lunes, mayo 08, 2006

A propósito de...Todo lo que se ve, de Alberto Ávila Salazar

Es posible que exista otro yo como el de Borges que escriba por ti sin que tú no lo sepas. Es posible también que ese otro yo sea tu antimateria y que cuando lo intentes saludar con un apretón de manos, tú y él desaparezcáis en medio de una súbita explosión de luz y energía.
Alberto Ávila Salazar ganó con la novela Todo lo que se ve el Premio Art Joven de la Comunidad de Madrid. Es una literatura diferente, una apuesta por la búsqueda de nuevas formas de narrar desde autores no convencionales.
Creo ver en el fondo de la novela, siempre presente y mirando con ojos agradecidos, a Georges Perec, al que nunca me cansaré de elogiar. No en vano, la primera parte de esta novela (consta de dos) se titula Los objetos, lo que no está muy lejos de aquella otra del autor francés titulada Las cosas, del que escribí (qué pretencioso me parece escribir siempre esta palabra) una breve reseña en esta misma página. Leí una crítica de esta novela que ahora nos ocupa en Babelia, de donde, por cierto, no salía muy bien parada y en la que no se mencionaba ni por asomo a Perec algo que tras haber leído la novela, me parece imprescindible a la hora de comentarla. Sí nombraba el crítico como influencia de esta novela a Borges, si bien hacerlo no es un gran acierto ya que todos sabemos que Borges es omnipresente.
Si nos detenemos a comentar estrictamente el argumento de la novela, ésta narra la historia de un hombre que escribe un evangelio que eleva a su reciente mujer a la altura de una diosa. De ese evangelio se reparten tan sólo cuatro copias por el mundo. Pronto se formará una secta de adoradores de su mujer. Podría decirse, por tanto, que la novela trata acerca de un hombre que ve cómo poco a poco su mujer se convierte en un Dios. Pero tal vez no sea eso lo mejor del libro: tal vez lo sean los dos casos similares (aunque fantásticos) a los que Oliver Sacks narra en sus libros (recuerden los lectores de esta página que ya he recomendado a este autor hasta la saciedad, aquí y aquí), una extensa lista de autores que se suicidaron y otra de personas que creyeron escribir por la mano de escritores ya difuntos, en un estilo muy similar al de Vila-Matas (no sé si es realmente influencia o no del autor catalán, pero es innegable la similitud, aunque sólo sea por los temas tratados), varias propuestas para futuras novelas en las que algunas de ellas se detienen a plantear ideas estéticas, una enumeración de tarjetas máximas (postales con una ilustración que portan un sello con esa misma ilustración y que fueron enviadas en una fecha que poseía relación con dicha imagen , todo muy de Georges Perec), algunas reflexiones sobre Dios y el fenómeno místico (muy en la línea de aquel comentario del libro La conexión divina, que ya comenté aquí), la descripción de algunos temas musicales de rock alternativo (muy en la línea de las descripciones de Fresán sobre algunos temas de los Beatles) y alguna idea de esas que Borges repetía sin cesar, como la de que todos los libros son uno solo, eterno y, tal vez, preexistente.Y muchos más temas que me niego a enumerar por falta de espacio y tiempo.
El estilo es muy ágil. Volvemos de nuevo a Georges Perec y, tal vez un poco a Borges, especialmente en algunos pasajes con ideas más filosóficas.
La novela está construida a base de pequeños fragmentos, teselas de un mosaico en el que, sin embargo, Alberto Ávila Salazar no colocó algunas de ellas y que obligan al lector a participar de la novela como parte activa, como ya intentaron algunos otros.Leí el libro del tirón y haré una relectura pronto. Son sólo 144 páginas que recomiendo a todo el que lea esta crítica, que más parece un evangelio de la novela. Estoy convencido de que al autor de esta novela le gustaría leer El círculo de los escritores asesinos, por algunas coincidencias interesantes que he encontrado entre ambos. Esta es la literatura que me hace pensar que una nueva literatura es posible.
Pedro Garrido Vega.

1 comentario:

Marga dijo...

ummm lo apunté, me entraron ganas de leerlo...