Una forma de escindir lo real y adentrarse en la irrealidad es acceder a un piso diferente de aquel en el que vivimos en nuestro edificio. Digamos, por ejemplo, que si vivimos en un cuarto, vamos al sexto. Allí podremos comprobar cómo un espacio tan cercano a aquel en el que habitamos, más cercano incluso que la panadería de la esquina o el mercado del otro lado de la calle, nos es completamente ajeno. En este piso al que nunca hemos accedido, las puertas son diferentes de las que vemos en el nuestro, las alfombrillas colocadas en la entrada también lo son y lo es incluso el olor del aire. El trayecto en el ascensor nos parecerá diferente, seres temporales como somos, y los nuevos tramos de escaleras, hasta el momento inexploradas, nos parecerán nuevos mundos colonizados.
Tampoco es baladí la tarea de imaginar qué es lo que ocurre al otro lado de cierta pared de nuestra casa. Allí donde nosotros hemos colgado una reproducción de La danza de Matisse, puede que se encuentre un armario repleto de ropa de época, o un cuadro de Picasso o un aparador o, simplemente, una pared blanca o por qué no, otra reproducción de la obra de Matisse.
Además, se pueden inventariar absolutamente todos los objetos presentes en una casa. Da vértigo saber cuántas palabras conocemos para designar objetos y las relaciones que entre ellos pueden establecerse. Imaginemos una simple estantería: podríamos hablar de estantes o anaqueles, de madera, de barniz, de pino, abeto, nogal, ébano, de tornillos allen, de clavos (con sus diferentes medidas), de destornillador, martillo, llave allen, polvo, libros, bibelots, fotografías, marcos, mate o brillo, páginas, marca-páginas, calzas, tacos, etc.
Nuevo ejercicio de irrealidad: permitir a alguien, estando ausentes de casa, que modifique el decorado y la disposición de los muebles a su antojo. A la vuelta descubriremos un mundo nuevo construido con objetos familiares que iremos desvelando de forma lenta y aleatoria, que estimulará nuestra memoria y algún que otro sentimiento.Retirar las puertas de las habitaciones acaso sea otro modo de retirar barreras, obstáculos, de hacer más habitable la casa y de eliminar fronteras allí donde nunca debieran ser precisas.
Tampoco es baladí la tarea de imaginar qué es lo que ocurre al otro lado de cierta pared de nuestra casa. Allí donde nosotros hemos colgado una reproducción de La danza de Matisse, puede que se encuentre un armario repleto de ropa de época, o un cuadro de Picasso o un aparador o, simplemente, una pared blanca o por qué no, otra reproducción de la obra de Matisse.
Además, se pueden inventariar absolutamente todos los objetos presentes en una casa. Da vértigo saber cuántas palabras conocemos para designar objetos y las relaciones que entre ellos pueden establecerse. Imaginemos una simple estantería: podríamos hablar de estantes o anaqueles, de madera, de barniz, de pino, abeto, nogal, ébano, de tornillos allen, de clavos (con sus diferentes medidas), de destornillador, martillo, llave allen, polvo, libros, bibelots, fotografías, marcos, mate o brillo, páginas, marca-páginas, calzas, tacos, etc.
Nuevo ejercicio de irrealidad: permitir a alguien, estando ausentes de casa, que modifique el decorado y la disposición de los muebles a su antojo. A la vuelta descubriremos un mundo nuevo construido con objetos familiares que iremos desvelando de forma lenta y aleatoria, que estimulará nuestra memoria y algún que otro sentimiento.Retirar las puertas de las habitaciones acaso sea otro modo de retirar barreras, obstáculos, de hacer más habitable la casa y de eliminar fronteras allí donde nunca debieran ser precisas.
Pedro Garrido Vega.
3 comentarios:
No!!! Quitar las puertas d las habtaciones es como no tener cajones...
Totalmente de acuerdo Pedro, Las puertas son un elemento inutil, ocupan espacio, no tienen utilidad y ademas son bastante feas.
No podias haber recreado mejor la sensacion de ir a casa del vecino de arriba, ese lugar perteneciente a otra dimension, a un espacio/tiempo diferente.
Vive en tí,
alcanza
tu
silencio.
Publicar un comentario