En el kilómetro quince de la carretera comarcal C-2342, nada más pasar un recoleto prado plagado de bucólicas y defecantes vacas, se encuentra un pozo de los deseos de lo más turístico y especial. Es un pozo para olvidar: cualquier pensamiento del cual queramos desembarazarnos, no tenemos más que arrojarlo dentro del negro túnel para que desaparezca.
Existen, no obstante, unas normas bien especificadas en un cartel sito al lado del pozo. Básicamente, se recuerda a los señores olvidantes que sólo podrán hacer uso del mágico artilugio una vez al año, más unas cuantas y aburridas directrices del gobierno.
Yo lo probé hace unos meses. Lo malo es que, al olvidar algo, al no recordar nada de ello, no sabes el qué has olvidado; y por tanto, no sabes si realmente funciona.
En fin, me despido, imaginaria mujer, sin tener ni puta idea de quién eres.
Cayetano Gea Martín
5 comentarios:
¿Una vez al año nada más? Con todos los desastres que uno puede tener con una mujer a lo largo de un año, se podían haber estirado un poco más...
P.S.: Ni se te ocurra cerrar el blog, ¡te desheredo!
La metáfora era que es mejor no olvidar, Alfredito...
¿Desheredarme? ¿Qué herencia me más a dejar tú?
Un pozo para olvidar los malos pensamientos... Muy útil en estos tiempos de bajos instintos eclesiales. ¿Lo usará la Iglesia?
¿Existe la palabra "eclesiales"? ¿No sería "eclesiásticos"?
Las bajas pasiones del clero son una constante universal, además de zoofílicas. Mira que liarse la virgen con una paloma...
Véase, por ejemplo:
http://es.wikipedia.org/wiki/Movimientos_eclesiales
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