Lo volvió a intentar una vez más, a pesar de las advertencias, a pesar de que todo el mundo dijera que no lo hiciera. Claro que también lo hacían a espaldas de ella, así que el consejo resultaba inútil. Pero aunque ella hubiera oído a tantas personas que en teoría se preocupaban por su vida y por su felicidad, quiero creer que no hubiera cambiado su actitud lo más mínimo. Ella seguiría intentándolo.
Seguiría intentando derrumbar la puertas que nos impone la sociedad, ese absurdo conjunto de personas infelices deseosas de contagiarnos su cínica infelicidad a los que no nos sentimos como ellos, ni comemos su comida, ni vestimos sus ridículas y pretenciosas ropas.
A pesar de todo, ella lo intentaba. Lo intentó una vez más, hace apenas cinco minutos. Al final lo consiguió. Nunca he sabido el porqué, cuál es la razón de que a estos plásticos infernales los llamen Abre-fácil. Será una broma de mal gusto. Con cara de suprema felicidad, mezcló el vino Hacendado con Conga-Cola. Ella, tan generosa siempre, me ofrece el primer trago. Noto el mejunje calentorro entrar en mí. Qué bien sienta. Voy a darle a la flauta un rato.
Cayetano Gea Martín
2 comentarios:
¡Felís año nuebo! ¡Hips!¡Biba el galimosho! ¡Hips!
El calimocho, pero no un calimocho cualquiera, si no un calimocho punqui, sin hielos ni nada de nada...
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