martes, junio 20, 2006

Lo inevitable, superado.

Él y ella salen cada noche a la calle, con la excusa de pasear a sus perros y durante ese cuarto de hora de tregua familiar se contemplan en los ojos del otro, se susurran declaraciones y agotan sus caricias. Cuando el tiempo de la tregua cesa se separan y se marchan cada uno a casa, con el pensamiento anticipándose a su nuevo reencuentro.
Él y ella se encuentran una última noche mientras Luna y Konrad juegan sobre césped húmedo. Ella le dice: me mudo. Lo sé, contesta él. Te quiero, dice ella. Lo sé, dice él. Y se separan, con la sensación de lo inevitable lacerando sus corazones.

Él vive con su mujer y sus dos hijas una vida apacible. Monótona. Abre la puerta de casa y encuentra un aviso de Correos para recoger una carta y un paquete. Es ella. Se marcha corriendo y llega sin aliento. Pide, primero, la carta:

A veces la vida nos condena sin que hayamos siquiera comenzado a merecer el castigo. Tal vez eso es lo que nos ha ocurrido. Pero puede que hayamos podido superar ese obstáculo (de forma un tanto heterodoxa, eso sí). No te voy a olvidar. Gracias a ti conozco la felicidad. Gracias a ti. Gracias.

Pide el paquete, que no es en realidad un paquete, sino una jaula en la que bosteza un cachorro de pastor alemán. En una pegatina al borde de la jaula, las siguientes palabras: se llama Konna.
Pedro Garrido Vega.

3 comentarios:

Martuki dijo...

Mmmmmmmmmmmm, QUIERO UN PERRO!!!

Marga dijo...

Vaya, Pedro, hacia siglos que no te leía!! ya se ve que andais liados, par de dos!!

Condenas hay que condenan o eran historias condenadas? creo que reciben el nombre de "así es esto"

Saludossssssss

Anónimo dijo...

sabia cual iba a ser el comentario de marta! jajaja
La historia, mu triste, pero mu bonita también