viernes, enero 29, 2010

Geral Brenan - El laberinto español


De nuevo, el camarero anarquista revolucionario y sin embargo amigo, el señor Luke Carter, ese noble australiano, acierta en la recomendación de un libro. El laberinto español de Gerald Brenan es una impresionante y objetiva radiografía acerca de la sociedad española de finales del siglo XIX hasta la guerra civil.

Brenan vivió en La Alpujarra de 1919 a 1934, teniendo que huir al inicio de la guerra. Autor de una larga serie de libros sobre España, sus gentes y paisajes, sus letras y su historia; su pluma libre y clara da a luz a la que es, probablemente, su obra más conocida y celebrada: el laberinto español.

El autor es una mente inquieta: columnista, editor, poeta, ensayista, historiador y memorialista. Todo esto se nota a la hora de leer la obra. Su amor, su visión casi romántica de España, y el dolor que le produce ver a este país complejo a veces e incomprensible otras, eternamente dividido en dos facciones.

España, nos cuenta Brenan, es un país único, aislado durante siglos geográfica y políticamente del resto de Europa. Las respuestas a los desencadenantes de la guerra civil que asoló esta tierra de conejos durante tres años yacen en el complejo laberinto que es la historia española. Brenan se interna en el laberinto, aislando y estudiando sus diferentes pasillos y corredores de uno en uno. El papel de la Iglesia española, el ejército, los partidos políticos (anarquistas, anarco-sindicalistas, fascistas, socialistas y carlistas), los nobles, los burgueses, la monarquía y el pueblo son puestos bajo la atenta lupa de este curioso historiador.

La conclusión a la que llega Brenan, en general, es que la falta de una industria equiparable al resto de Europa, las enormes diferencias sociales, el descontento agrario y las lealtades provinciales son todas partes implicadas en producir una guerra fraticida en la que “el vencido es vencido y el vencedor perdido”.

Un libro muy recomendable que debería ser lectura obligada para los españoles y para la gente que viva en España y desee conocer algo más de este curioso y único país… para lo bueno y para lo malo. En palabras del autor:


“Lo primero que hay que observar es la fuerza del sentimiento regional y municipal. España es el país de la patria chica. Cada pueblo, cada ciudad, es el centro de una intensa vida social y política. Así pues, el principal problema político ha sido siempre el de alcanzar un equilibrio entre un gobierno central eficaz y los imperativos de la autonomía local. Si en el centro se ejerce una fuerza excesiva, las provincias se sublevan y proclaman su independencia; si esa fuerza es insuficiente, se retiran sobre sí mismas y practican una resistencia pasiva”.


Gerald Brenan - El laberinto español

Editorial Contemporáneos. No ficción.

400 páginas. 21,50 €



Cayetano Gea Martín


martes, enero 26, 2010

El pedo


Acababan de terminar de follar y ella ya roncaba a su lado. Era la tercera noche seguida que se acostaban juntos. Había surgido cierta química entre ellos, y Juan esperaba que esta última semana fuera el comienzo de una relación. Porque la verdad es que Lucrecia era maravillosa y reunía todas las características que él buscaba en una mujer.

En estos pensamientos estaba, medio dormido ya, cuando notó que le venían ganas de tirarse un pedo. Intentó meterlo para dentro, pero, como siempre que acababa de hacer el amor, su esfínter no parecía responder con la suficiente celeridad. Así, su culo temporalmente laxo dejó escapar la ventosidad. Notó cómo el gas calentaba su ano al salir, pero sin emitir ningún ruido. Oh, no, pensó asustado, es de los silenciosos.

Rápidamente, metió la pierna dentro de la cama y selló la colcha con su pie. Miró con preocupación hacia ella, pero se encontraba a salvo, con la cabeza fuera de las sábanas y las manos cerca de su cuello, cerrando cualquier posible fuga. El pedo, el a todas luces apestoso pedo, no parecía tener salida posible, enterrado entre sus cuerpos y la cama.

Lucrecia, entre otras cosas, tenía un olfato muy agudo. Era capaz de oler la colonia de Juan a metros de distancia. Si el cuesco escapaba, seguramente se despertaría. Y éste en particular, pensó él, muerto de miedo, tiene que ser de los apestosos de verdad.

No podía permitir que ella se comiera el pedo. No podía permitirlo. Tenía planes, maldita sea. Grandes planes para él con esta chica. ¿Quién sabe cómo se lo tomaría? ¿Cómo podría ella querer a alguien que expele de su cuerpo algo tan nauseabundo? La única opción que le quedaba a Juan era no moverse en toda la noche y vigilar que ella no se moviera tampoco. Su felicidad futura dependía de ello.

Amaneció bastante más tarde. Juan estaba muy cansado tras pasar las últimas cinco horas de guardia. Pensó, con ligero optimismo, que ya habría pasado tiempo suficiente y que el pedo se habría ido disolviendo poco a poco, filtrándose entre las diferentes capas de tela. Decidió abrir una pequeña abertura y comprobar así la veracidad de su axioma. Un tufo amargo y fermentado subió hasta su nariz en apenas dos segundos. Cerró rápidamente la salida con su pierna. Pero era ya demasiado tarde. Ella se agitaba inquieta, murmuraba y hacía extrañas muecas con la nariz y los ojos. Se acabó, se dijo Juan a sí mismo, es el fin.

Lucrecia se arqueó, bostezó escandalosamente mientras se estiraba y se tiró un pedo muy ruidoso. -Perdón, -le dijo a Juan mientras sonreía.



Cayetano Gea Martín



sábado, enero 23, 2010

G. K. Chesterton - El regreso de Don Quijote


Novela peculiar donde las haya, El regreso de Don Quijote de Chesterton nos narra las andanzas y desventuras de un Don Quijote inglés y contemporáneo al autor, a modo del mejor y más hermoso homenaje jamás hecho a la obra suprema de Cervantes.

Herne es un bibliotecario experto en la cultura hitita que vive totalmente ajeno a los problemas e inquietudes del mundo moderno. Algunos entusiastas suyos, y otros que se quieren burlar de él, convencen a Herne para que haga el papel de rey medieval en una obra de teatro. Cuando la función termina, nuestro Quijote moderno decide no quitarse el disfraz y encabeza, en la vida real, un golpe de estado contra la industria y la sociedad moderna.

Esta obra, que ha sido clasificada generalmente como de sociología ficción, podemos deleitarnos con el sutil humor y la prodigiosa imaginación de Chesterton, un auténtico prodigio a la hora de crear personajes únicos y esperpénticos; todos ellos bajo el punto de vista del quijotismo: un bibliotecario loco que se cree Ricardo Corazón de León, un noble canallesco y desfacedor de entuertos a modo de Sancho Panza, un sindicalista de la minería en lucha eterna contra la aristocracia, dos hermosas mujeres que comparten a modo de divertida réplica el rol de Dulcinea, etc.

En resumen, esta novela supone pasar un rato de lectura muy ameno y, desde mi punto de vista, posibilita que reflexionemos sobre el retorno a los valores tradicionales que encarna El Quijote y que en algún momento de nuestro progreso social hemos perdido en el camino. Un retorno al Parnaso en toda regla. Y encima, divertido.


G. K. Chesterton - El regreso de Don Quijote
El Club Diógenes. Valdemar.
Edición de bolsillo, 388 páginas. 8,90 €


Cayetano Gea Martín

miércoles, enero 20, 2010

Listas (II): Flaubert y la enumeración erudita.


Si con Borges descubríamos las listas caóticas que finalmente alcanzaban un orden o criterio para ser evaluadas, con Flaubert nos lanzamos al mundo de las enumeraciones eruditas. Flaubert se sentía especialmente orgulloso de dos de sus obras que estaban surcadas por muy diversas enumeraciones. Estas enumeraciones tienen un doble fin. Por un lado, en La tentación de san Antonio, las listas son un simple ejercicio de erudición acompañado de la sensación de que siempre hay algo más allá de los que se nos cuenta, una sensación de inconmensurabilidad. En Bouvard y Pecuchet, las listas tratan de ser exhaustivas, al estilo científico, por lo que constituyen en sí mismas un ejercicio de eurdición (no en vano Flaubert leyó algo más de mil obras de diversos temas para escribir esta última novela que no pudo finalizar).

Así, en La tentación de San Antonio (es el que tengo más a mano), podemos descubrir una sucesión casi interminable de heresiarcas que pasan ante los ojos (más bien durante el sueño) de San Antonio. Estos heresíarcas son: Manes, Saturnino, Cerdón, Marción, San Clemente de Alejandría, Bardesanes, los hérnicos, los priscilianistas, Orígenes, Basílides, los elkasaítas, los carpocracianos, los nicolaítas, los marcosianos, los helvidianos, los mesalianos, los paternianos, Aecio, los arcónticos, los tacianitas, los valesianos, los cainitas, los circonceliones, los audianos, los coliridianos, los ascitas, los marcionitas, los sampseanos, Arrio, Sabilio, los valentinianos, los setianios, los teodosianos, los merintianos, los apolinaristas, Marcelo de Ancira, el Papa Calixto, Metodio, Cerinto, Pablo de Samosata, los cerintianos, los encratitas, los viejos ebionitas, Eusebio de Cesarea.

Tras otra sucesión casi interminable de dioses que mueren ante Antonio, descubrimos una enumeración, en este caso descriptiva (pero también erudita) de diversos animales quiméricos.

Y surgen toda clase de bestias espantosas: el Tragelafo, mitad ciervo y mitad buey; el Mirmecoleo, por delante león, por detrás hormiga; con los genitales al revés; el pitón, Aksar, de sesenta codos, que espantó a Moisés; la gran comadreja Pastinaca, que mata los árboles con su olor; el Presteros, cuyo contacto vuelve imbécil a la gente; el Mirag, liebre cornuda, que habita en las islas del mar. El leopardo Falmat, revienta su vientre de tanto aullar; el Senad, oso de tres cabezas, desgarra sus crías con la lengua; el perro Cepus, que derrama sobre las rocas la leche azul de sus mamas. Empiezan a zumbar mosquitos, a saltar sapos, a silbar serpientes. Aparecen mosquitos zumbando, sapos saltando, serpientes silbando. Brillan los relámpagos. Comienza a granizar.
Llegan ráfagas llenas de anatomías fabulosas. Son cabezas de caimanes con pies de corzo; búhos
con cola de serpiente; cochinos con hocico de tigre; cabras con grupa de asno, ranas peludas como osos, camaleones grandes como hipopótamos, terneros con dos cabezas, una que llora y otra que muge, fetos cuatrillizos unidos por el ombligo y bailando como peonzas, vientres alados que revolotean como moscardones [...] Y alzando los ojos, divisa todas las aves que se alimentan del viento: el Gouith, el Ahuti, el Alfalim, el Iunek de las montañas de Caff, los Homai de los árabes, que son las almas de los hombres asesinados. Escucha a los loros pronunciar palabras humanas, luego a las grandes palmípedas pelasgianas que sollozan como niños o ríen burlonamente como las viejas.

Recordad que si sabéis de alguna enumeración o lista que queráis compartir podéis enviárnosla a ruinacicular@yahoo.com y la publicaremos al instante.
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domingo, enero 17, 2010

Odín


Odín abrió sus inmortales ojos, y se despertó de un inquieto sueño. Sus dos cuervos Munin y Hugin murmuraban desabridas palabras proféticas en sus anchos hombros cubiertos de la hez de los pájaros. Se alzó de su trono, el Hlioskjálf, y recorrió a paso rápido el palacio. Llegó a las caballerizas y se dispuso a montar a Sleipnir, su corcel de ocho patas más rápido que el mismísimo viento de norte.

Cuando estaba a punto de cruzar la muralla exterior de Asgard, la ciudad de los Aesir, uno de sus einherjer favoritos se acercó y le preguntó: -Oh, reverenciado padre, oh, tú, Allföor. ¿A dónde vas, presto a abandonar los sacros muros del Valaskjálf y armado con la todopoderosa lanza de Gungnir?

-Voy -le contestó el dios supremo -a vengar cara una afrenta.

-¿Y contra quién, oh, padre de todos, es dicha afrenta?

-¿Contra quién va a ser, si no contra mí?

-¡Por el gélido aliento de Hela! ¿Puede ser eso cierto?

- Pero no os preocupéis, ya que mi venganza caerá rauda cual los relámpagos confinados dentro del eterno poder de Mijolnir.

-¡Oh, sabio padre de los cuervos, señor de Asgard! Escuchad mi consejo, os lo ruego. Desistid de vuestro empeño y venid conmigo a beber hidromiel. Mirad que la venganza no es un sentimiento que vaya a ennoblecer vuestro poderoso pecho, oh tú, noble señor de todos los Aesir.

-¿Acaso osas decirme cómo he de comportarme, lacayo? ¿Acaso no poseo la sabiduría y la clarividencia eternas desde que sacrifiqué mi ojo derecho en el eterno pozo de Mimir? Dejadme, pues, partir, valiente espíritu de guerrero. Reúnete con tus camaradas para la cena en Valhalla. ¡Odín a dicho!

Y sin añadir más, el dios padre espolea a su montura y parte rumbo a las lejanas tierras de los elfos, al reino de Alfheim.

Tras cruzar bosques y lagos, ríos y montañas, llanuras y congelados laberintos de hielo, el hijo de Bestla y Bor llega al corazón de Alfheim. A los pies del árbol mágico de los cofres secretos de las tentaciones del hombre, el cazador del Asgardreid encuentra una pequeña cabaña y su objetivo.
De una soberana patada, el señor de la poesía, la inspiración y la furia entra en la pequeña morada. Un generoso fuego arde en el centro de la estancia principal. Pero el padre de Thor y Balder sólo tiene oídos para los entrecortados jadeos que atraviesan sus tímpanos como una melodía de traición suprema.

Odín, aquel que conoce el secreto eterno de las runas, entró con paso firme en el tálamo nupcial, lanza en mano, para ver, con ojos furiosos, a Frigg, su esposa, fornicando como una maldita bestia salvaje con un dios extranjero de piel tostada. La herética pareja no se percató de la presencia del padre de todos los Aesir, encontrándose como estaban en el momento culmen del himeneo. Tampoco es que hubieran podido tener tiempo de ello. Raudo cual relámpago, el engañado dios alza a Gungnir, su lanza, y cercena la cabeza de ambos amantes de una sola estocada. La sangre de los dos amantes dioses tiñe de carmesí la estancia. Las sagradas aves de Alfheim entontan un canto fúnebre mientras se elevan en el cielo primaveral.


Epílogo primero.
En Asgard, un desconsolado Vidar, el dios del silencio y la venganza, llora ante el cuerpo decapitado de su madre. Cegado por la ira, desata al malvado Loki de las tres rocas, el cual, al verse libre, convocará el Ragnarök, el Apocalipsis que le costará la vida a Odín.


Epílogo segundo.
En la lejana tierra de Egipto, la diosa Isis encuentra en una barca que descendía el Nilo el cuerpo inerte de su esposo Osiris, cortado en catorce pedazos. En la noble cabeza de su esposo, una inscripción rúnica tallada sobre su frente rezaba: “que la muerte de tu marido sirva de escarmiento a todos los turistas del sur que venís a mi reino a abusar de las incautas mujeres nórdicas”.

Epílogo tercero.
Odín, hasta la fecha actual, continúa siendo el único vikingo que realmente lleva dos cuernos adornando su frente.


Cayetano Gea Martín



viernes, enero 15, 2010

Las listas (I): Borges.

¿Cómo no comenzar esta lista de listas con Borges? En su obra hay siempre una necesidad de aportar listas. En su caso las listas las conforman casi siempre obras literarias, ya sean reales o ficticias. Una que recuerdo con faciidad es la lista de obras de Pierre Menard en su cuento homónimo, que quizá incluiré en alguna de estas incursiones en el mundo de las listas. En cuanto al poema que nos ocupa, Las causas, lo he incluído porque es una caso de lista un tanto excepcional.
Borges, en su afán por el orden, nos regala una lista que es en apariencia caótica. Muchos otros autores hubiesen concluido el poema sin incluir los dos verso finales que Borges escribió y que son los que finalmente le otorgan un sentido al poema. La lista no resultará tan caótica a quien haya leído previameete a Borges. En ella están todas las obsesiones de Borges. Para este lector no serían necesarios por tanto los dos últimos versos del poema, pues el orden habría quedado establecido desde el caos por el conocimiento previo. Pero los dos versos finales siguen estando ahí, y el lector que ya conoce a Borges, tendrá entonces dos criterios para evaluar y dar sentido a la lsta caótca: el que establecen las obsesiones de Borges y el que determinan los versos finales. Espero que los disfrutéis.
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LAS CAUSAS
Los ponientes y las generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
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martes, enero 12, 2010

La caída al abismo de las listas.


A veces uno tiene una buena idea que pospone continuamente hasta que alguien se le adelanta y se hace con ella. Esto ocurre en todos los órdenes de la vida y en ocasiones el hecho puede no tener trascendencia alguna pero en otras te puede dejar sin un Nobel o, lo que es peor, sin una mujer.

Claro está que mi caso es mucho memos terrible. Tenía como proyecto para el futuro reunir todas aquellas listas que encontrase, especialmente en la literatura. Siempre me han gustado las listas. Una simple lista puede describir el mundo (sólo hay que elegir los criterios para dicha lista, o la ausencia de ellos).

Umberto Eco se ha adelantado a esta idea mía que, para ser sinceros, no tenía más de año y medio de antigüedad. Ha publicado un libro titulado El vértigo de las listas que recomiendo a aquellos que se vean atraídos por todo lo que implique encontrarse ante una sucesión de nombres o descripciones minuciosas que suenan a letanías y parecen detener el tiempo. Eco reúne en su libro decenas de listas que ha encontrado en la literatura desde Homero hasta nuestros días y entre estas listas intercala algunas reflexiones suyas acerca de las distintas listas que puede haber y láminas con cuadros que han tratado, de alguna manera, de plasmar lo inconmensurable de algunas escenas o la multiplicidad de ciertos objetos. La obra es realmente fascinante. Aún así siempre faltan ejemplos (Eco advierte en su prólogo, que podría haber incluido casi el doble de los ejemplos propuestos, por lo que yo he decidido continuar su labor. Poco a poco incluiré pequeñas listas encontradas en la literatura que llevo anotando desde aquel día en que se me ocurrió la idea y algunos que ahora busco de forma premeditada.

Si alguno de vosotros desea compartir con nosotros alguna lista que le resulte especialmente interesante, será bienvenido. Podéis escribir a ruinacircular@yahoo.com y será publicada con los correspondientes agradecimientos.

viernes, enero 08, 2010

José Fernández Díaz - Fernández

Mi amigo Alfredo, ese loco argentino, siempre viene a mí con recomendaciones varias, algunas de las cuales no conviene airear aquí, tanto por personales como por extravagantes. Pero digamos que, cabezón como es uno, muchas veces le digo que no a sus requerimientos maniqueos. Sin embargo, en esta ocasión, he de reconocer que ha acertado de pleno, el bonaerense. Este libro es muy, muy bueno.

Fernández es la historia de un hombre de mediana edad, desencantado tras una larga vida repleta de infructuosas peripecias. En una consulta de dentista se reencuentra casualmente con su primer amor, Lili, que ahora es una cuarentona recauchutada. Juntos empiezan a hablar y a interrogarse sobre sus respectivas vidas y sobre las ilusiones perdidas y los momentos fracasados.

El libro se divide en dos tipos más o menos alternos de capítulos: unos siguen el recorrido de Fernández y de Lili por las calles y locales de Buenos Aires, mientras que otros nos van desmigajando la interesante vida del protagonista del libro.

La vida de Fernández, principal pilar del libro, comienza a joderse en cuanto rompe con Lili. A partir de ahí, todo parece un mal epílogo sobre la truncada historia de su existencia. Cronista del corazón, comunista por vocación y por cojones, al ser soldado raso durante la dictadura militar argentina, biógrafo pelotillero del caciquismo patagónico, escritor de horribles libros de aventuras, y muchos oficios más que conforman la existencia de esta especie de Lazarillo del desengaño y el hastío.

Por otra parte, me parece admirable el estilo de este escritor: rápido, conciso, maduro y cargado de sentido de humor y de una ternura dolorosísima por momentos. Consigue que rápidamente Fernández se convierta en un viejo amigo nuestro, y que suframos con él y que deseemos de todo corazón que le vaya bien, que supere su cinismo desencantado de cuarentón terminal y que se dé una oportunidad más de ser feliz, que no se rinda. Pero como dice Pinochet, su viejo jefe de redacción (apodado así por los empleados):

Durante los inicios, cuando uno es joven, pesca con dinamita y tira con ametralladora. Luego uno descubre que las municiones no son infinitas y elige disparar tiro a tiro, sabiendo que ya no puede darse el lujo de seguir fallando. Al final te dan una pistola de chispa y una bala redonda y oxidada, y toda tu preocupación consiste en no volarte por accidente los huevos.


Jorge Fernández Díaz - Fernández.
Editorial De Bolsillo.
281 páginas.
No se vende en España, sólo en Argentina. Para más información y pedidos a través de la red:
www.debolsillo.com


Cayetano Gea Martín


sábado, enero 02, 2010

La intención es lo que cuenta



Lo volvió a intentar una vez más, a pesar de las advertencias, a pesar de que todo el mundo dijera que no lo hiciera. Claro que también lo hacían a espaldas de ella, así que el consejo resultaba inútil. Pero aunque ella hubiera oído a tantas personas que en teoría se preocupaban por su vida y por su felicidad, quiero creer que no hubiera cambiado su actitud lo más mínimo. Ella seguiría intentándolo.

Seguiría intentando derrumbar la puertas que nos impone la sociedad, ese absurdo conjunto de personas infelices deseosas de contagiarnos su cínica infelicidad a los que no nos sentimos como ellos, ni comemos su comida, ni vestimos sus ridículas y pretenciosas ropas.

A pesar de todo, ella lo intentaba. Lo intentó una vez más, hace apenas cinco minutos. Al final lo consiguió. Nunca he sabido el porqué, cuál es la razón de que a estos plásticos infernales los llamen Abre-fácil. Será una broma de mal gusto. Con cara de suprema felicidad, mezcló el vino Hacendado con Conga-Cola. Ella, tan generosa siempre, me ofrece el primer trago. Noto el mejunje calentorro entrar en mí. Qué bien sienta. Voy a darle a la flauta un rato.


Cayetano Gea Martín