No ha mucho que por estos lares, desconocidos para el lector y que no será este erudito el que su santo y seña desvelare, aconteció que un hombre de esos que llaman ratones de biblioteca leyó sin saltar una coma y durante dos años seguidos cierta obra cervantina de renombre universal, sin parar en mientes que tal hazaña donárale una pérdida absoluta de la cordura y un celebro seco como pasa, que todo fue uno y al mismo tiempo. Este caballero al que todos llamaban Alfonso Quiñónez o Quiñonas, que de eso no podemos confirmar su veracidad, era oriundo de Alcalá de Henares, cuna del insigne escritor. Vivía en un estrecho piso, con poco más que un mendrugo de pan candeal y unas habas, todo rociado, eso sí con un vino que bebía a chorro de un cuero que guardaba desde tiempos inmemoriales. Este tal Alfonso Quiñónez, de tanto que leyó la obra cervantina quedose convencido de ser escritor de renombre universal y comenzose a llamar Jorge Luis Cortázar. Tan convencido estaba de esa su nueva identidad que Jorge Luis Cortázar escrebió libros de imposible factura intitulados El aleph en el ojo del axolotl o Rayuelas en caminos que se bifurcan. No tardaron los viles críticos en allanar su obra hasta reducilla a la altura del mismo suelo, recebiendo el pobre Jorge Luis Cortázar toda suerte de vilipendios y mala prensa por sus cuentos. Sintiose agraviado, encomendose a su amada enemiga Lucía Echevarría y dirigiose raudo a entablar debates literarios en buena lid con sus crueles enemigos los críticos de Lengua Larga. Vencioles en el árido terreno televisivo pero trújole esta victoria la desgracia de no publicar jamás nueva obra. Falleció entre los suyos, habiendo recibido los santos sacramentos y no sin antes despreciar la literatura por inmoral y ficticia. Tanto como mi muerte, dicen que suspiró, antes de expirar.
P.G.V.
PD: Y mañana, amigos y amigas, una nueva entrega de la novela por entregas.
2 comentarios:
Fermosas palabras, proclamo... Mas seguro estoy de haberlas oído no ha mucho en boca de cierto mozárabe, el mismo que encontrose aquellos manuscritos famosos sobre las andanzas y desventuras de cierto fijodalgo...
Aunque me hermano con el galantísimo Jorge Luis Cortázar en su santa cruzada contra la impudicia que destila la odiosa y odiada Lucivs Echevarría, especie de Maritormes con lengua endemoniada...
Suyo,
Caye
Pardiez, que lío pero firmo lo de la inmoralidad y ficticia. De ahi va a ser que me guste tanto...
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