lunes, septiembre 18, 2006

El último


Desde que el ocaso llegó al mundo de los dioses profanos, nada había vuelto a ser lo mismo. La soledad, la inmensidad de la cueva se hacía palpable, así como las manchas negras del humo de las antorchas estampadas en el techo. Y ante ese espectáculo, el último dios antiguo, Väinämöinen, dios de la música, rumiaba su final extrayendo tristes acordes a su kantele.

Y el final consistía en dos opciones, a cada cual más triste y lamentable. Por un lado, podría quedarse en la cueva primigenia hasta que el último ser humano que creyese en él muriera. Por otro lado, podría enfrentarse con su destino, salir de la cueva y caminar con paso firme hacia la entropía. Morir como murió su prometida Aino, por voluntad propia.

Tales oscuros pensamientos nublaban su mente cuando una sombra de hombre bloqueó la luz ambarina que iluminaba la cueva. Cuando el visitante acabó de entrar en el recinto, Väinämöinen pudo ver que se trataba de un mortal de mediana edad, pelo rubio y ensoñadores ojos azules. Fueron lo que más le llamaron la atención, sus dos profundos ojos celestes que escudriñaban el rostro y la apariencia del dios con beatífica fascinación.

El hombre se adelantó. Plantó su rodilla izquierda en el suelo. Habló.

Me llamo Elias Lönnrot –proclamó –y soy el último hombre que cree en ti.


Elias Lönnrot fue el autor de la Kalevala, un poema épico compilado por él en el siglo XIX a partir de fuentes folclóricas finlandesas.
Cayetano Gea Martín

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