martes, agosto 03, 2010

El hombre desnudo


Íbamos paseando juntos, Ana y yo, cuando le vimos. Pareció surgir de la nada, como esos pensamientos recurrentes y adormilados de las tres de la mañana. El hombre, desnudo y joven, de unos treinta años mal llevados, miraba a su alrededor, incrédulo, dudoso acerca de la palpable realidad que lo rodeaba.

-Mira, cariño,- me dijo Ana, -un hombre desnudo. Pobrecito, ¿estará enfermo?

El hombre desnudo, que intentaba tapar sus órganos sexuales con manos trémulas, nos miraba como si nos conociera de algo, pero sin atinar de dónde y porqué. A nosotros, sin embargo, no nos resultaba vagamente familiar siquiera.

Nos acercamos más a él, aunque con precaución. Podría tratarse de un loco peligroso aunque, no sé porqué, no nos daba esa impresión. Más bien parecía un hombre cuerdo envuelto en una situación absurda y que le superaba por completo.

-Disculpe,- inquirí yo a pocos metros del hombre desnudo, -¿se encuentra usted bien?
Sus ojos se encontraron con los míos y permanecieron fijos en ellos durante un rato demasiado largo para mi propia comodidad. De repente, sonrió y suspiró, como si hubiera entendido a bote pronto todo el asunto. Incluso retiró las manos, dejando al descubierto sus partes pudendas. Y, en menos tiempo del que se tarda en contarlo, cerró los ojos y desapareció de golpe.


Sencillamente, estaba ahí un segundo antes y luego ya no estuvo más. Esfumado.

Nos quedamos perplejos ante la extraña experiencia que acabábamos de vivir, dudando de su empirismo y de su ilógico final.

La respuesta, la obvia respuesta, golpeó nuestros cerebros a la par, tras varios minutos de velada deliberación: el hombre soñaba que estaba desnudo, y cuando se dio cuenta de ello, cuando fue consciente de que era un sueño y nada más, decidió despertar.

La pregunta subsiguiente tampoco tardó en llegar: entonces, ¿estábamos nosotros dentro de su sueño? ¿Éramos acaso un mero sueño del hombre desnudo?

Ana me abrazó, con el miedo que tienen los niños y los ancianos ante la muerte, el miedo terrible a no ser nada más que humo. Pero, ¿acaso no lo somos todos, al fin y al cabo? Quizá apenas seamos el sueño de alguien.

Todos nosotros.



Cayetano Gea Martín


3 comentarios:

Cayetano dijo...

Muy calderoniano te pones con el tema filosófico de "la vida es sueño". "¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción... etc."

Pedro Garrido dijo...

A mí más bien me recuerda al cuento hómonimo de este blog...

Kay dijo...

Creo, Pater, que Pedro ha dado más en el clavo...