El caso es excepcional debido a que el fantasma que nos ocupa y que no hace más de tres meses se encontraba preso en el cuerpo de un varón de setenta y tres años ha contado con una valoración favorable de sus evaluadores y no ha sido condenado, como suele ocurrir en la mayor parte de los sujetos evaluados, a vagar por toda la eternidad en su domicilio familiar, en el que cohabitó con su esposa durante cincuenta y dos años y del que no guarda en absoluto malos recuerdos. No tiene pues la obligación de asustar hasta el infarto a tres personas para deshacerse de penitencia alguna, por lo que ha quedado a su elección tal tarea. El fantasma que nos ocupa no está interesado, sin embargo, en esa inquina natural que dedican los fantasmas a aquellos que están encerrados en un cuerpo. Su decisión ha sido la de permanecer en su domicilio, pero por motivos de índole muy diferente de las expuestas hasta ahora. Este fantasma presenta una excepcional característica que le diferencia, con mucho, del resto de fantasmas: no guarda rencor a nadie, ni fue asesinado en extrañas circunstancias, tampoco sacrificó niños baptistas haciéndose pasar por un chamán, ni recurrió a la magia negra u otros artificios esotéricos. Tal vez el problema de este fantasma es que aún ama a su mujer y desea tenerla cerca aunque ella no advierta su presencia. Él se queda mirándola (si se puede decir que un fantasma mira, o se mueve, o besa) mientras ella realiza las tareas de la casa, un tanto abstraída en otros pensamientos que nada tienen que ver con la actividad que en esos momentos la ocupa. Ella mira sin cesar las fotografías del cuerpo que habitó el fantasma y llora durante horas sosteniéndolo entre sus manos. Él desea ayudar a la que fue su esposa pero se ve impedido para hacerlo. Tampoco cree que cuando ella muera ambos puedan volver a estar juntos. A cada alma le resta una eternidad en absoluta soledad. Por eso, el fantasma que nos ocupa decide engañarse a sí mismo y estudia con minuciosidad, como si nunca antes la hubiese visto, a su mujer. La estudia mientras duerme, mientras cocina, mientras acude al supermercado para realizar la compra semanal. El fantasma estudia todos sus movimientos y aprende a anticiparse a ellos y, mientras, se ve a sí mismo junto a ella, tumbado junto a su cuerpo, sus piernas enrolladas entre las de ella, mientras duerme; se ve besándola mientras ella observa su fotografía; se ve sonriéndola desde el otro extremo del pasillo del hipermercado señalándole algún producto que deben comprar. Desde fuera, todo aquello podría verse como La invención de Morel, pero sólo nosotros sabemos que es al revés y que es el fantasma el que se cree real, el que quiere ser real, y comienza ya a sentirse real, y tan sorprendentemente eficaz es su engaño que ya casi puede sentir el cuerpo de su esposa junto al suyo, o sus labios, o la humedad de sus lágrimas depositadas en su dedo índice, que las recoge con toda la ternura que un fantasma puede mostrar por su esposa viva.
Todo esto sucede seis días a la semana, porque uno de ellos la señora se encuentra con un apuesto señor vestido con un elegante traje Versace y unos Martinelli de excelente aspecto y comparte con él alguno momentos de sexo y caricias, días en los que el fantasma, consciente de que nada puede hacer, se retira a un rincón y repite sin cesar, ojalá se muera. Unos días el deseo es para él; otros, para ella, por motivos simples y bien diferenciados.
Todo esto sucede seis días a la semana, porque uno de ellos la señora se encuentra con un apuesto señor vestido con un elegante traje Versace y unos Martinelli de excelente aspecto y comparte con él alguno momentos de sexo y caricias, días en los que el fantasma, consciente de que nada puede hacer, se retira a un rincón y repite sin cesar, ojalá se muera. Unos días el deseo es para él; otros, para ella, por motivos simples y bien diferenciados.
Nota: publicado previamente, con ligeras modificaciones.
P.G.V.
5 comentarios:
Con esa perspectiva dan ganas de morirse y que no haya nada.
¡Que tortura!. ¡Que eternidad más absurda!.
Bueno, siempre queda la esperanza de que se muera...y entonces tal vez todo cambie para él...
Ya decía yo que me sonaba según iba leyendo...
Y lo malo no es estar muerto si lo estás, leñe, lo malo es ser un muerto en vida... jeje.
Acabo de terminar "Mortal y rosa" de Umbral y esa es precisamente la sensación que he sacado del libro, que además me ha parecido buenísimo. Sí, debe ser jodido estar muerto pero más sentirse muerto estando vivo por la distancia que te separa de un muerto que te hacçia sentir vivo. un poco lioso, pero creo que se entiende.
Además has leído ese libro en el momento oportuno, recién muertecito Umbral.
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