trascendente pienso siempre, pero ella, presta, llega al punto crucial, Por tanto, nuestros cerebros conectados a ordenadores que controlen nuestra actividad mental y que sean capaces de cumplir todos nuestros anhelos, conseguir que nos sintamos dueños del mundo, en armonía con el cosmos, ser nuestros propios dioses, decidir sobre nosotros mismos. Vivir, el punto es suyo, para dar más énfasis, no mío, que aún conservo un prurito desde que coloqué el último punto y seguido en un texto, y por eso sigo sin poner puntos, Aún queda para eso ¿no?, inquiero no sin cierto desasosiego, y ella que ve la sorna donde en realidad siempre la hay, me da la espalda y no le queda más opción que dirigirse a Konsgrüen, el pintor salvaje, que es el único libre en ese momento y que la invita con una sonrisa a entablar una conversación que ella sabe de antemano que finalizará del mismo modo que lo ha hecho la que ha mantenido conmigo, y de nuevo comenzará el partido, yo lanzándosela a Konsgrüen y él a mí, sin cesar, Arnsten pelota Penn de pelo amarillo, Konsgrüen primera raqueta, Rómulo raqueta gemela, preparando temas extravagantes sin fin, Mecánica cuántica o La caída del imperio newtoniano, Índice de mortalidad causado por la flecha del tiempo, Del Big Bang al Big Cruch o cómo perder el tiempo generando universos y otros grandes éxitos de la Compañía Rómulo-Konsgrüen Arnsten´s Entertaiment

7.Donde descubrimos un juego especular que causa desasosiego en nuestro héroe.

Rómulo llega a su casa, deja el maletín sobre una silla, se sienta frente a una mesa y abre la ventana:

Salió de casa, apresurado, como siempre, caminó a grandes zancadas por la calle y se introdujo en el buche de la ciudad, atravesó los tornos de entrada al metro y esperó en el andén la llegada del gusano de metal...

Intrálogo.
Sabemos cómo continúa el texto hasta este mismo momento en el que incluso las palabras que está usted leyendo se encuentran en él. No se trata de un libro infinito donde todas las combinaciones de palabras se encuentren contenidas, pues tan sólo se encuentra esta combinación de palabras. Rómulo es para usted, Lector, además de usted mismo, un personaje de ficción, pero del mismo modo que hoy lo son ya Sócrates, Cervantes o, con muchos más méritos para alcanzar tal condición, Cosmas Indicopleustes. Curioso: la muerte nos torna personajes imaginarios.
Se plantea ahora una cuestión para el Lector que no es baladí observada desde fuera (fuera significa desde los derechos de autor) pero que ha de ser irrelevante para el Lector. Lo que ocurra a Rómulo seguirá ocurriéndole a él y a nadie más y es igual quién nos lo cuente y tomando qué fuentes.
No se apure, Lector, quien esto escribe se dará a conocer cuando sea relevante para la narración. Lo sé, es una estrategia tramposa, pero la literatura no es mas que una enorme trampa. Por ahora, volvamos a nuestro relato.

Rómulo lee con denuedo las páginas del libro y el asombro crece sin remisión. Las posibilidades que se plantean son diversas, tal vez todas de índole fantástica:

a) El libro se escribe a medida que tiene lugar la vida de Rómulo, una forma de escritura del presente.
b) Emery Blanchard ya vio de algún modo lo que había de suceder. Rómulo recuerda un relato de Piglia en el que todo lo que escribe un autor sucede después.
c) Alguien sigue sus pasos y de algún modo que él no comprende le arrebata el libro e inmediatamente escribe en él. Las notas encontradas en su casa las habría recogido con anterioridad y dispuesto en el relato en función de las circunstancias.
d) Él es tan sólo una ficción y, por tanto, todo puede ocurrir. Piensa Rómulo que esta idea no es verosímil pues sea quien sea el que escriba buscará que el texto tenga cierta credibilidad.

Rómulo cesa de leer en este instante. Nosotros nos adelantaremos a él en la narración, si no tendríamos que esperar a que abriese de nuevo el libro. No esperemos.
Coge su abrigo, se lo pone, deja caer el libro en uno de sus bolsillos y adopta una pose similar a la de Arturo Belano, ese personaje que siempre le ha fascinado. Sale a la calle y respira el aroma que llega desde un jardín cercano.
Pasea por la ciudad, deteniéndose en algunos escaparates. Qué ocurre, piensa. Qué es todo esto, piensa. ¿Soy ficción?, piensa, ¿Soy real?, piensa. ¿todos los volúmenes de El cerebro de Dios contienen la misma narración, o se escriben a medida que el lector los lee? Le aterroriza abrir el libro por el final y descubrir su propia muerte. Le aterroriza saber que su vida puede estar escrita de antemano. Ese descubrimiento privaría de sentido a cualquiera de sus actos. Tal vez si abre el libro por la mitad tan sólo encuentre páginas en blanco, piensa. Esa sería la confirmación absoluta de su libre albedrío. Pero si encuentra texto...
Emery Blanchard

4 comentarios:

Marga dijo...

Volvemos a los círculos, esta vez de los que hacen disfrutar, genial el enlance de la muerte y esos dos que remiten al propio blog, sobre todo el de ficción... acabareis retroalimentando a la bestia con dos cabezas que sois en ese enlace? jeje

El decálogo de Emery me lo quedo...


Saludos

Kay dijo...

Genial, nene... Más círculos y multiversos dentro de sí mismos...

Joder, con el decálogo

Pedro Garrido dijo...

Aún quedan más ciclos, ya veréis. Y bastantes sorpresas más.
Lo del decálogo es una idea que me dio un libro de Vila-Matas (Pasrís no se acaba nunca, os lo recomiendo, este tío es muy bueno; también está muy bien, Bartleby y compañía) en el que Marguerite Duras le propone diez reglas a Vila-Matas para ser un buen escritor. No son, claro, estas que Emery propuso (en realidad no tienen nada que ver) pero la idea del decálogo sí partió de ahí.
Aunque, al final ,cada uno escribe como puede. No valen las reglas.

Marga dijo...

jajaja yo estoy ahora con el Doctor Pasavento! me encanta Matas y sus realidades-ficciones-literatura!! (aunque tengo un amigo que dice que siempre escribe el mismo libro, yo creo que es envidia... jeje)

Y no, no hay reglas y si las hay... acabas traicionándote! bendita traición!!