lunes, enero 14, 2008

A las puertas del cielo

Sí, sigo dejando por las noches las puertas y las ventanas abiertas de par en par. Es una costumbre que me cuesta perder. Me encanta dormir de puertas para afuera, ya sabes, sentirme libre, no aprisionado entre cuatro paredes. Siempre recuerdo cómo papá y tú os sorprendía y enfadaba, alegando a la inseguridad que había en nuestro barrio. Claro que quizá esa manía se deba a mi nacimiento e infancia, a esos años cálidos de chico extrovertido que jugaba con sus amigos a la orilla del mar. ¿Cuánto hace de eso ya? ¿Treinta años, más o menos? Oh, mamá, cómo pasa el tiempo. Ahora soy un hombre cuyo pelo empieza a encanecer, para disgusto tuyo, adivino. Siempre fui tu niño, el benjamín de la casa. Recuerdo cómo me disgustaba antes y lo que me reconforta ahora, ese cariño de madre.

¿Has sonreído? Me dice tu médico, ese señor tan serio que se parece al tío Juan, que no puedes oírme, que el que sonrías se debe a una contracción involuntaria de los músculos faciales. Puede ser, pero me alivia pensar que de alguna manera eres capaz de entender lo que te digo, de que el instinto maternal sea más poderoso que la enfermedad que te corroe de dentro a fuera.

La tía Adela me pidió que te entregara el crucifijo de la abuela. Dijo que a ti te hacía más falta que a ella. Lo dejo en la mesilla de noche, ¿vale? Siempre fuiste tan creyente... Pero me encantaba cómo, a pesar de ello, nunca intentaste convencerme o sermonearme. Me dejabas ser yo mismo. Y eso que yo te buscaba las cosquillas, ¿te acuerdas? Siempre te preguntaba cómo era posible que un Dios que se supone que es todo bondad y amor pudiera permitir que las personas sufrieran. Y ahora esa incongruencia es más obvia que nunca. Tú, su fiel más devota, condenada a morir antes de tiempo, con apenas sesenta años. Si existiera, me encantaría subir hasta su trono celestial y darle un par de hostias, te lo juro. ¿Qué clase de Dios permite que la gente buena sufra y muera? Pero divago, perdona.

Lo que venía a decirte es que te voy a echar mucho de menos. Bueno, ya lo hago, en realidad, cuando el cáncer te apartó de mi lado hace tres meses y te relegó a hueso y piel. La vida es una broma de mal gusto, según parece. ¿Recuerdas lo egoísta que era antes? Sólo existía mi ombligo. Hoy, si se me permitiera un deseo, sería cambiar la situación. Daría mi vida vacía e inútil a cambio de la tuya sin pestañear. Díselo a tu Dios si le ves. Dile que se meta su reino eterno por el culo, que lo que yo quiero es que estés, no tener que recordarte.

¿Me oyes, viejo chivo? Yo te maldigo ahora y siempre. Mándame tus fuegos eternos y tu furia. Mándame la cohorte de ángeles castrados que te hacen la pelota. ¿No estás cansado de que tus hijos te repudien? Aquí tienes uno más que no se arrodillará ante ti.

Cayetano Gea Martín



Amantes y envidiosos de la libertad humana, y considerándola como la condición absoluta de todo lo que adoramos y respetamos en la humanidad, doy vuelta la frase de Voltaire y digo: si dios existiese realmente, habría que hacerlo desaparecer.
Mijaíl Bakunin - Dios y el Estado

6 comentarios:

Isa Segura B. dijo...

...y maldito eñ cáncer que tantas vidas nos va robando a golpe de dolor con sonrisa de pellejo.
Saludos (me hiciste volver a tristes momentos)

Kay dijo...

Isa, lamento el revoltijo en tu memoria... Pero sí, maldito una y mil veces.
Besos

Margot dijo...

Sí señor, habría que hacerlo desaparecer... a los dos, al cancer y a dios.

Besos, señor Kay

Kay dijo...

Yes, Marga, yes... Ambos sobran y matan... Besos nihilistas a email que-me-si-gues-de-bien-do

DaliaNegra dijo...

A mí también me has arrojado al pasado.Besos suaves***

Kay dijo...

Dalía, como le dije a Isa, lamento si mi entrada ha reabierto heridas en vuestros nobles corazones... Aunque, por otra parte, si he conseguido calar en ellos, ¿no es ese el deseo de toda persona que escribe? :)

Besos suaves de marejada lunar