Ella sigue caminando a mi lado. Cómo la odio. Cómo la odio a ella y a este interminable pasillo. Este maldito pasillo o corredor o como cojones se llame. Un trasbordo largo. Eso es. Un puñetero trasbordo largo. Interminable. No es que parezca que nunca se acaba, es que realmente no acaba nunca. Y no es una exageración. Y todo es culpa de ella. Y no son paranoias: ella misma me lo acaba de decir, con su ridícula voz cantarina.
- Estoy alargando el pasillo, ¿sabes? Y no acabará nunca. Podemos estar vagando hasta que mueras de hambre o de sed. Probablemente, lo segundo. A menos que…
- ¿A menos que…?
- A menos que te cases conmigo. Aquí y ahora.
Simple y conciso. Y aunque al principio pensaba que era una perturbada mental, alguna loca escapada del frenopático, el caso es que el corredor no acaba nunca. A las tres horas de andar, comienzo a creerla.
- ¿Y cómo es posible que seas capaz de alargar el pasillo hasta el infinito?
- Oh, bueno, no es muy difícil, la verdad. Es un mero bucle espacial.
- Ah, claro. Lo que me figuraba.
Y encima no se supone que fuera a cruzar por aquí. Podía haber hecho el trayecto por la calle. Pero hace frío y los túneles siempre me han atraído. Hasta hoy, claro.
- Bueno, ¿cuál es tu respuesta? ¿Te casas conmigo? ¿Sí no no?
- Vete al infierno.
- No te creerías la de veces que he escuchado eso.
Y pasa una hora más. Llevaré ya cuatro horas andando. Estoy cansadísimo, andando como un sonámbulo por el mismo blanco y eterno pasillo del Metro de Madrid. No puedo más así que me detengo en seco y me dejo caer. Además, ¿qué gano con seguir andando hasta el infinito?
- Yo no haría eso, querido.
- ¿Por qué no? ¿Por qué cojones no?
- Mira para atrás, mi futuro esposo.
Giro la cabeza para ver cómo el eterno pasillo es devorado por un muro de fuego que cubre todo el corredor y que se aproxima lenta pero inexorablemente.
- Mierda.
Y sigo andando.
- Tendrás que decidirte rápido, prometido mío.
- Cállate, zorra.
Y sigo caminando, cada vez más cerca de la extenuación. El muro de fuego prosigue su camino, persiguiéndome. Y yo cada vez ando más despacio. Mi velocidad y la del muro de fuego son prácticamente idénticas.
- Joder, joder, joder.
- Ahora no, cariño, después de la boda.
- Que te den por el culo, perra.
- Lo que más te guste, pero cuando esté casada contigo.
Y seguimos andando. Y la muy puta no parece cansarse lo más mínimo. No puedo más. He perdido totalmente la noción del tiempo. No sé cuánto tiempo llevaremos andando ya. Los pies me duelen como nunca en mi vida. Puedo sentir los músculos de mis piernas ardiendo y al borde del colapso. No resistiré mucho más. Tendré que rendirme pronto y casarme con este maldito demonio.
- Sólo tienes que decir “sí, quiero” y podrás descansar.
- Cállate.
De repente, al final del interminable pasillo, aparece la silueta de un hombre. Mi corazón comienza a latir aún más fuerte. ¿Estoy salvado? El hombre, de unos cincuenta años y calvo, llega hasta nuestra altura.
- Hola, Letho.
- ¿Qué tal, Kroyja? ¿A la búsqueda de marido, eh?
- Ya ves.
- Hasta luego.
- Cuídate, golfo.
Y sigue andando en dirección a las llamas. El muy hijo de puta sigue andando. Las cruza como si nada y desaparece dentro de la vorágine de fuego.
- Joder.
- Después de la boda, no insistas. Y tras una buena ducha.
- Joder, joder, joder.
- Hombres: siempre pensando en lo mismo.
Ruedo por el suelo y casi pierdo el conocimiento. Casi. Permanezco tirado en el sucio suelo de linóleo, a borde del colapso, con el calor de las cada vez más cercanas llamas azotando mi rostro. Lágrimas de frustración o de dolor, no lo sé, surcan mi rostro.
- ¿Kroyja?
- ¿Sí, querido?
- Ese es tu nombre, ¿no? ¿Kroyja?
- Ese es.
- Sí.
- ¿Sí?
- Sí, quiero.
- Perfecto.
Cayetano Gea Martín
7 comentarios:
¿De qué sirve huir del fuego si se acaba casando con un demonio o demonia?
Me parece que no has pillado la metáfora florida... Miedo al compromiso, se llama...
La metáfora sí la he pillado, pero creo que se podría haber evitado caminar tanto... En situaciones así, habría que preguntarse: La tía está buena? Sabe cocinar? Se deja dar por culo? Bueno... luego de hacer una serie de preguntas pertinentes, te casas... qué más puedes pedir? ^_^;;
Tienes razón, Alfie: lo que pasa es que yo, mientras escribia la historia, no me la imaginaba buena ni interesante en ningún momento...
Es más, en mi imaginación ella tenía la cara y el cuerpo de alguien que conocemos los dos: ya te diré quién... :D
Sí he pillado la metáfora, pero te digo que esa mujer es una demonia o diablesa o lucifera (Mefistófela suena bien)
¿Acaso (ATENCIÓN: COMENTARIO MISÓGINO) no lo son todas? Que no... Solamente deben ser las malas arpías con las que me junto yo. Claro que, bien mirado, también me las busco yo así, por lo que no cabe quejarse...
uff, tienes que dejar de escribir some mis ex!
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