Mientras T’Chala le rogaba a Let’Oda, oyó pasos por la vereda que ascendía en espiral hasta La Cumbre. Se asomó para contemplar a una comitiva (que parecía más una partida de caza) encabezada por su padre y Nok’Fala. “En un instante estarán aquí”, pensaba la desdichada muchacha. “Oh, Diosa, ¡protégeme, protégeme!” La comitiva llegó al final, aunque nadie entró en la cima, ya que ésta era terreno sagrado que sólo las mujeres podían hollar.
-¡Hija mía! –exclamó el padre de T’Chala, la cual se había situado peligrosamente cerca del borde, -¡Vida de mi sangre y sangre de mi vida! ¡Acude a tu padre, pues éste te reclama! T’Chala, con lágrimas en los ojos, lo increpó con agrias palabras -¡No reconozco por padre a aquel que quiere entregarme al monstruo que tienes a tu lado! –dijo, señalando a Nok’Fala, quien contemplaba la escena mudo de rabia.
¡Terrible, terrible fue el sacrilegio que cometió Nok’Fala! Ante el estupor de los congregados, ¡se atrevió a pisar el suelo sagrado de la cima de La Cumbre de la Diosa Let’Oda! Gritos de dolor y de maldición surgieron por doquier, aunque Nok’Fala los silenció gritando más fuerte que todos a la vez. Con el rostro descompuesto por el odio, se dirigió a T’Chala en términos injuriosos. -¡Ven aquí, mujer! ¡Acude a tu pronto amo, perra! ¡Arrástrate y besa las piernas de tu futuro señor o tendré que ir yo!- ¡Oh, cuán odiosas resultaron esas palabras para los presentes, sobre todo para el padre de T’Chala! Pero ningún hombre se atrevía a entrar en La Cumbre, nadie más quería firmar su condena divina y morar en los infiernos junto con el loco de Nok’Fala. El padre de T’Chala hacía gestos a su hija para que rodeara a aquel monstruo y se situara bajo la protección de sus alas, pero Nok’Fala agarró de la muñeca a la muchacha, la cual gritó al sentir la presión.
-¡Pequeña ramera! –increpó Nok’Fala a T’Chala -¿Quién te crees que eres para despreciarme? Si no fuera por mí, ¡nadie en este inmundo poblado sabría lo que es comer carne todos los días! ¡Es un gran honor el que hago a tu familia accediendo a casarme contigo, ingrata! ¡Baja de La Cumbre enseguida o te bajaré yo por la fuerza! ¡Corre a tu casa y dile a esa madre tuya con cara de perro que te adecente para la boda! ¡Vamos! ¡Vamos!
A pesar de que era evidente que Nok’Fala había perdido por completo la razón, T’Chala aún sacó fuerzas de flaqueza para mirarle a los ojos e increparle. -¡Jamás me uniré a ti, monstruo! –dijo T’Chala -¡No es a ti a quien amo! ¡Mi corazón pertenece a otro! ¡Pertenece a Fac’Ne! ¡Él es, a ojos de Let’Oda, mi legítimo marido!- Blanco se quedó el rostro de todos los presentes ante la revelación de la muchacha, incluido el de su padre y el de Nok’Fala, pero éste último se recuperó pronto, y cogiendo a la muchacha por la espalda la obligó a tumbarse boca a bajo. –¡Ahora vas a ver la diferencia entre Fac’Ne y yo, perra! –le chilló a T’Chala al oído, mientras arrancaba la falda de la muchacha -¡Ahora verás la diferencia!...
-¡Hija mía! –exclamó el padre de T’Chala, la cual se había situado peligrosamente cerca del borde, -¡Vida de mi sangre y sangre de mi vida! ¡Acude a tu padre, pues éste te reclama! T’Chala, con lágrimas en los ojos, lo increpó con agrias palabras -¡No reconozco por padre a aquel que quiere entregarme al monstruo que tienes a tu lado! –dijo, señalando a Nok’Fala, quien contemplaba la escena mudo de rabia.
¡Terrible, terrible fue el sacrilegio que cometió Nok’Fala! Ante el estupor de los congregados, ¡se atrevió a pisar el suelo sagrado de la cima de La Cumbre de la Diosa Let’Oda! Gritos de dolor y de maldición surgieron por doquier, aunque Nok’Fala los silenció gritando más fuerte que todos a la vez. Con el rostro descompuesto por el odio, se dirigió a T’Chala en términos injuriosos. -¡Ven aquí, mujer! ¡Acude a tu pronto amo, perra! ¡Arrástrate y besa las piernas de tu futuro señor o tendré que ir yo!- ¡Oh, cuán odiosas resultaron esas palabras para los presentes, sobre todo para el padre de T’Chala! Pero ningún hombre se atrevía a entrar en La Cumbre, nadie más quería firmar su condena divina y morar en los infiernos junto con el loco de Nok’Fala. El padre de T’Chala hacía gestos a su hija para que rodeara a aquel monstruo y se situara bajo la protección de sus alas, pero Nok’Fala agarró de la muñeca a la muchacha, la cual gritó al sentir la presión.
-¡Pequeña ramera! –increpó Nok’Fala a T’Chala -¿Quién te crees que eres para despreciarme? Si no fuera por mí, ¡nadie en este inmundo poblado sabría lo que es comer carne todos los días! ¡Es un gran honor el que hago a tu familia accediendo a casarme contigo, ingrata! ¡Baja de La Cumbre enseguida o te bajaré yo por la fuerza! ¡Corre a tu casa y dile a esa madre tuya con cara de perro que te adecente para la boda! ¡Vamos! ¡Vamos!
A pesar de que era evidente que Nok’Fala había perdido por completo la razón, T’Chala aún sacó fuerzas de flaqueza para mirarle a los ojos e increparle. -¡Jamás me uniré a ti, monstruo! –dijo T’Chala -¡No es a ti a quien amo! ¡Mi corazón pertenece a otro! ¡Pertenece a Fac’Ne! ¡Él es, a ojos de Let’Oda, mi legítimo marido!- Blanco se quedó el rostro de todos los presentes ante la revelación de la muchacha, incluido el de su padre y el de Nok’Fala, pero éste último se recuperó pronto, y cogiendo a la muchacha por la espalda la obligó a tumbarse boca a bajo. –¡Ahora vas a ver la diferencia entre Fac’Ne y yo, perra! –le chilló a T’Chala al oído, mientras arrancaba la falda de la muchacha -¡Ahora verás la diferencia!...
Cayetano Gea Martín
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