miércoles, julio 26, 2006

Pierradas VII

Una breve e intensa reencarnación

Obsesionado con la idea de ser la reencarnación de Cervantes, y después de definirse a sí mismo como un ferviente budista, mi amigo y maestro comenzó a vestir como él, a hablar como él, a dejarse el pelo y la barba como él. Se negó a la ingesta de sólidos durante dos semanas para alcanzar el magro peso de Don Miguel. Temblaba de pavor y furia cada vez que veía a alguien de origen turco. Insistió, sin éxito, en prenderle fuego a gran parte de mi amada biblioteca. Llegó incluso a viajar a hermosa ciudad de Sevilla, donde se dedicó al pillaje y a la trata de blancas, sin más intención que la de ser enviado a la cárcel para mejor emular así al genio de los genios. Volvió a casa (a la mía) encanecido, flaco, enfermo, derrotado y depresivo. Es decir, componía la más triste de las figuras. Para mejor efecto, me ofrecí voluntario a cortarle una mano, o, como mínimo, a dejársela inútil a martillazos. Monsieur declinó amablemente mi oferta, y afirmó que se había convertido al luteranismo.


Un preso llamado Menard

A su poco triunfal regreso, le pregunté sobre Sevilla, sobre sus gentes y, sobre todo, por su estancia en la cárcel. Me respondió que se sentía asqueado de la ignominia del hombre, que había perdido toda fe en la humanidad. “Esas cuatro rejas”, me comentó “me enseñaron más sobre lo penoso y fugaz de la existencia que todos los libros que con tanto fervor y devoción atesoras. Allí probé el dolor cruel de la tortura, el rumor sordo del paso de los carceleros, la cadencia siniestra del martillo del tiempo. Me torturaron amigo mío, sí, lo reconozco. Yo, Pierre Menard, he sido torturado y de la forma más cruel. Todas las tardes. ¡Todas-las-tardes! ¡Todas las tardes mis carceleros me obligaban a beberme un tazón lleno de ese inmundo brebaje salado y frío que los andaluces llaman “gazpacho”!


Pierre y el gazpacho

Pues es bien sabido que no hay bebida o alimento que repugne más a Menard que el gazpacho. Su sola mención hace que el afamado escritor pierda todo control sobre su voluntad y se desate en él una revolución intestinal incapaz de controlar su furia ni sus esfínteres. El mayor altercado producido al respecto ocurrió no hace mucho, en la Feria del Libro de Bordeaux. Pierre se encontraba firmando libros a sus numerosos seguidores1, cuando uno de éstos, un joven que lucía una gran sonrisa en los labios, le extendió a Menard un ejemplar de su Quijote. Ante el requerimiento por parte de mi amigo de conocer el nombre de la persona que tenía frente sí (para mejor y más rápida agilización del trámite de la dedicatoria), el joven dijo “gazpacho”. Jamás he visto a nadie saltar como lo hizo Pierre. Tampoco sabía que una pluma Waterman podía caber por entero dentro de un pabellón auditivo.



1 El autor entiende por “numerosos” la cifra de cuatro personas en toda la tarde; tres en realidad, ya que una señora confundió a M. Pierre Menard con un vendedor de algodón dulce, por el pestazo a Fort Doux (una especie de Nenuco francés de la época) que emanaba de su sucio cuello. (N. del T.)


Cayetano Gea Martín

3 comentarios:

Marga dijo...

Simplemente... chapó!! jajajaja, me encanta Pierre y sus correrías, o tu forma de contarlas? jeje

No trabajes tanto, el trabajo no dignifica en contra de lo que nos enseñaron (consulta a Wilde, él lo entendió bien)... claro que las hipotecas tampoco y ahí estamos...

Besossss hipotecados hasta la médula

Kay dijo...

Gracias, gracias... Pero el mérito es de ese genial autor tan incomprendido llamado Pierre Menard, yo sólo soy un mero, un mero 'reproductor'... un mero 'repetidor', quiero decir (como diría Les Luthiers)

Me encanta Wilde (en inglés, por supuesto ;p), y me encantaría poder ser tan epicúreo como él, pero efectivamente, para eso hay que tener dinero, jejejeje...

Besos de jueves (y deseando que llegue ya agosto)

Pedro Garrido dijo...

Buen bálsamo el de Gazpachás en estos tiempos cálidos, tórridos, caniculares. Infernales.