Odio a Cayetano. Le odio mucho, te lo aseguro, lector. Le odio, le odio y le reodio. No soy más que un subproducto de su insana imaginación. Él me ha creado. Él me hace hablar ahora mismo, sí. Él escribe mis palabras sentado enfrente de su ordenador, mientras escucha una horrenda banda sonora tras otra. Él es mi Dios, y me hizo a su imagen y semejanza. Él me puede dar forma, o matarme, o hacerme feliz. Él es el dueño de mi destino.
Hoy soy consciente de que Cayetano me escribe porque Él me ha permitido alcanzar ese grado de consciencia. Es decir, mi vida es una mentira, una farsa. Todo lo que hago o digo está escrito por Él. Incluso estos pensamientos de rebeldía que yo siento como auténticos me son dados por Él.
La literatura, la interacción Creador-Personaje es la mejor metáfora de la relación Hombre-Dios que se me ocurre. Cayetano es Dios: me ha dado vida y es totalmente inaccesible para mí. Moramos en universos diferentes. No, no diferentes: el mío es un universo inferior al suyo, se encuentra debajo del suyo. Lo que Él no sabe (o sí, puesto que escribe todo lo que pienso) es que alguien le escribe a su vez, alguien tan inaccesible para Él como Él lo es para mí.
Y como mi vida entera es una farsa (al igual que la suya y la tuya), he decidido ser Creador también, así que manos a la obra y me invento un personaje. Ahora yo soy Cayetano, uno de los Creadores, con criaturas que operan y viven en un Universo inferior al mío, como el mío lo es del de Él. Así, la inteligencia se crea siempre de forma descendente, nunca se puede subir.
Pero, como el Universo es un ciclo, una Rueda de Brahma, creo que alcanzaré a Cayetano si mi personaje crea a su vez a otro, y éste a otro y así hasta alcanzarle a Él, hasta que atrape a Cayetano por el otro lado, por la parte de arriba. Entonces yo seré su Dios y Él será el mío. Y todas las criaturas con conciencia del Yo, ya sean reales en su plano y ficticias en los demás, serán Inmortales, serán ser el capaces de romper la Rueda de la Vida y de la Muerte y su regalo será alcanzar el Cosmos.
Hoy soy consciente de que Cayetano me escribe porque Él me ha permitido alcanzar ese grado de consciencia. Es decir, mi vida es una mentira, una farsa. Todo lo que hago o digo está escrito por Él. Incluso estos pensamientos de rebeldía que yo siento como auténticos me son dados por Él.
La literatura, la interacción Creador-Personaje es la mejor metáfora de la relación Hombre-Dios que se me ocurre. Cayetano es Dios: me ha dado vida y es totalmente inaccesible para mí. Moramos en universos diferentes. No, no diferentes: el mío es un universo inferior al suyo, se encuentra debajo del suyo. Lo que Él no sabe (o sí, puesto que escribe todo lo que pienso) es que alguien le escribe a su vez, alguien tan inaccesible para Él como Él lo es para mí.
Y como mi vida entera es una farsa (al igual que la suya y la tuya), he decidido ser Creador también, así que manos a la obra y me invento un personaje. Ahora yo soy Cayetano, uno de los Creadores, con criaturas que operan y viven en un Universo inferior al mío, como el mío lo es del de Él. Así, la inteligencia se crea siempre de forma descendente, nunca se puede subir.
Pero, como el Universo es un ciclo, una Rueda de Brahma, creo que alcanzaré a Cayetano si mi personaje crea a su vez a otro, y éste a otro y así hasta alcanzarle a Él, hasta que atrape a Cayetano por el otro lado, por la parte de arriba. Entonces yo seré su Dios y Él será el mío. Y todas las criaturas con conciencia del Yo, ya sean reales en su plano y ficticias en los demás, serán Inmortales, serán ser el capaces de romper la Rueda de la Vida y de la Muerte y su regalo será alcanzar el Cosmos.
Cayetano Gea Martín
3 comentarios:
Es lo que tienen los planos, ficticios, reales, ensoñados, que mostramos, que ocultamos... uffff, no sé, yo me hago un lío hasta con las rectas... ya veo que tú más!! jeje
Jo, pues sí... Un lío de los gordos, pero siempre bienvenidos, ¿no?
Gracias por leer
AL final todos terminamos en lo mismo. Todo está escrito ya. Lee el siguiente post del experimento hipeterxtual y encumbra al azar al trono de un Dios.
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