Hace mucho (y Pedro estará de acuerdo conmigo) que no publicamos el comentario de algún libro. Hoy he decidido que quizá es tiempo de volver a esa buena costumbre que perdimos por culpa de la desidia que nos produce (por lo menos en mí) el escribir una crítica literaria. El libro que comento hoy me ha hecho volver al lío.
Desde hace unos cuatro años, Alianza Editorial viene sacando una colección excepcional sobre clásicos griegos y romanos. De forma compulsiva, me compré de una sentada siete, incluido el volumen que nos ocupa, Catilinarias.
Cicerón, cónsul de Roma (63 a.C.) tuvo que hacer frente a un intento de golpe de estado por parte del senador Catilina. Es una época convulsa, los últimos coletazos de la república, poco antes de que César rematara el sistema antiguo del imperio romano. Catilina intentó por tres veces ser cónsul, pero topó siempre con la carismática figura de Cicerón, el paradigma del político con oratoria convincente.
Marco Tulio Cicerón (106-43), natural de Arpino y de familia humilde, fue cónsul de Roma durante un periodo de cinco años. Durante este tiempo, se hizo inmensamente popular por su don de palabras, lo que le hizo salir indemne de numerosos procesos y conflictos en el senado, siendo el más famoso el alzamiento de Catilina.
Lucio Sergio Catilina, de familia acomodada y de Roma, intentó una y otra vez alzarse con el poder, lo que conseguiría Julio César apenas unos años después. Tras un fallido intento de asesinato, Cicerón fue cuando, en medio de una sesión plenaria, atacó frontalmente a Catilina, lo que se conoce como la primera catilinaria, la que comienza con la famosa frase “Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?” (“¿Hasta cuándo vas a estar abusando, Catilina, de nuestra paciencia?”), palabras durísimas jamás pronunciadas antes en el senado. En las tres restantes catilinarias, el asedio de Cicerón continúa imperturbablemente, según avanza la trama política.
El libro posee un lenguaje ameno, visual y preciosista. Lamentablemente, al ser un texto revisado por el propio Cicerón tres años después de los acontecimientos, no se puede saber a ciencia cierta qué de veracidad hay en ellos. Así, Catilina aparece como un ser despreciable, el parangón de la maldad y la corrupción; mientras que el propio autor se dibuja como alguien virtuoso, culto y de bondad extrema.
Lo más destacado de Cicerón es que, gracias a él, el latín adquirió una profundidad léxica que no poseía hasta entonces, culturizando el idioma y haciendo que no solamente valiera para hablar, si no para cualquier tipo de pensamiento, por abstracto que fuera, equiparándose al griego. Ese ha sido el gran legado de Cicerón: convertir el latín en lo que es (o era), e indirectamente pues, a nuestro propio idioma.
Cayetano Gea Martín
5 comentarios:
Andaba yo pensando si escribir alguna critica, pero me cansa tanto...y además, ¿las lee alguien? Bueno, lo importante es vomitarlo y aquí siempre habrá algún incauto que lo lea.
Anoto el libro: en clásicos griegos y romanos tengo una buena laguna (salvo honrosas excepciones).
Ufffff siglos ha que no leo a ningún romano... por qué tienes que recordármelo? jeje
Brainy, ya te vale, que yo las leo y para colmo con interés... aunque veo que mi aspiración inicial de ser Nadie cual Ulises se ha completado, jeje. No me disgusta.
Besos de aire para los dos!
Pues igual, tío, la misma pereza cansina... Y más te vale leer más griego y romano y menos franceses ;)
Señorita Marga, ídem: póngase las pilas de nuevo ipso facto... Besos de... eh... agua, por ejemplo :p
Me lo apunto.Pero me has hecho recordar a mi madre, que cuando alguien (algunas veces yo,jejeje)le tocaba mucho las narices,pronunciaba esa frase:¡hasta cuando Catilina,abusarás de la paciencia nuestra!!!no es exactamente lo que tú traduces,pero bueno,era bastante aproximado.
Un beso***
Dalía, tu madre es, pues, otra friki más, jejeje... ¡Da gusto ver que nuestro legado cultural más importante se sigue manteniendo! :)
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