domingo, noviembre 22, 2009


Recuerdo que este libro, el único que conozco del autor portugués, me fue recomendado en su día por partida doble: Borges y Pedro. El bueno de Jorge Luis lo recomienda en su biblioteca personal inconclusa; y Don Pedro Garrido Vega me habló de él con su tono, ya famoso para aquellos que estén familiarizados con él (con Pedro, digo, no con el tono) de, “Ah, claro. Eça de Queiroz, tío. ¿Nunca has oído hablar de él?”

Pues no, nunca había oído hablar de él, claro. Y lo lamento. Ya que me he estado perdiendo un autor como la copa de un pino. En este libro corto, compuesto de cinco relatos, he encontrado cierta fascinación por la palabra escrita que, lamentablemente, no es tan fácil de alcanzar.

Destaca, por encima de todo, el primer relato del libro, que es el que le da nombre a la antología: El mandarín. El protagonista, Teodoro, consigue hacer un pacto con el diablo que le concede en el acto todas las riquezas y la posición social de un mandarín. Naturalmente, todos sabemos lo que pasa cuando se pacta con Lucifer: el trato siempre resulta negativo para el pactante. Durante las cien páginas del cuento, Eça nos sumergirá en una aventura a caballo entre Portugal y China, una impresionante odisea pesimista teñida de fantasía moral. Una auténtica delicia de elegante y directa prosa.

El resto del volumen sigue en la misma tónica de humor tristón. Destaco el relato más corto, llamado Memorias de una horca, el cual es sencillamente eso: los recuerdos fragmentarios de una horca, desde que formaba parte de un árbol hasta que fue convertido en soporte mortal. Impresionante.

Hay libros anodinos, tristemente amenos y vacíos (lamentablemente, los que abundan hoy en día y que la gente ojea en el Metro con cara de sueño), que los terminas y tienes la sensación de haber visto una película. Y de las malas. Afortunadamente, pequeñas joyas literarias como este mandarín existen para recordarnos que la literatura puede ser mucho más. Debe ser mucho más: la expresión más genuina que tiene el hombre de plasmar sus pensamientos.

Para terminar, decir que el libro no resulta complicado o sesudo de leer. Al contrario, engancha. Y se siente uno bien al engancharse a un libro que, además de entretener, te intenta enseñar algo. ¿El qué? Eso ya queda en tus manos, lector constante. Como dice Borges en el prólogo:

“Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer. No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector.”


José María Eça de Queiroz – El mandarín
Hyspamerica. Biblioteca Personal Jorge Luis Borges
198 páginas. 14,95 €.

O se puede leer en la red, cómo no, en el Proyecto Gutenberg:
http://www.gutenberg.org/etext/18228



Cayetano Gea Martín

2 comentarios:

Cayetano dijo...

Decía Borges que no estaba seguro de ser un buen escritor, pero sí de ser un buen lector.
Hay una anécdota parecida sobre Juan Goytisolo. Un día, un seguidor le dijo que había leído una novela suya y le había gustado mucho. Goytisolo le preguntó: "¿La ha releído usted?". Atónito, el interlocutor le dijo que no. Replicó el escritor: "Pues entonces o usted es un mal lector o yo soy un mal escritor."
Sobre "El mandarín" de Eça de Queiroz, sólo decir que ya están los portugueses buscando un atajo para llegar al Nuevo Mundo a través de China o Qatay. ¡Vaya con los lusos. No son tan ilusos!
Así que en el "metro" se ojea, Gea, también se hojea.

Kay dijo...

Me parece que Goytisolo tiene toda la razón...

Se "ojea", porque la gente no lee, solamente posa sus ojos sobre los libros...