El sinónimo del verbo
es el alma de la repetición,
de la doble rutina,
del dos por uno al precio de medio.
Pero, sin embargo, al fin y al cabo,
produce una sinfonía de placeres:
que el hombre no es feliz
sin barro en las manos
que moldear al antojo
de otros más sabios.
En cuanto termine de hundirme,
ascenderé a tu rostro y
lo moldearé como me plazca,
hasta formar aquella
mujer inexistente que persigo
envuelto en noches de mortaja húmeda,
de desafíos calóricos.
Y tú, icor de clítoris,
flotando dentro de la cerveza
que diluyo en mi sangre,
sangre sucia
de pensamientos impuros e inmorales
que amo tanto.
Pero ellos se alzarán, por supuesto:
me supondrán culpable de sus desgracias,
de no ser capaces
de sacarle el corcho
al vino de su propia cosecha.
Me rodearán con sus candados al cuello,
me apalearán y violarán;
para después marchar
en fila de a siete hacia el cementerio,
profanando las tumbas de los santos ateos
con sus pies de plomo.
Y los locos me rondan, me saben uno de ellos.
Y otra noche clónica
detrás de ellos y delante de ellas,
empapando el delantal de rubio,
de trenzas de pan de oro
que ascienden en ráfagas de feromonas.
Otra noche de escalar lunas,
de trepanar cráneos, de abrazar Venus,
de contemplarlas como fenómenos milagrosos,
templos, espumas de diosas.
Si tuviera que nombrarte, serías Epifanía.
Cayetano Gea Martín
3 comentarios:
FANTÁSTICO!!!!!
UN ABRAZO
ANDREA
Muy bueno!!
Aunque das algo de miedo... será tanta santidad dada la vuelta?
Besosss, Caye
ANDREA: Muchas gracias por los cumplidos.
Besotes
MARGA: Siempre queda algo de santidad pululando... lamentablemente, jejeje
Besotesss
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