De los tres, siempre fue el más hábil, el más diestro, pero se le recriminaría siempre el hecho de ser el distinto, el otro, el guapo, el fuerte, el joven y el que la tenía más grande y gorda de ellos.
Sus dos compañeros de trabajo nunca le aceptaron como ser humano, digno de respeto. Para él, todo el trabajo duro. Para ellos, la gloria en forma de gratuitos vasos de leche y copas de coñac.
Pero a él no le importaba: se sabía el preferido de los niños, el ojito derecho de los tímidos y de las adolescentes que comenzaban a soñar con horizontes de ébano.
Lo que más le jodía, lo que realmente le indignaba era el ultraje que suponía el ver indignas copias suyas en cada pueblo. ¿Es que no hay negros suficientes como para tener que tiznarle la cara al concejal de turno?
La condena de llamarse Baltasar, pensaba.
Cayetano Gea Martín
3 comentarios:
Jajajajaja.
Ya no recuerdo cual era mi preferido pero ahora sería políticamente correcto decir que él... al menos en mi ambiente!! jajaja.
Va, ahora sí, un beso!!
¡jajaja,muy bueno!!!
Y sí,nunca entendí por qué le tiznan la cara a un tío habiendo negros naturales para que hagan de rey mago.Supongo que habrá codazos para hacerse con el papel...
Besos mil***
Aaaggh... Que se me moría internet... Probando, probando...
Señora Margarita, haga usted el favor de dejar de pensar con el bajo vientre, que el señor Baltasar, al igual que sus otros dos sicarios, son castrattos :p
Dalia... Se ve que en este país hasta para hacer el monicaco en las fiestas del pueblo hace falta ser primo de alguien... Besos poco patrióticos
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