El señor Antonio González-Veronia, natural de Alcalá de Henares, representa un caso único en lo que a curiosidades biológicas se refiere, al ser el único hombre conocido que posee visión de rayos-X.
Todo comenzó cuando, paseando por su hermosa localidad natal, reparó en que la gente que le rodeaba iba completamente desnuda. Siendo de natural moderno y adelantado a su tiempo, supuso que la moda del urbanudismo que empezaba a campear por Europa había llegado ya a tierras iberas. Pero le escamó el hecho de que tal cosa sucediera en pleno mes de febrero y que la gente ignorase tan alegremente los rigores invernales. Hombre práctico y de ideas empíricas, Don Antonio le preguntó a una hermosa joven que bajaba la Calle De Los Libreros como Dios la trajo al mundo si, efectivamente, iba de tal guisa. El señor González-Veronia supuso, por el tremendo puñetazo que la chica descargó sobre su mandíbula, que, quizá, el problema residía en él. Para confirmar del todo su axioma, procedió a la entrevista y posterior somanta de otros cuatro ciudadanos elegidos al azar. Teniendo pues, cinco resultados idénticos (aunque de diferentes cuantías), dióse por satisfecho.
Con premura, y algo asustado ante su intrigante descubrimiento, encaminó sus pasos hacia la consulta del Doctor Luciano Artudes Corola, siendo el susodicho facultativo, pues, la primera persona en observar y estudiar tan curioso caso. Era Don Luciano el médico general de la familia González-Veronia, y contaba, pues, con toda la confianza de Don Antonio, confianza que él aprovechaba para vender inútiles panaceas a precios abusivos, práctica que le llevaba reportando en los últimos treinta años pingues beneficios.
El Doctor Artudes sacó en claro que lo que Don Antonio sufría era de un agudo (y sorprendente) caso de visión de rayos-X. Con argucias, consiguió convencer a su paciente de que no divulgara su secreto, y que fuera él y nadie más que él quien estudiase el fenómeno en cuestion, quizá con ensoñadoras miras científicas que le dieran el renombre que buscaba desesperadamente desde hace años y que, envuelto en su rutina diaria de eliminar juanetes y pinchar nalgas, se le antojaba como un sueño imposible.
De súbito, la vida y la rutina del señor González-Veronia cambió radicalmente. Tuvo que abandonar su vida contemplativa para comenzar a acudir frecuentemente a la consulta del Doctor Artudes. Allí, era sometido a una batería de pruebas que le iban poco a poco debilitando la salud, dejándole en el estado lamentable que, desafortunadamente, posee a día de hoy.
Ayer fue el primer día que el desafortunado Don Antonio vino a verme, casi solicitando auxilio de mi parte. Yo soy, por si alguien aún no lo ha adivinado, el Presidente del Gobierno. Y aunque las malas lenguas intenten emponzoñar mi gestión con habladurías y mentiras (vertidas, que duda cabe por el badulaque de Don Julio Cerezo desde la oposición marxista), yo siempre he sido un hombre apegado a las necesidades del pueblo. Me preocupo por mis vasallos uno a uno. Por ello, no pude negarme a la petición de ayuda del Señor González-Veronia. ¡Qué desesperado tenía que estar para acudir al Gobierno!
Esta mañana he estado hablando con él, de su problema y de cómo tratarlo. Mi médico personal, el Doctor Prutáñez, se encargará personalmente del caso, intento aunar, como su juramento le obliga, la curación con el bienestar del paciente. Al fin y al cabo, Don Antonio aún tiene toda una vida por delante y no es óbice que sufra una merma en su calidad de vida. A sus ochenta y cinco años recién cumplidos, creo que he dejado bien claro lo mucho que me importan nuestros mayores, y que esta Administración se preocupa por ellos y venera su inteligencia y sabiduría, como los pilares vivientes de la memoria que son.
Mañana por la mañana, si no se rompe la noche, como cantaba él, el más grande de los cantantes de nuestro tiempo, el señor González-Veronia comparecerá ante los medios de comunicación para explicar su extraño caso y cómo este nuestro Gobierno, al que muchos (y entre ellos, el infame Don Julio Cerezo), han acusado de inmovilista y retrógrado, está preparado para afrontar cualquier problema que aqueje al hombre moderno.
Cayetano Gea Martín
3 comentarios:
Que no se rompa la noche...
Y no sabía yo que te embarcaras en campañas electorales...
Saludos con sonrisa.
Ays, la feria, la feria o la jaula...
Pobre hombre!
Un beso con rayos gamma!
Isa, pues sí, embarcado me hayo, para evitar, siempre que me dejen, que gane ese señor de barba que me da mal rollito...
Besos sonrientes, también
Marga, la feria le sienta mal a un peazo de friki como yo... O como tú, ya puestos, jejeje... Sé que te debo un emilio, pero estoy de mudanza laboral temporal y el acceso a internete resulta escaso y bajo vigilancia del boss
Besos a dos semanas de plazo de vencimiento
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