jueves, mayo 11, 2006

El Viaje, Capítulo IV. Este cruel cabaret de frustraciones (2 de 3)

El niño, el niño
El niño me observa desde su libro
El niño sabe, conoce, comprende
Me obliga a recordar, a medrar

Salgo y navego por la Babilonia triste, llena de crisantemos que cantan en noches sin luna, sin corazón y sin un libro sagrado bajo el brazo, bajo el fuerte brazo del cual me enamoré, antes que del rostro, sí, antes que del también hermoso rostro gitano curtido al sol de su campo idealizado cargado de

Flores rojas, blancas, rosas
Color de las sencillas cosas

De las necesidades básicas de un pueblo triste, tercer mundo del primero: el campo español, tan lejos de Europa, de los viajes y de los descubrimientos en tierras lejanas, pero un vida, al fin, una vida, me enamoré de su vida, del color de sus ojos, de su serenidad, de su torso masculino, de su pelo pajizo, de sus manos fuertes de campesino, de hombre que no le debe nada a nadie, nadie, y de su cuerpo hercúleo, como se suele decir, mientras

Imaginaba indecencias con el crespo pelo cubierto de algas
Mientras él azotaba con su miembro eréctil mis feas nalgas

Escenas subidas de tono que sé que jamás se cumplirán, que seguiré medrando en esta vida de mierda, de supermercados, de tirar del carro, del gordo retrasado mental de mi media naranja, de mis descendencia que odio y que asfixiaría debajo de la almohada si no tuviera demasiado miedo a la cárcel, a la condena de los hombres, ¡hombres!, cómo los odio, de día no hay luna llena para las mujeres, mujeres, y me enamoro como una quinceañera de él, de él, de Antonio

Antonio, Antonio, Antonio
Daría mi vida entera al demonio
Porque me comieras todo el

Alma que surge y que sabe que todo le ha salido mal en la vida por el mero hecho de ser fea, fea, fea, como si nada más importara, y por eso odio al resto de la humanidad y me gustaría que, oh, sí, me gustaría que

Una guerra, un Dios vengativo
No dejara a ninguno vivo

Ninguno, por eso no me arrepiento de lo que hice, no, señores del jurado, no, ja, fui yo, fui yo, yo le conté al otro, al cerdo, al chovinista, a Carlos, toda la película, por venganza, sí, por despecho, por vendetta, por odio, por condena, si no me quería a mí, me jodería pero me tragaría el sapo, pero caer en las garras de la otra

Zorra babilónica que se frota con ardor
El rosado y jugoso botoncito del amor

Amor que nunca tendré ni yo ni nadie ni ahora ni nunca porque soy fea, fea, y odio mi vida y a todos los cabrones y putas que han conseguido que mi felicidad sea imposible

Impacto


Cayetano Gea Martín

2 comentarios:

Marga dijo...

Tremenda frustración... vaya perlitas que son todos tus personajes, eh? jeje

Continúa... y yo leeré!

(Tengo que ponerme al día, no veas si habeis sido prolíficos... ays. Luego os leo)

Kay dijo...

¡Bienvenida de nuevo! Pues sí, no se libra ni uno... Esa es la idea... ¡Espera a ver el final de fiesta! (Aún por escribir, por cierto)


Aprovecho para comunicar que no tengo ordena y que no puedo colgar más cosas, buaahh... Salvo algún que otro poemilla corto que escriba desde el curro en un (raro) momento de asueto...

¡Salud y ser mal@s!