Apartemos las consideraciones previas acerca de la existencia de Dios y supongamos por un instante, pues no podemos afirmar rotundamente su inexistencia, que existe y que es rector único de todo lo que ocurre en el universo. Supongamos también que es el causante de la finitud de los hombres, que fue Él quien decidió el momento de la concepción del señor apuesto con traje Versace y será Él quien decida cuándo ha de morir. Supongamos además, lo cual ya es empezar a suponer en exceso (aunque de otro modo no podríamos continuar con este argumento) que el hombre goza de libre albedrío mientras vive en la Tierra y que sus actos apenas se ven condicionados por la existencia de Dios, salvo si el sujeto acepta de forma consciente los condicionantes que tal aceptación religiosa supone. En estas condiciones es lógico pensar, y piensa el señor que ha escrito su primera novela, que habrá un momento en el que Dios desee la muerte de un determinado hombre para concedérsela al instante. Es posible que la determinación de la fecha de nacimiento y fallecimiento acaezca al mismo tiempo, pero esto no exime a Dios de tener un deseo y ejecutarlo. El problema con Dios, piensa este señor, es que apenas hay opciones tras ese deseo, pues hemos de pensar que si Dios desea algo, ese algo no puede ser malo y por tanto no puede haber marcha atrás en su deseo, por lo que el paso lógico ulterior será la afirmación de ese deseo en la realidad. Es posible, sin embargo, que Dios no desee algo, sino que ejecute sin dilación aquello que sea necesario para el Universo. Es posible que Dios no desee, sino que se vea obligado a actuar sin desear, pues de otro modo quedaría un cierto resquicio, un leve instante en el que todo podría cambiar, en el que su voluntad podría flaquear, algo impensable en un Dios omnipotente.
Este deseo de muerte de Dios para el señor apuesto que viste traje de Versace es tan sólo una probabilidad para cuya existencia deberían darse previamente unos supuestos que ya han sido planteados en el párrafo previo. Consignamos por tanto esta posibilidad de deseo de muerte como un deseo de muerte en el convencimiento de que una leve posibilidad entraña siempre más probabilidades, y esto es una perogrullada, que la inexistencia de la posibilidad.
El señor que ha escrito su primera novela plasma aquí un íntimo pensamiento: escrbir es de algún modo imitar a Dios. Sin embargo, este señor se considera, en cierto modo, más clemente que Dios, pues en ningún momento ha deseado la muerte del protagonista de su novela, y el hecho de consignar tan sólo los deseos de muerte que se le han dirigido a lo largo de su vida es un modo de mostrar que aún sigue vivo a pesar de esos deseos. Este señor se considera con el poder suficiente (el cetro es su pluma) como para dar muerte a su protagonista, pero no lo hará, le permitirá una vida eterna, o le dará pie a ella, pues la única oportunidad que su protagonista tendrá de seguir formando parte de la vida será persistir en la memoria de los hombres, a pesar de los deseos de muerte y otras desgracias que se narrarán en capítulos sucesivos.
Por supuesto, el deseo de muerte de Dios es el más temible y tan sólo podrá consignarse en tanto no se haya ejecutado, pues no se conoce aún de nadie que se haya visto librado de tal deseo (pero la esperanza es lo último que se pierde). No sabemos si su deseo ha sido ya emitido o queda aún mucho tiempo para ello. No sabemos si tal deseo va dirigido hacia el señor que ha escrito su primera novela o hacia alguno de sus protagonistas, aunque el señor que ha escrito esta novela ya ha sentenciado a alguno de ellos sintiéndose un Dios extremadamente cruel, pues sabe que al otro lado del papel no hay sino un frío y eterno espacio en blanco.
Este deseo de muerte de Dios para el señor apuesto que viste traje de Versace es tan sólo una probabilidad para cuya existencia deberían darse previamente unos supuestos que ya han sido planteados en el párrafo previo. Consignamos por tanto esta posibilidad de deseo de muerte como un deseo de muerte en el convencimiento de que una leve posibilidad entraña siempre más probabilidades, y esto es una perogrullada, que la inexistencia de la posibilidad.
El señor que ha escrito su primera novela plasma aquí un íntimo pensamiento: escrbir es de algún modo imitar a Dios. Sin embargo, este señor se considera, en cierto modo, más clemente que Dios, pues en ningún momento ha deseado la muerte del protagonista de su novela, y el hecho de consignar tan sólo los deseos de muerte que se le han dirigido a lo largo de su vida es un modo de mostrar que aún sigue vivo a pesar de esos deseos. Este señor se considera con el poder suficiente (el cetro es su pluma) como para dar muerte a su protagonista, pero no lo hará, le permitirá una vida eterna, o le dará pie a ella, pues la única oportunidad que su protagonista tendrá de seguir formando parte de la vida será persistir en la memoria de los hombres, a pesar de los deseos de muerte y otras desgracias que se narrarán en capítulos sucesivos.
Por supuesto, el deseo de muerte de Dios es el más temible y tan sólo podrá consignarse en tanto no se haya ejecutado, pues no se conoce aún de nadie que se haya visto librado de tal deseo (pero la esperanza es lo último que se pierde). No sabemos si su deseo ha sido ya emitido o queda aún mucho tiempo para ello. No sabemos si tal deseo va dirigido hacia el señor que ha escrito su primera novela o hacia alguno de sus protagonistas, aunque el señor que ha escrito esta novela ya ha sentenciado a alguno de ellos sintiéndose un Dios extremadamente cruel, pues sabe que al otro lado del papel no hay sino un frío y eterno espacio en blanco.
P.G.V.
8 comentarios:
¿Leíste "Niebla" de Unamuno?...un Dios que nos sueña y que nos hace entrar en el sueño eterno cuando despierta de nosotros.
La vida es sueño y los sueños, sueños son....
PD y off topic: en Noviembre voy a asistir a una conferencia sobre Neurocultura impartida por el Doctor Mora.
Por allí estaré yo seguramente, aunque uno de los días coincide con otra de Michael Gazzaniga sobre neuroética en CosmoCaixa a la que seguramente iré.
También está aquel otro Dios de Borges de Las ruinas circulares....
Pues sí, me pasó igual, recordé a Unamuno...
Y me has quitado las ganas de escribir una novela... pues eso, escribiré mejor una nivola en la que mis personajes se rebelen contra mí y me cuestionen todo el rato... me lo voy a pasar pipa!
Un besote, Pedro.
¡Gazzaniga!....vayaaaaa
¿No estará Cosmocaixa en Barcelona?...voy a investigar.
Bueno, si fueras por la de Mora finalmente por favor házmelo saber.
Lo de Gazzaniga es al día siguiente.
Lo de Mora son tres días seguidos (el primero habla él solo, el día siguiente con Adela Cortina y el tercero con un artista, no recuerdo ahora el nombre). Son los días 12, 13 y 14 y el 13 es el día que coincide con la charla de Gazzaniga en el Cosmo Caixa de Alcobendas.
Si voy, te lo comento.
Un saludo.
margot! que no te había visto...Es mucho mejor que los personajes se rebelen y no llevarlos con un correa comosi fuesen perros. Se lo pasa uno mejor y las novelas (o nivolas) salen más lucidas.
Un saludo también para ti, y tu fidelidad con nosotros.
Cómo me gusta Las ruinas circulares...
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