martes, octubre 17, 2006

Pierradas IX (2 de 3)


La pasión

-Se preguntará usted, amigo mío, a qué se debe mi estrafalario aspecto. La respuesta, como todos los grandes enigmas de la vida, no puede ser más sencilla. La pasión, querido colega, la pasión me ha llevado a comparecer ante usted vestido de mamarracho. Esperaba ser capaz de encerrarme en mi casa y quitarme todo sin que nadie me reconociera. Por ende, le felicito por demostrar, una vez más, su fina sagacidad sherlockiana. Permítame, pues, relatarle mi historia con la mayor brevedad posible, ya que los afeites y ungüentos que nublan mi rostro comienzan a provocarme cierta comezón en el mismo.


La tentación

“¡Oh, cómo detesto que me vea usted así, en esta fémina mortaja que me sirve de justo castigo por ceder ante la lujuria desenfrenada! ¡Oh, carne débil!, eres incapaz de contener las riadas de concupiscencia que brotan por cada poro de mi cuerpo! Y es que debo confesarle, caro amico, que después de nuestro encuentro en tierras escandinavas, y de promulgar mi célebre 'Disertación o sentencia empírica sobre la inferioridad del pensamiento nórdico en comparación directa con el francés', me entró tamaño dolor de cabeza que me desmayé en el navío que me trajo de vuelta a Francia. Entre espasmos de inconcebible dolor, pude reconocer a mi vieja enemiga, la jaqueca, que venía a recordarme, una vez más, que todos somos prisioneros de nuestro finito cuerpo mortal”.


La curación

“No sé si recordará usted cuál es el único remedio que me auto-prescribo para mis jaquecas; la única solución efectiva al punzante dolor que me paraliza cuerpo y mente. Permítame refrescar su memoria: el sexo. Por ello, y debido al aspecto paliativo-curativo-terapéutico que la actividad sexual produce en mi cabeza, me lanzo cual sátiro perseguidor de ninfas a por todo lo que lleve falda. Este defecto, tanto en mi carácter como en mi metabolismo, me ha provocado no pocos quebraderos de cabeza, como se puede usted imaginar. Indeed, mi aspecto actual es el resultado del último de éstos, el cual paso a relatarle a continuación con la celeridad que me caracteriza”.


La explicación

“Juntando en una sola pasión tanto mi amor por la literatura como por los pecados veniales, decidí camelarme a la ibérica esposa del librero, la cual, dicho sea de paso, de un tiempo a esta parte la notaba receptiva a mis sutiles alegatos. Creo que fue al undécimo ramo de flores, con sus correspondientes bombones y profilácticos, cuando al final cedió, cual Madame Bovary andaluza, ante mi natural encanto.
Concertamos, pues, de mutuo acuerdo, la que debería ser la primera de innumerables citas. Así, me presenté como un pincel en su domicilio, aprovechando la ausencia de su cónyuge, que se hallaba visitando a un hermano suyo sito en la hermosa y soleada Madrid. ¡Bendito cuñado, pues, el de ella, que me proporcionaba indirecta e involuntariamente el mayor de los placeres y el alivio a mi fatigada cabeza! O así, tan dulcemente, me lo plantee yo”.
Cayetano Gea Martín

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