lunes, octubre 16, 2006

Pierradas IX (1 de 3)


El encuentro

Cierto día de otoño, descansando en un café parisino mi fatigado cuerpo de los rigores estivales a los que Pierre Menard me sometió en Finlandia, pude observar, sorprendido, a una mujer de idénticas trazas que las de mi mentor y amigo. No era solamente una vaga similitud en la complexión, por otra parte bastante patizamba, de Monseur Menard, sino que ambos rostros hacían pensar en la posibilidad de que hubiera descubierto a su hermana gemela o siamesa: la misma nariz aguileña a la par que ancha, los labios finos, la frente en huida hacia la coronilla, los ojos chicos en los cuales brillaba el mismo engañoso destello de inteligencia; en resumen, la señora en cuestión poseía un calco idéntico del rostro de Pierre.
Decidí armarme de valor y, a pesar de ser enemigo de entrometerme en la vida de los demás y, por ende, poco dado al abordaje de la burbuja personal que a cada uno nos ha concedido Dios, me acerqué a la fémina.
A pesar de mis dificultades por mantener la verticalidad, debido a la ingesta ligeramente abundante de cerveza rubia de malta, conseguí mantenerme eréctil, con perdón, cuando interrogué a la, que ya me lo figuraba sin ninguna duda, hermana de Pierre Menard.
Su identidad era, no obstante y como se ve a continuación, bien distinta.


La hipótesis

-Excusez-moi, mademoiselle –ataqué al oxigenado clon de mi mentor- ¿Por ventura no será usted hermana del famoso escritor Pierre Menard?
La expresión de sorpresa que se dibujó en el rostro de la dama, me hizo pensar en la hipótesis de que quizá ella no fuera consciente de tener un hermano, y que podría ser su existencia, real y palpable (aunque no me atreví a tal) por otra parte, fruto de una aventura out of marriage, lo que la convertiría en hermanastra y no en hermana al cien por cien; pero aún así, creía que mi amigo tenía derecho a saberlo, y quería proceder de inmediato a ponerme en contacto con Pierre.
Me lamenté del poco tacto a la hora de abordar a la hermanastra de mi mentor, pero hay que tener en cuenta la aguda dipsomanía, como ya comenté, que embotaba mi sistema nervioso central.
Sin embargo, como dije antes, todas mis teorías se fueron al traste en poco segundos.


El travestido

-No se extrañe de verme de tamaña guisa, mi buen amigo. La necesidad, y no otra menester, me ha abocado a esta suerte de travestismo.- Me soltó en voz baja Pierre Menard, pues de él de trataba en realidad, y no de una presunta hermanastra ilegítima.
¡Cuánta razón tenía mi difunto padre al decirme que la razón más lógica suele ser la verdadera! Sabias palabras a las que, empero, en esta ocasión y en otras precedentes, he aplicado el axioma de toda generación posterior, consistente en hacer caso omiso de los preceptos paternos.
Efectivamente, resultó ser mi mentor el esperpento vodevilesco que dañaba mis retinas, inclinadas más hacia lo bello que al astracán. Por fortuna, Pierre se explicó rápido, al percatarse, como gran conocedor de las idiosincrasias del alma humana que era, de que mi estupor dejaría pronto paso a la chufla. Así, Monsieur Menard relató lo siguiente...
Cayetano Gea Martín

2 comentarios:

Cocó Chanel dijo...

Oh, que inauguro la promesa de mas belleza, que aca hay guisa de metafora y me quedo un rato que para que se ha hecho esta noche sino para leerte, Kay!
Un te verde le dejo en la mesa, y no se si fuma, pero estoy cigarros estan de maravillas....Ahi, el atado, si no...prenda el sahumerio que adverti sobre la nube temprana de la sierra...

Kay dijo...

¡Oh, porteña habitante de Tong-Ling! Me conmueven tus palabras de noche/día, allende los mares...

El té verde lo agradezco en cantidades masivas de elogios, ya que soy teinómano hasta la médula... Los cigarillos ya no, que como ex-fumador que soy no me convienen... Aunque no me he vuelto un radical anti-nicotina como muchos de los míos, y con sumo gusto inhalaría el humo vuestro en un café...

Gracias por escribir tan condenadamente bien (y por seguir recordándome lo mediocre que lo hago yo, je, je...).

Besos de Pierre Menard