viernes, mayo 26, 2006

Ceniza en polvo

Ceniza en polvo para marcar tu rostro con el estigma de mi indiferencia.
Ceniza en polvo: con la cadencia de huesos y piel de las alimañas muertas.

Cayetano Gea Martín

martes, mayo 23, 2006

Fatalidad muerta


La luna llena que viola estrellas y que no puedo matar
Esconde la lujuria mortal más allá del cielo de verano
Se extiende, con las alas negras de la corta noche lunar
Hacia tu frío y muerto seno putrefacto

La luna, que continúa su existencia
Refleja las carencias y los anhelos
La miseria que anida en la falsa conciencia
La sucia ansiedad que mancha mis dedos

La negra, negra desidia de los días
Pasados, presentes y los que vendrán
O eso nos dicen, nos prometen, nos porfían
La esperanza de un braguetaza existencial
Que nos saque puros del pozo de la mierda

Rostros de niños muertos apilados nos esperan
Su sangre destilada en ánforas cuneiformes
Vasos de rojo licor apurados hasta las heces
La muerte, muerte, muerte que nos precede
Que nos acecha, inconforme
Más allá del sexo frugal,
Del hambre pornográfica del viernes
De la vida, de mi vida mortal
De la tuya en ciernes
¡Créeme! Si escoger puedo
Escojo que la fría parca
Se te lleve a ti primero
Cayetano Gea Martín

sábado, mayo 20, 2006

ANUNCIO

Como ya habréis supuesto la mayoría de los que leéis esta página, El cerebro de Dios será mi novela. La he trasladado, por problemas de espacio y orden fundamentalmente a El experimento hipertextual, donde encontraréis alguna sorpresilla. Pido paciencia y, si hay errores, que me sean perdonados. Intentaré agradecer vuestra buena disposición con mi esfuerzo (ha quedado claro que he escrito con esfuerzo y no con una buena novela, ¿no?).
Por supuesto, otros cuentos y los A propósito de... seguirán publicándose en esta página.

Un saludo a todos.

Pedro Garrido Vega

viernes, mayo 19, 2006

La conoció.

...y no hubo terremotos, ni olas gigantes, ni eclipses, ni estallidos, ni luces de colores, ni mariposas, ni fuegos artificiales, ni manos sudorosas, ni músicas celestiales, ni vello erizado, ni bola en el estómago, ni garganta seca, ni pájaros trinando, ni brillo en los ojos, ni mudas exclamaciones, ni sonoros sollozos, ni cometas errantes en el cielo, ni carteles luminosos, ni eternidades, ni besos, ni palabras, ni gestos.
Pero se enamoró perdidamente de ella.
Pedro Garrido Vega.

miércoles, mayo 17, 2006

¡Ops!

No tengo ordenador, así que no podré escribir mucho por aquí, salvo algún poemilla rápido que descargue en algún momento de relax laboral, por lo que el desenlace de 'El Viaje' se queda colgando, sorry...

jueves, mayo 11, 2006

El Viaje, Capítulo IV. Este cruel cabaret de frustraciones (2 de 3)

El niño, el niño
El niño me observa desde su libro
El niño sabe, conoce, comprende
Me obliga a recordar, a medrar

Salgo y navego por la Babilonia triste, llena de crisantemos que cantan en noches sin luna, sin corazón y sin un libro sagrado bajo el brazo, bajo el fuerte brazo del cual me enamoré, antes que del rostro, sí, antes que del también hermoso rostro gitano curtido al sol de su campo idealizado cargado de

Flores rojas, blancas, rosas
Color de las sencillas cosas

De las necesidades básicas de un pueblo triste, tercer mundo del primero: el campo español, tan lejos de Europa, de los viajes y de los descubrimientos en tierras lejanas, pero un vida, al fin, una vida, me enamoré de su vida, del color de sus ojos, de su serenidad, de su torso masculino, de su pelo pajizo, de sus manos fuertes de campesino, de hombre que no le debe nada a nadie, nadie, y de su cuerpo hercúleo, como se suele decir, mientras

Imaginaba indecencias con el crespo pelo cubierto de algas
Mientras él azotaba con su miembro eréctil mis feas nalgas

Escenas subidas de tono que sé que jamás se cumplirán, que seguiré medrando en esta vida de mierda, de supermercados, de tirar del carro, del gordo retrasado mental de mi media naranja, de mis descendencia que odio y que asfixiaría debajo de la almohada si no tuviera demasiado miedo a la cárcel, a la condena de los hombres, ¡hombres!, cómo los odio, de día no hay luna llena para las mujeres, mujeres, y me enamoro como una quinceañera de él, de él, de Antonio

Antonio, Antonio, Antonio
Daría mi vida entera al demonio
Porque me comieras todo el

Alma que surge y que sabe que todo le ha salido mal en la vida por el mero hecho de ser fea, fea, fea, como si nada más importara, y por eso odio al resto de la humanidad y me gustaría que, oh, sí, me gustaría que

Una guerra, un Dios vengativo
No dejara a ninguno vivo

Ninguno, por eso no me arrepiento de lo que hice, no, señores del jurado, no, ja, fui yo, fui yo, yo le conté al otro, al cerdo, al chovinista, a Carlos, toda la película, por venganza, sí, por despecho, por vendetta, por odio, por condena, si no me quería a mí, me jodería pero me tragaría el sapo, pero caer en las garras de la otra

Zorra babilónica que se frota con ardor
El rosado y jugoso botoncito del amor

Amor que nunca tendré ni yo ni nadie ni ahora ni nunca porque soy fea, fea, y odio mi vida y a todos los cabrones y putas que han conseguido que mi felicidad sea imposible

Impacto


Cayetano Gea Martín

martes, mayo 09, 2006

Luis Cernuda

Variadas lecturas me han conducido últimamente a Cernuda. Aconsejo la lectura de La realidad y el deseo a amantes y no amantes de la poesía. Como muestra, un poema de amor. A Marta le gustará. Espero que al resto también.

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la gente erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad
de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería al fin aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso
en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia
mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu,
como leños perdidos que el mar anega o levanta,
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia.
Si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he
vivido.

Luis Cernuda.

lunes, mayo 08, 2006

A propósito de...Todo lo que se ve, de Alberto Ávila Salazar

Es posible que exista otro yo como el de Borges que escriba por ti sin que tú no lo sepas. Es posible también que ese otro yo sea tu antimateria y que cuando lo intentes saludar con un apretón de manos, tú y él desaparezcáis en medio de una súbita explosión de luz y energía.
Alberto Ávila Salazar ganó con la novela Todo lo que se ve el Premio Art Joven de la Comunidad de Madrid. Es una literatura diferente, una apuesta por la búsqueda de nuevas formas de narrar desde autores no convencionales.
Creo ver en el fondo de la novela, siempre presente y mirando con ojos agradecidos, a Georges Perec, al que nunca me cansaré de elogiar. No en vano, la primera parte de esta novela (consta de dos) se titula Los objetos, lo que no está muy lejos de aquella otra del autor francés titulada Las cosas, del que escribí (qué pretencioso me parece escribir siempre esta palabra) una breve reseña en esta misma página. Leí una crítica de esta novela que ahora nos ocupa en Babelia, de donde, por cierto, no salía muy bien parada y en la que no se mencionaba ni por asomo a Perec algo que tras haber leído la novela, me parece imprescindible a la hora de comentarla. Sí nombraba el crítico como influencia de esta novela a Borges, si bien hacerlo no es un gran acierto ya que todos sabemos que Borges es omnipresente.
Si nos detenemos a comentar estrictamente el argumento de la novela, ésta narra la historia de un hombre que escribe un evangelio que eleva a su reciente mujer a la altura de una diosa. De ese evangelio se reparten tan sólo cuatro copias por el mundo. Pronto se formará una secta de adoradores de su mujer. Podría decirse, por tanto, que la novela trata acerca de un hombre que ve cómo poco a poco su mujer se convierte en un Dios. Pero tal vez no sea eso lo mejor del libro: tal vez lo sean los dos casos similares (aunque fantásticos) a los que Oliver Sacks narra en sus libros (recuerden los lectores de esta página que ya he recomendado a este autor hasta la saciedad, aquí y aquí), una extensa lista de autores que se suicidaron y otra de personas que creyeron escribir por la mano de escritores ya difuntos, en un estilo muy similar al de Vila-Matas (no sé si es realmente influencia o no del autor catalán, pero es innegable la similitud, aunque sólo sea por los temas tratados), varias propuestas para futuras novelas en las que algunas de ellas se detienen a plantear ideas estéticas, una enumeración de tarjetas máximas (postales con una ilustración que portan un sello con esa misma ilustración y que fueron enviadas en una fecha que poseía relación con dicha imagen , todo muy de Georges Perec), algunas reflexiones sobre Dios y el fenómeno místico (muy en la línea de aquel comentario del libro La conexión divina, que ya comenté aquí), la descripción de algunos temas musicales de rock alternativo (muy en la línea de las descripciones de Fresán sobre algunos temas de los Beatles) y alguna idea de esas que Borges repetía sin cesar, como la de que todos los libros son uno solo, eterno y, tal vez, preexistente.Y muchos más temas que me niego a enumerar por falta de espacio y tiempo.
El estilo es muy ágil. Volvemos de nuevo a Georges Perec y, tal vez un poco a Borges, especialmente en algunos pasajes con ideas más filosóficas.
La novela está construida a base de pequeños fragmentos, teselas de un mosaico en el que, sin embargo, Alberto Ávila Salazar no colocó algunas de ellas y que obligan al lector a participar de la novela como parte activa, como ya intentaron algunos otros.Leí el libro del tirón y haré una relectura pronto. Son sólo 144 páginas que recomiendo a todo el que lea esta crítica, que más parece un evangelio de la novela. Estoy convencido de que al autor de esta novela le gustaría leer El círculo de los escritores asesinos, por algunas coincidencias interesantes que he encontrado entre ambos. Esta es la literatura que me hace pensar que una nueva literatura es posible.
Pedro Garrido Vega.

viernes, mayo 05, 2006

Las ruinas del edén

De un tiempo siento
El dolor de las llamas
El silencio del viento
El vacío de las palabras

Tan grande fue el mal
Que perdí el parnaso idealizado
Entre arrecifes de coral
Tu rostro fue por Dios enterrado

Y ahora se extiende
La baldía llanura desolada
Y me arrastra la corriente

Y ya las frías perlas ajadas
De tu triste cuerpo yacente
Consumen mis madrugadas


No intentes que sienta miedo
Diciéndome que es amor
Y el dolor que siente el viento
Es el mismo que siento yo

Alberto Rionda


Cayetano Gea Martín

miércoles, mayo 03, 2006

El cerebro de Dios (experimento hipertextual, hoy juego), décima entrega.

12.Milton.

Mientras camina por las calles de M., Rómulo observa un coche avanzando por la calzada que se frena ante un semáforo en rojo, contempla a un niño dando patadas a un balón, que rebota una y otra vez sobre la pared de un edificio, percibe el olor aromático del romero, que procede de un jardín cercano, escucha la algarabía incesante de numerosos niños que salen de un colegio al otro lado de la calle. La racionalidad de Rómulo no le permite excluir la causalidad de su percepción del mundo. Sólo existe una posibilidad, que es doble, de que tal condición no fuese posible:
1) Pudiera ser que, como tal vez ocurriese con el Libro, todo estuviese escrito de antemano. En ese caso, la existencia de la causalidad tal vez no pudiera obviarse, pero carecería de valor alguno para explicar el mundo.
2) Es probable que todo estuviese predeterminado de modo que la causalidad nos permitiese tener conciencia del mundo, comprenderlo. Es posible que todo estuviese diseñado para que percibiésemos la causalidad aunque ésta no existiese.
3) (pensamiento encadenado de Rómulo que no se había previsto de forma inmediata) Es posible excluir la condición previa de que todo esté predeterminado. Es más, puede que nada esté predeterminado. Eso no modificaría el hecho de que un dios como el de Malebranche, que es la causalidad verdadera, obrase siempre del mismo modo en el estado intermedio entre dos actos conocidos.

Estas reflexiones, piensa Rómulo, no conducen a nada. Su percepción de la causalidad sigue siendo clara. Tal vez exista la remota posibilidad de que un dios jugador se decida algún día a modificar las normas, a no permitir que un objeto caiga cuando se lance al suelo. Mientras tal cosa no ocurra, toda disertación al respecto es estéril y podría ser refutada. La forma más gráfica es aquella que relató Borges: un budista le explica a un soldado inglés que no existe la causalidad, que el mundo material es sólo una ilusión y un hombre es muchos hombres en la corriente de la vida. El soldado inglés le propina un puñetazo al monje, que se levanta, reprochando el acto al soldado. Este último le responde de forma elocuente que la causalidad no existe, que quién le propinó el puñetazo fue otro hombre, y otro hombre fue el que lo recibió.

¿Abrimos el cartapacio? No nos equivocaremos al hacerlo:.
Casualidad y causalidad se confunden fácilmente porque sus efectos se encuentran imbricados. Son sólo engranajes de una misma maquinaria. La casualidad puede ser parte de la causalidad, o puede que la causalidad no sea más que una casualidad. ¿Cómo revocar entonces este sentimiento opresivo de certeza de que el sentido de la vida es un sinsentido?

La poesía ha hecho de Milton su causa. Él es, ante todo, poeta, Milton, el perseguidor de los versos absolutos. Colecciona primeros versos de poemas. Le asustan las conclusiones, los finales, la muerte del poema. El poema es la metáfora más perfecta de la vida y los primeros versos constituyen el acto de génesis de ésta. La conclusión de los poemas es la destrucción, el apagamiento de todo ser: en el poema, del microcosmos que él mismo crea; en la vida, de toda conciencia del Universo.

La escalera del edificio es vetusta. La madera agrietada de, antaño pinos erguidos, sirve ahora a los usos del hombre, que vilipendia a la naturaleza en cada tala. Silencio, la tierra va a dar a luz un árbol. Rómulo agudiza el oído: ahí está, sí, naciendo, silencioso , erguido ya, leve aún, sobrevivirá al tiempo, a la historia, al hombre.
La puerta del ático de Milton es un muro. Milton podría ser Cernuda en su juventud: apocado, sensible, frágil, desdichado, enamorado siempre, desengañado siempre, incontables deseos insatisfechos en esa realidad vil, real realidad. Milton dice ser, como Cernuda, un hombre gris que avanza por la calle de nieblas, que no lo sospecha nadie, que es un cuerpo vacío. Dice ser vacío como pampa, como mar, como viento, desiertos tan amargos bajo un cielo implacable. Milton está solo, se sabe solo, se siente solo. Vive solo y morirá solo y es que quiere quedar/seguir siguiendo,/subir, a contramuerte, hasta lo eterno. Todos los hombres viven y mueren solos, huyendo en el río del tiempo que arrastra a la vida, corriente finita de subjetividad presente, que trascurre sabiendo nada más que vivir es estar a solas con la muerte. Milton ha andado muchos caminos, ha abierto muchas veredas, aunque sabe que tales caminos, lo son sólo sobre la mar..., Milton es poeta, poeta de amargura, de lágrimas sin derramar aún sobre su desconsolada mejilla pálida, que ansía caricias, que las rechaza, que vive como barco a la deriva y tan sólo mostrará sus luces cuando sea despojado de su sombra allá en la profunda obscuridad de la tierra, al contrario de aquel que cantó a la muerte: cae el último abismo de silencio/ como el barco que se hunde apagando sus luces. Milton rechaza dádivas del porvenir. Se sumerge entre los despojos del presente real, de este presente de vida, que languidece exhausto, mas firme aún. Milton rechaza la vida sin vida que ofertan los dioses y es la muerte el viaje al olvido del olvido, a la vida sin olor de jazmín, a la vida sin el canto del ruiseñor, al paraíso sin el paraíso del triste sonido de dos cuerpos que se aman. Milton mora entre las ruinas de la humanidad. Habitaría entre ellas como quien se ahoga, en un presente eterno e inmortal, evitando así temer aquellos versos:...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros/ cantando;/ y se quedará mi huerto, con su verde árbol,/ y con su pozo blanco. La muerte despoja al hombre de su sombra, su única compañía fiel, su verdadero presente en el espejo de los objetos y de la tierra. Sombras que pinta Konsgrüen, que esparce sobre el lienzo reflejando una humanidad desdibujada, lienzo que es tenebrosa caverna de Platón, iluminada por los ojos de quien la observa y que tan sólo osa observar las sombras, para no enfrentarse a la verdad del hombre, a su eterna ruina.
Milton rompe el muro y el lector se adentra en el infierno edénico del poeta de lágrimas. El ámbar rebosa en dos copas excesivas, los libros esparcidos por el suelo se ofrecen sin pudor al visitante y la música, Blue train, salpica la habitación como un perfume. Se acomodan, Rómulo en un sillón verde que invita a leer cuentos dentro de otros cuentos, Milton en una banqueta desvencijada e inestable. Milton abre ventanas con su voz, y crea objetos con las palabras, deidad poética es Milton, mito cada palabra pronunciada, héroe de versos inefables aún.
-¿Hallaste a Edilberto Grete?- inquiere el héroe lector al héroe poeta.
-Hallé sus versos. Edilberto Grete se quedó tras ellos.
-Tú siempre buscando a Dios entre la niebla.
-Dios es la niebla, Rómulo. Edilberto escribió para ocultarse y esperar la muerte serena. Nunca fue poesía, tan sólo fue poeta. Otro fracaso más ¿Cuántos más habrán de llegar? Tan sólo quiero leer a Dios en verso, sentirme inmerso en un poema de luz, sentir el rocío cuando es el rocío lo descrito, padecer el dolor y abrazar la felicidad de glosas tristes y radiantes.
-El placer es tan sólo un recuerdo del primer placer. Sólo existe un placer...El dolor es tan sólo el recuerdo del primer dolor. Sólo existe un dolor...Nosotros somos tan sólo un recuerdo de nosotros mismos, más inocentes y más sabios. Edilberto es un escritor sin memoria de su vida. Eso frustra sus versos.
-¿Lo leíste entonces?
-Hace tiempo ya, en una biblioteca salvadoreña. Fue el propio Edilberto quien me mostró sus poemas.
-¿Y me hiciste perder el tiempo buscando sus poemas cuándo tú sabías dónde encontrarlos? Ya comprendo. Otra lección de poesía.
-Puedo encontrar cualquier libro que puedas imaginar. Quería mostrarte que la búsqueda de un libro a veces es como la búsqueda de un poema. Pero terminarás por hallar los versos absolutos. Yo los leí una vez. No volví a escribir una sola línea. Nada se puede escribir ya que no contengan esos versos. No los leas si crees poder crear algo de valor. Léelos si no pretendes crear versos que te sobrevivan.

Descubrimos en el cartapacio algunas declaraciones recogidas por Rómulo de algunos de sus amigos:
Milton: Intento, con mis palabras, trascender el mundo de las palabras y adentrarme en el de las imágenes, en el de los arquetipos, que no haya obstáculos a mi expresión. Anhelo transmitir la Idea pura, la sensación, sin el eufemismo de la palabra, sin la simbología que impone el lenguaje, el sentimiento descarnado, singular. Acaso no sea otra cosa que hacer a los demás partícipes de la verdad, que es la esencia de todo objeto y todo acto. Acaso no encuentre otra forma de mostrarlo que viviendo.

El ámbar corre por la garganta del héroe poeta, abrasando entrañas, regando con fuego las semillas de la intuición, que germinan buscando la Idea, rugiendo en su interior ¡Vamos!¡En pie!¡Surge!¡Escucha!/¡Escucha!¡Despierta! Rompe tus cadenas: sé. Y la Idea, presta, implacable, emerge del saco infinito, del caos, toma cuerpo y se desvanece en palabras que jamás podrán emular esa naturaleza mental, extraída por el ámbar y surgida del caos.
-Tú ya relegaste a lo imposible la tarea de hallar esas palabras que te sobrevivan.- héroe poeta a héroe lector-, siempre perdido en esa nada tuya de la que no te evadirás.
El sillón acoge con crujidos pasionales la inquietud del héroe lector, héroe de la nada, paradoja del lector, que debería sentirse cómodo en un mundo infinito de lecturas inagotables, en ese infinito de Aristóteles que no es aquel tras el cual no hay nada, sino tras el cual siempre hay algo más. La música, Into the lens, hiende el aire. La Idea se gesta.
-Podemos iniciar la conversación cíclica, pero te advierto que regresaremos siempre al punto de partida. La única posibilidad de creación es la nada, al menos desde nuestra perspectiva causal de la naturaleza. Es por eso que debe existir un inicio para todo. La obra se gesta desde la ignorancia, desde la extrema inocencia. Crear desde el infinito es tan sólo combinar de forma inédita, jugar con el orden de los elementos, tierra por aire, aire por fuego, fuego por agua, y por cuarzo, y por mica y por feldespato.
-El concepto de la nada, Rómulo, es tan abstracto como el del infinito. Elegir un extremo u otro para crear no alterará el resultado, ya sea el poema, el cuadro o la novela en cuestión, pues son tan sólo medios diferentes para alcanzar la misma solución. Crear es luchar cuerpo a cuerpo con la muerte, al borde del abismo. Y me es igual que la solución provenga del infinito o de la nada. La cuestión es vencer a la muerte. ¿Cómo? Tomando la palabra de los que temen. La poesía no es sino hablar con la voz de los que callan. Sin embargo, sería extraordinario no escribir una sola palabra y que todos entendieran...
-Que la vida es sueño y los sueños, sueños son, Milton, Rómulo, tú y yo. Escúchame ahora Milton, pues he de contarte lo que me ha ocurrido hoy.
Y Rómulo crea con la palabra imágenes en Milton, cuya lírica se detiene un momento a inspirar perfumes nuevos, A foggy day, Punta umbría, y se siente arrastrar por la narración de Rómulo, que no se detiene, que indaga las causas que le han conducido hasta la situación que ahora vive, mientras la luz reverbera sobre las copas ahítas de vacío. Milton es capaz de ver el Libro, a Emery Blanchard y a Severo Martínez. Rómulo se sabe trasgrediendo una de las normas impuestas. No le da importancia. Ellos no le comunicaron que fueran a seguirle.
-Sospecho que Emery Blanchard ha alcanzado los versos absolutos y tal vez algo más que eso- héroe poeta a héroe lector.
-Tuve esa sensación desde que tuve el libro entre mis manos.
-¿Lo tienes ahí?
-Claro.
Rómulo extrae el libro del bolsillo de la chaqueta y se lo muestra a Milton. Cuando éste va a tomarlo entre sus manos a Rómulo se le ocurre la siguiente idea. Si se lo diese a Milton, ¿aparecería de nuevo el libro en blanco? El temor a esa respuesta en Rómulo es monstruoso. No se siente capaz de comprobar la respuesta.
-No lo abras, por favor.

Demasiado tarde. Milton ha abierto el libro.

Pedro Garrido Vega.

lunes, mayo 01, 2006

El Viaje, Capítulo IV. Este cruel cabaret de frustraciones (1 de 3)

Matrimonio.
Matrimonio vacío, con sabor a fiasco.
Silenciosas mesillas sin patrimonio.
En una sala mortuoria al ocaso
En un paritorio,
Se cimientan las bases del fracaso.

A cada triste paso que doy
Él da el contrario, cambia la cadencia.
Mi alma es bella y hermosa hoy,
La suya es una vida simple, sin incidencias.
Incompatibilidad del ser y el estoy:
María y Jorge, la fea y la bestia.

Hoy viajo, viajo, sin placer
En un pájaro metálico
Que surca un rojo atardecer.
Viajo y lloro y sufro sin pánico
Por el mal que hice, que haré
Al que amo y odio: inmundo ser fálico.

A mi alrededor, desconocidos de cera
A los que servir sobres individuales
De comida, de bebida, de males.
Compañera nueva, belleza hueca:
El mundo entero se abre en canales
Ante el contorno de sus caderas.

Imagino lápidas y nichos de sodio
Donde enterrarte, alma,
Donde enterrarte, demonio.
Oh, monstruo cuatricéfalo con canas:
Carlosjorgelenantonio,
Perdición de mi sexo sin cama.

¿Y yo? Quinto elemento
Elemento de discordia de animales
Vida aburrida, narcótico aliento
De noches en vela, deseando males
Al lado de la bestia panzuda lamento
No arrancar con mi mente sus genitales

Primer elemento: Carlos Fuego.
Imbécil, ególatra, saco, manta de
Trajes caros y machismo en juego.
Basura yuppie sorbiendo chaite latte,
Mente cargada de vanos conceptos.
Destructor de mundos, Azazel de la tarde.

Segundo elemento: Elena Agua.
Estúpido montón de curvas muertas,
Con el piloto automático en sus enaguas,
Con el radar en cero en busca de presas.
Colonoscopia sin anestesia, lluvia sin paraguas.
Ruina de Troya, mamporrera de Paris, Eva.

Tercer elemento: Jorge Aire.
Típico varón de hispana referencia:
Holacariñoquehaydecena, envuelto en caries.
Bufquedetrabajohoyenlaagencia.
Carne, carnero, cornudo signo de Aries.
Conversor casero de entropía, La Bestia.

Cuarto elemento: Antonio Tierra.
Pastoril mitema sembrando el secano mar,
Inteligente músculo enamorado de quimeras.
Cliché hispano, casi un titular:
Desafortunado se enamora de un poema.
Canalizador de mi desgracia, Adán.

Quinto elemento: María Sombra.
Clave que sujeta el arco de la mansión.
Mente poderosa que soporta
Un envoltorio feo, estriado, velludo y simplón.
Inteligencia frustrante que se enamora.
Ruina del universo, Absalón.

Juntos siempre, los cuatro mitemas
Básicos más el quinto elemento,
Más el humo que los cubre con pereza,
Y que los maldice en sueños,
Y que reirá con fuerza,
Cuando los vea muertos.

¡Muertos! ¡Condena! ¡Muertos! ¡Condena!
Rostros enterrados en la arena,
Cadáveres hinchados que se alimentan
De su propia y repugnante alacena.
Mutantes lentos que se merecen la cuarentena,
El desenlace fatal que al final les espera.


Cayetano Gea Martín