miércoles, marzo 21, 2007

Ellos, segunda parte

Sin embargo, a pesar de desconocerse, compartían muchas cosas:
Los silencios del pasillo de su comunidad de vecinos.
El arrullo del olor de la comida hirviendo.
La sinceridad brutal de los contenedores de basura, con esa separación amarilla, verde, naranja y azul de los desperdicios.
La locura del juego de llaves, que abríandiez mil puertas idénticas.
La espalda rota del color del traje de la selección holandesa, al bajar a pulso la bombona por la escalera.
El olor a dedos ancianos descolgándose desde el sucio techo hasta sus nucas.
El polvo invasor, burlador de gamuzas.
El miedo nocturno de las tres de la madrugada de los domingos, cuando a veces las cerraduras se duplican y emborronan.
La añoranza de los sueños de una vida mejor.
El café terroso del chino de abajo.
Las rejas mohosas del ascensor, y sus compuertas dobles de un azul desteñido, como un vano intento de alcanzar el mar.
La tristeza del poso cotidiano.
La desesperación.

¡Tanto en común!Pero nunca se conocieron, oh.
Cayetano Gea Martín

2 comentarios:

Margot dijo...

Me sigue gustando ese no conocerse que parece tan conocido...

Kay dijo...

¿Te conozco de algo? Jejeje...

Besos anónimos