Un señor que corre por la calle no sabe muy bien cuál es el motivo de su carrera. Es posible, piensa, que lo haga por simple diversión, aunque rara diversión sería correr con zapatos y traje, no obstante cosas más raras se han visto en este mundo, intenta convencerse, pero no lo consigue, por lo que pasa a evaluar su segunda opción. Es posible que corra por la satisfacción de realizar ejercicio, tonificar los músculos y mejorar mi salud cardiovascular, mientras se ve corriendo por una ciudad repleta de humos y vestido con el traje y los zapatos. Pronto desechará esa nueva opción y pasará a una tercera alternativa. Podría ser que corra en busca de un autobús que pronto llegará y al que no hay otro modo de llegar que corriendo, sin embargo en su memoria no parece haber recuerdo de que deba coger autobús alguno claro que, primero ha de resolver el por qué de la ausencia de recuerdos en su mente en relación con la actividad que en estos momentos está llevando a cabo. Se plantea pues una cuarta opción que implica una huida, pero de quién y por qué, serían las preguntas pertinentes a continuación. Además, al echar la vista atrás, no parece que nadie le siga, y los viandantes parecen seguir con sus vidas como si la de nuestro protagonista tuviese el mismo nulo valor que las suyas. Como no es capaz de llegar a una solución se detiene. Está sudando. Coge un pañuelo de su bolsillo para secarse el sudor. Cuando lo despliega advierte por qué corría.
Pedro Garrido Vega.
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