miércoles, diciembre 30, 2009

Richard Wiseman - Rarología


El coautor de este blog me regaló el libro que comento hoy, Rarología, una de las grandes sorpresas literarias que he tenido últimamente. Decir que es un libro increíble es quedarse corto. La verdad, pocas veces me he topado con algún libro más interesante que Rarología: recomendable de principio a fin.

¿Qué es la rarología?, sería la primera pregunta que cabe hacerse. Pues es un término acuñado por el profesor Wiseman para referirse a la investigación psicológica rara. Gran parte de su trabajo utiliza métodos científicos convencionales para investigar temas inusuales, o viceversa. Sus estudios son completamente libres, sin condicionantes de ningún tipo, utilizando todos los recursos que le son posibles; como por ejemplo disfrazarse de pollo gigante a la búsqueda del chiste más gracioso del mundo.

Entre otros muchos otros, Wiseman estudia temas tan extravagantes como los siguientes:

¿Influye de verdad el día de tu nacimiento en tu forma de ser?
¿Es cierto que los creyentes son buenos samaritanos?
¿Cuál es la psicología del sentido del humor?
¿Cómo se puede desenmascarar a los mentirosos patológicos?
¿Qué desvela de tu personalidad la forma en que caminas?
¿Vivirás más si rezas?
¿Cuáles son los condicionantes que nos hacen más susceptibles de triunfar a la hora de ligar?
¿Qué hay de cierto en la creencia en fantasmas y demás seres espectrales?

Me parece a todas luces fascinante. El profesor Wiseman, sencillamente, es un ser humano curioso que observa fenómenos peculiares o supuestas verdades colectivas en el mundo que le rodea y decide estudiarlas. Y sus conclusiones son fascinantes y, algunas veces, muy inesperadas.


Richard Wiseman – Rarología

Editorial Temas de Hoy. Colección Tanto por Saber

300 páginas. 18’50 €


Y si queréis saber más sobre esta apasionante nueva ciencia, os recomiendo su página web, donde además de ampliar información sobre la rarología, podéis participar en sus experimentos.



Cayetano Gea Martín



sábado, diciembre 26, 2009

Reflexiones besugas VIII




Si mi pene se va a vivir dentro de tu culo, ¿se puede decir que lo está colonizando? La respuesta, por supuesto, es: co-recto.

Si a un leñador le cae un árbol encima, ¿le quedarán secuoyas psicológicas?

Los antisistema se manifiestan para dar subversión de las cosas.

El vil metal es un tipo de música hardcore que no me gusta nada.

Persona sin padres y que sólo escucha mentiras: huerófono.

Vámonos a Estonia a ver a los Rollin actuar en su país natal.

El pez más erótico: el pez on. El pez más aburrido: el pez off.



Luis Raposo y Cayetano Gea Martín




martes, diciembre 22, 2009

Jeff Povey - The serial killers club


Este libro, posiblemente, el mejor thriller que me haya leído nunca, fue rescatado por mi mano de pura casualidad de la estantería de libros baratos y de segunda mano en el J&J. Y fue el ver de qué iba y comprármelo inmediatamente. Tardé dos días en leérmelo. Libro ameno y divertido como pocos, y hace poco he vuelto a sus páginas. Tiene que resultar extraño para el resto de los usuarios del Metro el ver cómo me descojono de la risa de trayecto en trayecto.

Bueno, vayamos con la historia. Nuestro protagonista, un cuarentón bajito y escuchimizado (y que no sé porqué me recuerda al personaje de El misterio de la cripta embrujada y secuelas), se ve sorprendido en un callejón por un asesino en serie que intenta acabar con su vida. Sin embargo, nuestro ¿héroe? se revuelve como una lagartija e invierte la situación: es él quien acaba con la vida del asesino. Revolviendo en la cartera de su atacante, encuentra una invitación a una fiesta de parte de Errol Flynn. ¿Errol Flynn? ¿Pero no está muerto? Intrigado, nuestro protagonista tropezará así con el club de los asesinos en serie, en Chicago. Su misión: comparar calendarios para evitar pisarse las víctimas, y compartir alegres anécdotas sobre sus asesinatos. Todos los miembros del club poseen un alias de alguna antigua figura del cine norteamericano: Tallulah Bankhead, Richard Burton, Chuck Norris y ahora, Douglas Fairbanks, nuestro protagonista. Pero “Dougie” no se va a dedicar a matar inocentes, no señor. En su lugar planea acabar con los miembros del club uno a uno. Y mientras se aplica a su tarea, no puede evitar preguntarse: ¿Soy uno de ellos o no?

El libro cuenta su historia con gran sentido del humor, muy inteligente a veces, rozando lo grotesco otras: las situaciones son tan surrealistas que se prestan a ello. El estilo es rápido y directo, aunque muy bien escrito: bastante currado y original, lleno del dialecto propio de la ciudad de Chicago, que se convierte en un protagonista más (debido, principalmente a que no para de llover durante todo el libro).

A destacar, por encima de todo, el misterio que rodea a Kentucky Killer, el mayor asesino en serie de la historia de Estados Unidos y que algunos de los miembros del club intentan tentar para que se una a éste, y que nuestro protagonista se fija como el mayor objetivo de todos. El asesino de Kentucky cuenta con doscientas noventa y ocho víctimas en su haber, todas ellas asesinadas al salir de comprar de un Kentucky Fried Chicken. Este asesino posee dos modalidades: o bien las ahoga introduciendo su cabeza en el cubo de pollo frito tamaño familiar, o las llena las vías respiratorias de las servilletas húmedas con olor a limón que reparten en KFC con cada menú para limpiarse las manos al finalizar el almuerzo.

En resumen, un libro muy divertido y bien escrito, repleto de diálogos hilarantes, y con un gran misterio por resolver: ¿quién es Kentucky Killer? La respuesta final a este enigma resulta sorprendente e inimaginable. Por lo menos, yo no lo pillé.

La edición que yo poseo está en inglés. Creo que no se ha editado en español, aunque se puede encontrar en el idioma de Shakespeare en La Casa del Libro. Quizá haya también alguna copia de segunda mano en J&J o en Bacchvs. Porque yo no pienso dejaros la mía, salvo excepciones. En todo caso, os dejo los datos del libro:


Jeff Povey - The serial killers club

Editorial Warner Books (USA)

305 páginas, 9,50 €



Cayetano Gea Martín



sábado, diciembre 19, 2009

Odio


Mi padre me pegaba hasta perder totalmente el sentido, hasta que era incapaz de moverse él o de hacerme mover a mí. Me pegaba siempre que volvía de casa, incapaz de soportar mi presencia, pero demasiado cobarde como para matarme directamente. Decía que era culpa mía, mía, que lo merecía, que me merecía sus palizas y muchas más, por el simple hecho de ser homosexual.

Mi padre me decía, cuando estaba tan borracho que era incapaz de pegarme si caerse al suelo, que Dios me odiaba por ello. Que Dios me odiaba con toda la furia de su alma inmortal. Dios mismo me odiaba, me aseguraba, y no un subalterno, algún que otro funcionario celestial; no: el gran jefe en persona me odiaba hasta rabiar, mi padre me decía.

Mi padre me decía, babeante en el suelo, que Dios me castigaría por mi terrible, terrible pecado contra natura, como castigó Sodoma. Decía que Dios haría llover fuego y azufre sobre mi impúdica cabeza.

Con el paso de los años me han acabado resultando tan familiares y tan cristianos todos esos odios… Esos odios integristas y fieros hacia tantas y tantas cosas, que es difícil que no le salpiquen a uno: los maricas, los ateos, los judíos, los científicos, los musulmanes, los escépticos, los budistas, los paganos, las mujeres solteras, los infieles, los rojos, los masones, las almas libres, los pecadores todos, etcétera.

¡Y dicen proclamar el amor! ¡Ellos!


Cayetano Gea Martín


miércoles, diciembre 16, 2009

Desmond Morris - El mono desnudo


El libro que hoy me ocupa me fue recomendado por el tito José Luis hace ya algo de tiempo. Y he reconocer que me encanta y que es uno de mis libros favoritos.

Desmond Morris, zoólogo y etólogo inglés, dibuja en este libro un retrato zoológico y darwinista del Homo Sapiens. Desde que el hombre es consciente de su capacidad intelectual se ha ido apartando cada vez más de lo que es y sigue siendo: un primate sin pelo recolector y cazador, aunque a veces nos cueste reconocer y hacer las paces con nuestros instintos naturales.

A lo largo del libro, el autor explica determinados aspectos del comportamiento humano contemporáneo y su correlación con el instinto de supervivencia común a todos los seres vivos. Por ejemplo, las mujeres tienen los pechos más grandes que las otras primates hembras no por temas de nutrición si no para atraer a los hombres y favorecer la procreación, es decir, la supervivencia. O el por qué a los hombres, cuando llegamos a la adolescencia, nos empiezan a atraer olores y sabores amargos: no es más que un preparatorio evolutivo al ocasional olor almizcleño de las mujeres.

Mi ejemplo favorito es a qué se debe que la mujer sea el único primate hembra que tiene órganos capaces de provocar un orgasmo. Resulta que cuando nuestros antepasados primates comenzaron a andar sobre dos patas hacía falta un mecanismo que consiguiera retener a la hembra durante los primeros instantes posteriores a la eyaculación en posición horizontal, para favorecer así la fecundación. De ahí el orgasmo femenino y su subsiguiente relajación muscular por las endorfinas vertidas en el torrente sanguíneo. Me parece tremendo.

En resumen, en este más que recomendable libro de divulgación se nos permite descubrirnos, avergonzarnos y divertirnos con nuestra propia naturaleza, provocando una inevitable reflexión sobre muchos comportamientos y pautas culturales corrientes que ponen al descubierto las principales características de nuestra especie, los monos sin pelo.


Desmond Harris - El mono desnudo (1967).
268 páginas. 7,95 € en formato bolsillo.
Tribuna de Plaza & Janés (sociología).



Cayetano Gea Martín



domingo, diciembre 13, 2009

Sí, quiero




Ella sigue caminando a mi lado. Cómo la odio. Cómo la odio a ella y a este interminable pasillo. Este maldito pasillo o corredor o como cojones se llame. Un trasbordo largo. Eso es. Un puñetero trasbordo largo. Interminable. No es que parezca que nunca se acaba, es que realmente no acaba nunca. Y no es una exageración. Y todo es culpa de ella. Y no son paranoias: ella misma me lo acaba de decir, con su ridícula voz cantarina.

- Estoy alargando el pasillo, ¿sabes? Y no acabará nunca. Podemos estar vagando hasta que mueras de hambre o de sed. Probablemente, lo segundo. A menos que…

- ¿A menos que…?

- A menos que te cases conmigo. Aquí y ahora.

Simple y conciso. Y aunque al principio pensaba que era una perturbada mental, alguna loca escapada del frenopático, el caso es que el corredor no acaba nunca. A las tres horas de andar, comienzo a creerla.

- ¿Y cómo es posible que seas capaz de alargar el pasillo hasta el infinito?

- Oh, bueno, no es muy difícil, la verdad. Es un mero bucle espacial.

- Ah, claro. Lo que me figuraba.

Y encima no se supone que fuera a cruzar por aquí. Podía haber hecho el trayecto por la calle. Pero hace frío y los túneles siempre me han atraído. Hasta hoy, claro.

- Bueno, ¿cuál es tu respuesta? ¿Te casas conmigo? ¿Sí no no?

- Vete al infierno.

- No te creerías la de veces que he escuchado eso.

Y pasa una hora más. Llevaré ya cuatro horas andando. Estoy cansadísimo, andando como un sonámbulo por el mismo blanco y eterno pasillo del Metro de Madrid. No puedo más así que me detengo en seco y me dejo caer. Además, ¿qué gano con seguir andando hasta el infinito?

- Yo no haría eso, querido.

- ¿Por qué no? ¿Por qué cojones no?

- Mira para atrás, mi futuro esposo.

Giro la cabeza para ver cómo el eterno pasillo es devorado por un muro de fuego que cubre todo el corredor y que se aproxima lenta pero inexorablemente.

- Mierda.

Y sigo andando.

- Tendrás que decidirte rápido, prometido mío.

- Cállate, zorra.

Y sigo caminando, cada vez más cerca de la extenuación. El muro de fuego prosigue su camino, persiguiéndome. Y yo cada vez ando más despacio. Mi velocidad y la del muro de fuego son prácticamente idénticas.

- Joder, joder, joder.

- Ahora no, cariño, después de la boda.

- Que te den por el culo, perra.

- Lo que más te guste, pero cuando esté casada contigo.

Y seguimos andando. Y la muy puta no parece cansarse lo más mínimo. No puedo más. He perdido totalmente la noción del tiempo. No sé cuánto tiempo llevaremos andando ya. Los pies me duelen como nunca en mi vida. Puedo sentir los músculos de mis piernas ardiendo y al borde del colapso. No resistiré mucho más. Tendré que rendirme pronto y casarme con este maldito demonio.

- Sólo tienes que decir “sí, quiero” y podrás descansar.

- Cállate.

De repente, al final del interminable pasillo, aparece la silueta de un hombre. Mi corazón comienza a latir aún más fuerte. ¿Estoy salvado? El hombre, de unos cincuenta años y calvo, llega hasta nuestra altura.

- Hola, Letho.

- ¿Qué tal, Kroyja? ¿A la búsqueda de marido, eh?

- Ya ves.

- Hasta luego.

- Cuídate, golfo.

Y sigue andando en dirección a las llamas. El muy hijo de puta sigue andando. Las cruza como si nada y desaparece dentro de la vorágine de fuego.

- Joder.

- Después de la boda, no insistas. Y tras una buena ducha.

- Joder, joder, joder.

- Hombres: siempre pensando en lo mismo.

Ruedo por el suelo y casi pierdo el conocimiento. Casi. Permanezco tirado en el sucio suelo de linóleo, a borde del colapso, con el calor de las cada vez más cercanas llamas azotando mi rostro. Lágrimas de frustración o de dolor, no lo sé, surcan mi rostro.

- ¿Kroyja?

- ¿Sí, querido?

- Ese es tu nombre, ¿no? ¿Kroyja?

- Ese es.

- Sí.

- ¿Sí?

- Sí, quiero.

- Perfecto.


Cayetano Gea Martín


jueves, diciembre 10, 2009

Friedrich Nietzsche - El Anticristo o Maldición sobre el cristianismo


Hoy me enrollo poco y os dejo directamente en las peligrosas manos de Nietzsche. Baste decir que El Anticristo es uno de mis libros favoritos y que suelo ojearlo cada vez que empiezo a sentirme tolerante con el cristianismo. Aquí van unas cuantas perlas:


Solamente hubo un cristiano de verdad, y éste murió en la cruz. Originalmente, el concepto de Cristo, era un movimiento budista de paz en la tierra; no lo que vino después, que fue una promesa de un más allá indemostrable. Pues la diferencia fundamental entre ambas religiones continúa siendo ésta: el budismo no promete, sino que cumple; el cristianismo promete todo, pero no cumple nada. A la “buena nueva” la sucedió inmediatamente la peor de todas: la de Pablo. Este disevangelista borró el ayer y se inventó una historia del cristianismo primitivo. Más tarde, la Iglesia falseó la historia de la humanidad, convirtiéndola en prehistoria del cristianismo. El tipo de redentor, la doctrina, la práctica, la muerte: nada quedó intacto. Pablo necesitaba la muerte en la cruz del redentor: su necesidad era el poder, el crear rebaños.

La predicación de la castidad es una incitación pública a la contranaturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, toda impurificación de la misma con el concepto de “impuro” es el auténtico pecado contra el espíritu santo de la vida.

Una religión como el cristianismo, que en ningún punto tiene contacto con la realidad, que se derrumba tan pronto como la realidad obtiene su derecho, tiene que ser, como es obvio, enemiga mortal de la sabiduría. La fe como imperativo es el veto de la ciencia, la mentira a cualquier precio.

Un mártir no demuestra nada con su sacrificio. La sangre derramada no conforma una verdad: la sangre envenena incluso la doctrina más pura, convirtiéndola en delirio y en odio de los corazones. Y si alguien atraviesa una hoguera para demostrar su doctrina, ¡qué demuestra eso! Nada.

Yo condeno al cristianismo, yo levanto contra la Iglesia cristiana la más terrible de todas las acusaciones. Ella es para mí la más grande de todas las corrupciones posibles. Nada ha dejado la Iglesia de tocar con su corrupción, de toda verdad ha hecho una mentira, de toda honestidad, una bajeza del alma. ¡Que alguien se atreva todavía a hablarme de sus bendiciones “humanitarias”! Ella ha creado calamidades, con el fin de eternizarse a sí misma. El concepto de pecado, por ejemplo: ¡Es la Iglesia la que ha enriquecido a la humanidad con esa calamidad! Y su retorcida idea de santidad, beber hasta el final toda sangre, todo amor, toda esperanza de vida; el más allá, como voluntad de negación de toda realidad; la cruz, como signo de reconocimiento para la más subterránea conjura habida nunca: contra la salud, la belleza, la buena constitución, la valentía, el espíritu, la bondad de alma… ¡Contra la vida misma!

Viciosa es toda especie de contranaturaleza. La especie más viciosa de hombre es el sacerdote: él enseña la contranaturaleza. Contra el sacerdote no se tienen razones, se tiene el presidio.

Yo llamo al cristianismo la única gran maldición, la única grande e intimísima corrupción, el único gran instinto de venganza… Yo lo llamo la única inmortal mancha deshonrosa de la humanidad.

Jesús es lo contrario de un genio: es un idiota. Es incapaz de comprender una realidad: gira en torno a cinco, a seis conceptos que antes ha oído y que poco a poco ha entendido. El resto le es ajeno. El hecho de que los instintos varoniles no se hayan desarrollado jamás en él, el hecho de que se haya quedado retrasado y haya permanecido infantilmente en la pubertad: eso es propio de ciertas neurosis epileptoides. No posee conocimiento alguno: ni el más lejano soplo de ciencia, disciplina espiritual, lógica, gusto. Él conoce sólo efectos morales: signo de la más baja y la más absurda cultura. Jesús es un idiota en medio de un pueblo muy listo: ¡Pablo no era en modo alguno un idiota!

¡Y se cuenta el tiempo desde el día nefasto en que empezó esta fatalidad, desde el primer día del cristianismo! ¿Por qué no, mejor, desde su último día? ¿Desde hoy?


Cayetano Gea Martín


lunes, diciembre 07, 2009

Falsedad




Que no hago cuita de la fealdad
Que arrastras desde la tierna cuna,
Si a los ojos de la argenta luna
Pergeñas con valor en tu mirar.

Y que anulan el más fino paladar
Los dulces en exceso empalagosos:
Siempre hay temor de que otro afectuoso
Los intente con porfía degustar.

Tales hueras palabras le dijo
El bravucón de conticinio a la fea,
Sin sentirlas nunca de verdad.

Y es que es valiente el derramado vino
Que todas las mentiras sin mesura crea,
Y fabrica terco conato de mísera falsedad.


Cayetano Gea Martín




viernes, diciembre 04, 2009

Thomas de Quincey - Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes


Hay libros normales y libros curiosos. El que nos ocupa hoy pertenece, sin duda alguna, al segundo tipo. Thomas de Quincey, escritor y polemista inglés del siglo XIX, ha sido una de las mayores fuentes de inspiración para autores de la talla de Poe, Carroll, Dickens, Proust, Chesterton, Borges, Wilde, Woolf y muchos otros. Y cuando uno lo lee, se da cuenta del porqué.

Este libro cayó en mis manos, como muchos otros, por recomendación directa de Borges. Y he de reconocer que es un gran ensayo. Su protagonista, un joven asesino perteneciente a una importante sociedad de asesinos en serie, intenta unificar homicidio con arte. De tal manera, vamos viendo diferentes y muy artísticas formas de acabar con la vida de alguien. Por ejemplo, ahogar a alguien por la espalda mediante un cable o cuerda no es estético: resulta zafio y grosero, sin nada de arte. Sin embargo, degollar ya sería más aceptable, siempre y cuando las salpicaduras de la sangre formen un hermoso lienzo.

El ensayo, narrado en primera persona, posee el estilo directo y nada artificioso típico en este autor, amén de su corrosivo y característico sentido del humor, muy británico. De hecho, el problema es que uno no sabe si lo que está diciendo es en serio o está de coña, de lo fino que hila el bueno de Quincey. Y eso es lo que asusta.

La edición que tengo yo, de El Club Diógenes, por supuesto, se completa con tres ensayos más, a parte Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes. El primero de ellos, El coche correo inglés, es una visión sobre el mundo moderno y el horror apocalíptico que le supone al autor el hecho de dejar de utilizar coches tirados por caballos. El segundo, llamado La visión de la muerte súbita, es una fascinante expedición a las raíces mismas del horror humano y de la levedad del ser. El volumen se cierra con Sobre los golpes en la puerta, un breve artículo teatral sobre Macbeth.

En resumen, un libro de ensayos altamente recomendable, sobre todo por el que da nombre al libro. Os dejo con una perla del mismo. Vigilen su espalda, damas y caballeros. Y si un asesino viene a por su vida y el final es inevitable, recuerden que es mejor acabar convertido en una obra de arte. Por lo menos…

“Un amigo filósofo, conocido por su filantropía y su bondad, sugiere que el sujeto escogido debería tener una familia con niños pequeños que dependa enteramente de su trabajo, con el propósito de intensificar el Phatos. Sin duda, se trata de una precaución juiciosa, pero yo no insistiría mucho en ella: una restricción tan severa puede tener como efecto negativo reducir la esfera de actuación del artista.”


Thomas de Quincey
Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes y otros ensayos literarios.
El Club Diógenes. Valdemar.
Formato de bolsillo, 265 páginas. 9€.



Cayetano Gea Martín


martes, diciembre 01, 2009

Reflexiones besugas VII




Volvemos a la carga con más tonterías mías y del tito JL...


• Mi reloj es analógico: Da siempre la hora que le sale del culo.

• Lo que más me gusta del cine de Trueba es su bizco mica.

• Porquería típica del centro de Europa: Suicedad.

• Como dice el dogma católico: soy uno y estoy que trino.

• Era un señor tan mayor que le hicieron la autopsia para ir adelantando el trabajo.

• Mike Jagger colabora con el tercer mundo porque siente Simpatía por el Débil.

• Deidad mitológica griega fundadora del capitalismo: Poseidón.



Lois Raposo y Cayetano Gea