Odín abrió sus inmortales ojos, y se despertó de un inquieto sueño. Sus dos cuervos Munin y Hugin murmuraban desabridas palabras proféticas en sus anchos hombros cubiertos de la hez de los pájaros. Se alzó de su trono, el Hlioskjálf, y recorrió a paso rápido el palacio. Llegó a las caballerizas y se dispuso a montar a Sleipnir, su corcel de ocho patas más rápido que el mismísimo viento de norte.
Cuando estaba a punto de cruzar la muralla exterior de Asgard, la ciudad de los Aesir, uno de sus einherjer favoritos se acercó y le preguntó: -Oh, reverenciado padre, oh, tú, Allföor. ¿A dónde vas, presto a abandonar los sacros muros del Valaskjálf y armado con la todopoderosa lanza de Gungnir?
-Voy -le contestó el dios supremo -a vengar cara una afrenta.
-¿Y contra quién, oh, padre de todos, es dicha afrenta?
-¿Contra quién va a ser, si no contra mí?
-¡Por el gélido aliento de Hela! ¿Puede ser eso cierto?
- Pero no os preocupéis, ya que mi venganza caerá rauda cual los relámpagos confinados dentro del eterno poder de Mijolnir.
-¡Oh, sabio padre de los cuervos, señor de Asgard! Escuchad mi consejo, os lo ruego. Desistid de vuestro empeño y venid conmigo a beber hidromiel. Mirad que la venganza no es un sentimiento que vaya a ennoblecer vuestro poderoso pecho, oh tú, noble señor de todos los Aesir.
-¿Acaso osas decirme cómo he de comportarme, lacayo? ¿Acaso no poseo la sabiduría y la clarividencia eternas desde que sacrifiqué mi ojo derecho en el eterno pozo de Mimir? Dejadme, pues, partir, valiente espíritu de guerrero. Reúnete con tus camaradas para la cena en Valhalla. ¡Odín a dicho!
Y sin añadir más, el dios padre espolea a su montura y parte rumbo a las lejanas tierras de los elfos, al reino de Alfheim.
Tras cruzar bosques y lagos, ríos y montañas, llanuras y congelados laberintos de hielo, el hijo de Bestla y Bor llega al corazón de Alfheim. A los pies del árbol mágico de los cofres secretos de las tentaciones del hombre, el cazador del Asgardreid encuentra una pequeña cabaña y su objetivo.
De una soberana patada, el señor de la poesía, la inspiración y la furia entra en la pequeña morada. Un generoso fuego arde en el centro de la estancia principal. Pero el padre de Thor y Balder sólo tiene oídos para los entrecortados jadeos que atraviesan sus tímpanos como una melodía de traición suprema.
Odín, aquel que conoce el secreto eterno de las runas, entró con paso firme en el tálamo nupcial, lanza en mano, para ver, con ojos furiosos, a Frigg, su esposa, fornicando como una maldita bestia salvaje con un dios extranjero de piel tostada. La herética pareja no se percató de la presencia del padre de todos los Aesir, encontrándose como estaban en el momento culmen del himeneo. Tampoco es que hubieran podido tener tiempo de ello. Raudo cual relámpago, el engañado dios alza a Gungnir, su lanza, y cercena la cabeza de ambos amantes de una sola estocada. La sangre de los dos amantes dioses tiñe de carmesí la estancia. Las sagradas aves de Alfheim entontan un canto fúnebre mientras se elevan en el cielo primaveral.
Epílogo primero.
En Asgard, un desconsolado Vidar, el dios del silencio y la venganza, llora ante el cuerpo decapitado de su madre. Cegado por la ira, desata al malvado Loki de las tres rocas, el cual, al verse libre, convocará el Ragnarök, el Apocalipsis que le costará la vida a Odín.
Epílogo segundo.
En la lejana tierra de Egipto, la diosa Isis encuentra en una barca que descendía el Nilo el cuerpo inerte de su esposo Osiris, cortado en catorce pedazos. En la noble cabeza de su esposo, una inscripción rúnica tallada sobre su frente rezaba: “que la muerte de tu marido sirva de escarmiento a todos los turistas del sur que venís a mi reino a abusar de las incautas mujeres nórdicas”.
Epílogo tercero.
Odín, hasta la fecha actual, continúa siendo el único vikingo que realmente lleva dos cuernos adornando su frente.
Cayetano Gea Martín
-Voy -le contestó el dios supremo -a vengar cara una afrenta.
-¿Y contra quién, oh, padre de todos, es dicha afrenta?
-¿Contra quién va a ser, si no contra mí?
-¡Por el gélido aliento de Hela! ¿Puede ser eso cierto?
- Pero no os preocupéis, ya que mi venganza caerá rauda cual los relámpagos confinados dentro del eterno poder de Mijolnir.
-¡Oh, sabio padre de los cuervos, señor de Asgard! Escuchad mi consejo, os lo ruego. Desistid de vuestro empeño y venid conmigo a beber hidromiel. Mirad que la venganza no es un sentimiento que vaya a ennoblecer vuestro poderoso pecho, oh tú, noble señor de todos los Aesir.
-¿Acaso osas decirme cómo he de comportarme, lacayo? ¿Acaso no poseo la sabiduría y la clarividencia eternas desde que sacrifiqué mi ojo derecho en el eterno pozo de Mimir? Dejadme, pues, partir, valiente espíritu de guerrero. Reúnete con tus camaradas para la cena en Valhalla. ¡Odín a dicho!
Y sin añadir más, el dios padre espolea a su montura y parte rumbo a las lejanas tierras de los elfos, al reino de Alfheim.
Tras cruzar bosques y lagos, ríos y montañas, llanuras y congelados laberintos de hielo, el hijo de Bestla y Bor llega al corazón de Alfheim. A los pies del árbol mágico de los cofres secretos de las tentaciones del hombre, el cazador del Asgardreid encuentra una pequeña cabaña y su objetivo.
De una soberana patada, el señor de la poesía, la inspiración y la furia entra en la pequeña morada. Un generoso fuego arde en el centro de la estancia principal. Pero el padre de Thor y Balder sólo tiene oídos para los entrecortados jadeos que atraviesan sus tímpanos como una melodía de traición suprema.
Odín, aquel que conoce el secreto eterno de las runas, entró con paso firme en el tálamo nupcial, lanza en mano, para ver, con ojos furiosos, a Frigg, su esposa, fornicando como una maldita bestia salvaje con un dios extranjero de piel tostada. La herética pareja no se percató de la presencia del padre de todos los Aesir, encontrándose como estaban en el momento culmen del himeneo. Tampoco es que hubieran podido tener tiempo de ello. Raudo cual relámpago, el engañado dios alza a Gungnir, su lanza, y cercena la cabeza de ambos amantes de una sola estocada. La sangre de los dos amantes dioses tiñe de carmesí la estancia. Las sagradas aves de Alfheim entontan un canto fúnebre mientras se elevan en el cielo primaveral.
Epílogo primero.
En Asgard, un desconsolado Vidar, el dios del silencio y la venganza, llora ante el cuerpo decapitado de su madre. Cegado por la ira, desata al malvado Loki de las tres rocas, el cual, al verse libre, convocará el Ragnarök, el Apocalipsis que le costará la vida a Odín.
Epílogo segundo.
En la lejana tierra de Egipto, la diosa Isis encuentra en una barca que descendía el Nilo el cuerpo inerte de su esposo Osiris, cortado en catorce pedazos. En la noble cabeza de su esposo, una inscripción rúnica tallada sobre su frente rezaba: “que la muerte de tu marido sirva de escarmiento a todos los turistas del sur que venís a mi reino a abusar de las incautas mujeres nórdicas”.
Epílogo tercero.
Odín, hasta la fecha actual, continúa siendo el único vikingo que realmente lleva dos cuernos adornando su frente.
Cayetano Gea Martín
7 comentarios:
Definitivamente el epílogo segundo y tercero, de lo mejorcito.
¡Alfredo a dicho! (a ver si lo pillas) :P
Me quedo con el tercero. Ya sabes: bienaventurados los vikingos porque tienen cuernos postizos. Bueno, todos menos uno.
¿Ya "as" pillado lo que te quería decir Alfredo?
Mientras lo pillas o no, escucha a las aves como "entontan" un canto fúnebre.
Sin intención de hacer sangre alguna (que mierdas) ¡Con toda la intención!
¿Contra quién va a ser, si no contra mí?
Juraría que ese sino es junto y no separado.
Eso si, hasta yo puedo a veces equivocarme.
Coincido en el segundo y tercero ¿tiro por elevación?... y vaya que se te nota que sos argentino, Alfredo!
Muy buena entrada, Kay... ¡Qué lindo es venir por acá!
Cayetano no abamdones la Tinaja que ando deseosa de aprendizaje!
Besos!
Este... ¿Por qué se nota que soy argentino? Ahora me entró la curiosidad... ^_^
Demasiadas faltas de ortografía. Es el problema de escribir rápido, con música y sin "a ver" revisado el texto...
Por la sutileza, Alfredo... ¿Por el manejo de la ironía tal vez?... O sólo el perfume...
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