jueves, noviembre 19, 2009

El mono


El mono no para de saltar y de hacer ruido. El mono es un engorro, un verdadero coñazo. Y yo mañana madrugo, y no puedo dormir por culpa de ese maldito mono que no para de saltar y de hacer ruido. Llevo cerca de cinco horas oyéndolo ya, a través de las paredes finas como papel. ¿Alguna vez habéis oído, en la vid real o en películas, tanto da, el chillido de los monos? Imaginaos ese gritito agudo durante cinco horas seguidas. En ocasiones así, lamento no vivir en Estados Unidos y el no tener una licencia de armas.

Y encima es que el mono que me está jodiendo la noche no es un mono cualquiera, oh, no. El mío, mi mono particular, es un mono de Borneo, cuyo berrido es especialmente molesto. ¿No sabéis qué tipo de mono es ese? Sí, hombre, sí. Ese mono feo que tiene una nariz que parece un pene enorme, de unos setenta y cinco centímetros. El mono, no su nariz fálica. Pues de esta especie es el mío, el mamón que está pegando saltos y brincos mientras chilla a dos tabiques de mi dormitorio.

Y lo peor no es eso. Lo peor es vivir en la ignorancia, es el no saber a quién pertenece este Nasalis larvatus. Me encantaría saber qué vecino es tan desgraciado como para tener a un mono encerrado en un piso. Todas las noches la misma historia. Todas las noches. Y lo comento con los vecinos y nadie sabe nada, nadie oye nada. Y todos me miran como si yo estuviera mal de la cabeza. Ellos juran que no hay mono. ¿Será una conspiración vecinal para echarme del piso? Todos saben que mi apartamento es el mayor del bloque. ¿Podría ser una estratagema de mis vecinos para quedarse con mi vivienda?

Me voy a volver loco. Puto mono. Y malditos vecinos. Hace dos semanas, harto, decidí grabar con el micrófono del ordenador al puto mono chillón narigudo. Nada. No se oía nada. No se grabó nada. Maldita sea. Sólo cabe una explicación lógica: mis vecinos tienen que haber conseguido entrar en mi casa y joderme el micrófono incorporado a mi MacBook. No cabe otra explicación. Hijos de puta.

No puedo más, no puedo más, no puedo más. No aguanto más os chillidos del maldito mono, joder. Me voy a ir a dormir al sofá del salón, a ver si hay no se oye tanto. Joder, se oye incluso más, maldita sea. Me tumbo en el sofá, intentando en vano taparme los oídos. Es inútil, inútil. El cuchillo gordo, el que utilizo para partir las pizzas del Hacendado, descansa sucio, embadurnado de mozzarella, en la mesita para comer. Lo agarro y salgo de casa.

El sonido en la escalera comunal es atronador. Parece que me encuentro en medio de un concierto de monos narigudos. El puto mono chilla tan fuerte que si me sangraran los tímpanos no me sorprendería lo más mínimo. Parece salir directamente del tercero derecha. Llamo al timbre. La gorda y teñida solterona me abre la puerta con su sonrisa estúpida de vaca retrasada mental. Repara en mi cuchillo. Y en mis gritos, intentándome hacer oír por encima de la algarabía simiesca. Cojo a mi vecina por el gordo cuello y empiezo a apuñalarla. Chilla como un puto mono.


Cayetano Gea Martín



3 comentarios:

Cayetano dijo...

Claras influencias de Cortázar a pesar de que prefieras a Borges. Ya sabes: "Casa tomada". También hay unas gotitas de Poe: "El corazón delator", "El gato negro". También un poco de "El libro de la selva", por lo mono del mono.

Anónimo dijo...
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Kay dijo...

Qué manía con Cortázar... Quizá tengo las mismas influencias que él, lo cual es más probable... Pero, si te soy sincero, la influencia mayor a la hora de hacer esta historia vino del tito King...