El arte es, en mi opinión, conversación. Una conversación entre el creador y el espectador. Si el creador sólo expone y rechaza la intervención del espectador, el arte se convierte en monólogo y, por tanto, la conversación queda frustrada. No es difícil apercibirse de que las grandes obras, aquellas que consiguen fascinarnos, inquietarnos, aterrorizarnos o embelesarnos (o todo al mismo tiempo, función sólo al alcance de unas cuantas) son precisamente aquellas que dejan algún resquicio en el que el espectador pueda escabullirse y proponer algo diferente de la obra en sí o interactuar con ella de igual a igual en la conversación creador-espectador.
Desde que en 1962 Umberto Eco publicase Obra abierta, un magnífico ensayo, la interpretación, y posiblemente la creación del arte han cambiado de forma considerable. Hoy tal vez no se ve tanto el arte, y estas son palabras de Eco, como “un milagro creador” sino más bien como “organización de la materia”. En ese momento la obra de arte es aprensible por el espectador y se torna más accesible e interactiva.
Ese concepto del arte es el que poseían muchos de los autores que conforman la exposición temporal del Museo Reina Sofía titulada Lo(s) cinético(s). En la muestra alternan obras escultóricas, pictóricas y performances de artistas que plantearon la obra de arte como un diálogo con el espectador. La mayoría apuestan por los efectos ópticos (el llamado op art) en el que es más bien el espectador el que debe hacer el esfuerzo por interactuar con la obra (el movimiento del espectador hará variar la obra en diversos planos), como ocurre en las obras, por ejemplo, de Jesús Rafael Soto. En otras, el dinamismo está incluido en la propia obra, bien percibida de forma pasiva por el espectador (algunas obras de Dalí, de Moholy-Nagy o Vasarely)o bien porque la propia obra de arte está dotada de movimiento (son espectaculares las tres de Tinguely). No olvido, por supuesto, una proyección de uno de los grandes, Marcel Duchamp que ya en 1923 proponía crear (siempre desde la ironía) obras en continuo movimiento, algo que ya había probado con el ready made de la rueda sobre la banqueta.
Un solo pero a la exposición: no se puede interactuar con las obras tanto como uno desearía. Sin embargo, la muestra es amplia y representativa de los artistas que han promovido este diálogo entre creador y espectador, algo que ya intentaron en otras artes Stockhausen y Berio (mediante partituras que podían interpretarse en diferente orden, alternando las páginas de las mismas), Joyce (en su famoso Finnegan´s Wake), Mallarmé (en un libro de poemas con páginas intercambiables que nunca completó), Raymond Queneau (con sus poemas de versos intercambiables que después copiaron Cortázar y Octavio Paz) y algunos otros que ya no cito porque sería extenderse sin motivo.
Desde que en 1962 Umberto Eco publicase Obra abierta, un magnífico ensayo, la interpretación, y posiblemente la creación del arte han cambiado de forma considerable. Hoy tal vez no se ve tanto el arte, y estas son palabras de Eco, como “un milagro creador” sino más bien como “organización de la materia”. En ese momento la obra de arte es aprensible por el espectador y se torna más accesible e interactiva.
Ese concepto del arte es el que poseían muchos de los autores que conforman la exposición temporal del Museo Reina Sofía titulada Lo(s) cinético(s). En la muestra alternan obras escultóricas, pictóricas y performances de artistas que plantearon la obra de arte como un diálogo con el espectador. La mayoría apuestan por los efectos ópticos (el llamado op art) en el que es más bien el espectador el que debe hacer el esfuerzo por interactuar con la obra (el movimiento del espectador hará variar la obra en diversos planos), como ocurre en las obras, por ejemplo, de Jesús Rafael Soto. En otras, el dinamismo está incluido en la propia obra, bien percibida de forma pasiva por el espectador (algunas obras de Dalí, de Moholy-Nagy o Vasarely)o bien porque la propia obra de arte está dotada de movimiento (son espectaculares las tres de Tinguely). No olvido, por supuesto, una proyección de uno de los grandes, Marcel Duchamp que ya en 1923 proponía crear (siempre desde la ironía) obras en continuo movimiento, algo que ya había probado con el ready made de la rueda sobre la banqueta.
Un solo pero a la exposición: no se puede interactuar con las obras tanto como uno desearía. Sin embargo, la muestra es amplia y representativa de los artistas que han promovido este diálogo entre creador y espectador, algo que ya intentaron en otras artes Stockhausen y Berio (mediante partituras que podían interpretarse en diferente orden, alternando las páginas de las mismas), Joyce (en su famoso Finnegan´s Wake), Mallarmé (en un libro de poemas con páginas intercambiables que nunca completó), Raymond Queneau (con sus poemas de versos intercambiables que después copiaron Cortázar y Octavio Paz) y algunos otros que ya no cito porque sería extenderse sin motivo.
Imagen: VEGA, de Victor Vasarely (1971)
PGV
3 comentarios:
Me lo pasé como un enano... y hace tiempo que ya no valoro el arte o su abuela, me basta con disfrutar mirando. En este caso jugando.
Tengoqueirtengoqueirtengoqueir...
margot, has dado en el clavo. Jugar: esa es la intención.
kay: je, nos vemos pronto.
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