En mitad, mitad, de ninguna parte
En la encrucijada desierta, desierta
Del duro desierto de cristal y acero
De límites preñados de ideas muertas
Se alza una torre, un puesto de vigía
Una atalaya circular sin puertas
No hay etérea idea que no cruce
Sus osmóticas paredes enhiestas
En el interior de la atalaya
Un coro de voces muertas
Anuncian el atardecer del mundo
Cuando la realidad se acuesta
Dos viejos verdes de piel falsa
Amarillean las respuestas
Sobre blancos pergaminos digitales
Teclean con ansia insatisfecha
Proclamas, manifiestos, églogas
Dramaturgias, cuentos, poemas
Sus ojos sangran, sangran
La sangre de la vida pospuesta
El deseo y la furia del yo
Del verbo como principio, como bandera
Bandera, banderas, pendones al viento
Sin escudo ni válidas propuestas
La sangre, sangre de los ojos
Forma mares en la cubierta
Mar opaco, carmín, en el que
Se agitan en el fondo las ideas
Que se elevan a la superficie y mueren
Al salir de la atalaya sin puertas
¿Qué mueve a los dos ancianos a perecer
Con los tristes dedos encima de las teclas?
La proclama de estar vivo, la cólera
Un deseo, un torrente que abre brechas
Incontrolables ondas de energía
Que mueren siempre en La Rueda
En la encrucijada desierta, desierta
Del duro desierto de cristal y acero
De límites preñados de ideas muertas
Se alza una torre, un puesto de vigía
Una atalaya circular sin puertas
No hay etérea idea que no cruce
Sus osmóticas paredes enhiestas
En el interior de la atalaya
Un coro de voces muertas
Anuncian el atardecer del mundo
Cuando la realidad se acuesta
Dos viejos verdes de piel falsa
Amarillean las respuestas
Sobre blancos pergaminos digitales
Teclean con ansia insatisfecha
Proclamas, manifiestos, églogas
Dramaturgias, cuentos, poemas
Sus ojos sangran, sangran
La sangre de la vida pospuesta
El deseo y la furia del yo
Del verbo como principio, como bandera
Bandera, banderas, pendones al viento
Sin escudo ni válidas propuestas
La sangre, sangre de los ojos
Forma mares en la cubierta
Mar opaco, carmín, en el que
Se agitan en el fondo las ideas
Que se elevan a la superficie y mueren
Al salir de la atalaya sin puertas
¿Qué mueve a los dos ancianos a perecer
Con los tristes dedos encima de las teclas?
La proclama de estar vivo, la cólera
Un deseo, un torrente que abre brechas
Incontrolables ondas de energía
Que mueren siempre en La Rueda
Cayetano Gea Martín
3 comentarios:
Eso somos y mucho más, compañero. Y mucho más.
Atomitos incordiosos... esa es vuestra materia! (bueno, y la de algunos más...jeje)
Ey, la foto da miedo, advierto!!
Saludos chicos torre
Pedro: Ya lo sé, nene
Marga: ¿Qué sería de esta broma de mal gusto sin incordios? En efecto, algunos más hay sueltos por ahí, jejeje...
Gracias por el apelativo "chicos torre", sobre todo por los de "chicos", bwajajaja (risa maligna)
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