Dedicado a Néstor, por mostrarme la locura espiroforme de Junji Ito…
Loca. Desde que la conocí lo supe. Loca de atar. Obsesionada. Quería tener hijos. Lo deseaba, lo necesitaba. Mataría por tenerlos, me decía temblando de deseo. Por ello me vaciaba como un frasco. Me obligaba a fornicar con ella seis, siete veces diarias. Me repugnaba siquiera tocarla. Enorme. Loca. Obsesionada. Estéril. Fue lo que dijo el ginecólogo. Es usted estéril, señora. Plantéese la adopción. Estallido de furia. Mesa de ginecólogo volando por los aires. ¡Maldito cabrón, no vuelvas a decir digas eso! ¡Quiero procrear, necesito un hijo! ¡Quiero sentir la vida latiendo dentro de mí! ¡De mí! ¡De mí!
Tres meses después. Locura en fase creciente. Acunando osos de peluche, intentando que mamen de su seco pecho. Ruidos de los vecinos. Algarabía. ¡La vecina ha tenido un niño rubio, precioso! ¡Se oye a la madre y al padre llorar de felicidad! ¡Injusticia!, proclamó ella a voces, ¡injusticia del destino! ¡Sólo deseo tener un hijo! ¡Ella no se lo merece! ¡No, esa estúpida zorra que tengo por vecina, no! ¡Esa alegría debería ser mía por justicia! ¡Justicia!
Internamiento. Frenopático. Un año de tratamiento psiquiátrico. Vuelta al hogar. Tranquila, ojerosa, drogada. La siento en su sillón. Bajo un segundo a ingresar un cheque. Supongo que estará bien, quieta, sedada. Beso en la frente pálida. Hasta ahora. Puerta que se cierra. Clonc. Vecinos. Vecinos, vecinos. Los oigo. Se ríen. Se ríen de mí. Saben que no puedo, que estoy seca. Se ríen. Yerma. Hijos de puta. Lo necesito, oh, buen Dios. Un niño. Un niño dentro de mí, hijos de puta. Se ríen. Lo necesito, ¡oh, cuánto lo necesito! Un niño dentro de mí. Dentro de mí, dentro de mí, ¡de mí!
Subo la escalera. Premonición. Sillón vacío. Gemidos en el baño. Sangre. Rastros de sangre. Me detengo ante la puerta entreabierta. Siento miedo y frío. La oigo llorar de dolor y de felicidad. Ya soy madre, dice. Me estremezco y envejezco dos años. Cinco años más cuando abro la puerta y contemplo. Horror. Espectáculo nefando. Creo desmayarme. Ahí está. Ahí está ese monstruo maldito, esa imposible madre. Tirada en el suelo, rodeada de coágulos de sangre. A su lado, una bola de sebo amarillo cubierta de rojo. Y ella sonriente y sudorosa. Y su vientre hinchado, hinchado. Su vientre, partido en dos por una cicatriz. Enorme cicatriz que nace en el pecho y muere en el pubis. En canal. En canal. Cicatriz reciente, herida cerrada con una grapadora. No cabía, dice. No cabía mi bebé dentro de mí… tuve que sacarme la grasa de mi barriga para que entrara. Me duele mucho, mucho, pero ¡soy tan feliz! ¡Tengo un bebé! ¡Un bebé! A un lado veo un montoncito de ropa. Ropa de niño pequeño. De niño de un año. ¡Ella no se lo merecía!, dice. ¡Yo deseaba un bebé más que nada! ¡Sentir vida dentro de mí! ¡Ahora lo siento! ¡Lo siento! Miro su barriga. Algo se mueve dentro de su barriga. Algo que gime y sufre. Horrorizado, voy de su hinchado vientre a los ojos del monstruo. El monstruo me mira y su sonrisa de dolorosa felicidad se ensancha. Pero algo hace que, poco a poco, la pierda. Ahora tiembla de miedo y balbucea. N… no que… quería… Sólo quería un bebé... Lo metí dentro de mí... Pero no quería hacerle daño… Me saqué la grasa… Aún no cabía… Aún no cabía… Que Dios me perdone… El monstruo se desmaya o se muere entre lágrimas. Reparo por vez primera en la bañera. Lo que veo me desbarata la mente. Dos pares de bracitos y piernas. Veo dos pares de brazos y piernas de niño tiradas en la bañera. Parecen arrancadas de cuajo. Contemplo la barriga del monstruo. El niño se agita en su tormento. El niño llora de sufrimiento eterno. El niño de la vecina, engullido por la barriga del monstruo que es mi mujer, ¡con los brazos y las piernas segmentados mientras continúa moviéndose dentro y profiriendo los más horribles gemidos que nadie escuchó jamás!
- ¡Ah, qué frío! ¡Qué frío! ¡Ojalá pudiera volver!
- Y que lo digas… Yo también quiero volver… A ese sitio tan cálido…
- Sí… Flotando en el líquido amniótico se estaba tan bien…
- Quiero volver al útero de mamá.
- ¡Ahí es donde mejor se está!
Junji Ito - Uzumaki
Cayetano Gea Martín
5 comentarios:
Eres un salvaje. Nada más que decir.
Madre mía, si yo fuera Néstor tendría un poco de miedo x haberte inspirado esto.
amigo... me haz dejado con los ojos abiertos... es un muy buen escrito.. excelente... pero no hubiera querido imaginarlo... tengo una hija de 3 meses... no se.. me dio algo de miedo, y tristesa... fué horrible imaginarlo...
vale por el post amigo :)...
Bueno... Veo que he despertado horrores, je, je... Ésa era la intención, por supuesto, je, je...
Lo siento, supongo que la veta del terror que pensé agotada me sigue rondando de vez en cuando, generalmente, cuando vuelve el calor...
Un saludo a todos/as y gracias por vuestros comentarios.
Dios!
Me voy a alejar de todas las teorías que tratan de demostrar que el contenido de texto de ficción, un cuento en este caso, testimonia la escencia mental del autor...
Creo más bien que el susto o el pavor que pudo producir la historia, es directamente proporcional al reconocimiento que los lectores hacemos de nuestra propia bestialidad, sepultada bajo kilómetros de buenas intenciones y gracias al febril trabajo viajero de la conciencia hacia la inconciencia. -Liberada de a ratos en estados especiales de conciencia en nuestras pesadillas... etc, etc, según los estudiosos del inconciente.
Pero por encima de toda teoría también sobre los lectores, clasifico tu cuento de excelente...
Me animo, porque Stephen King ha escrito atrocidades mayores y se le ha asignado el galardón mejor.
Sin embargo, declaro que mientras lo leía, se me estrujaban las tripas- vaya a saber por qué...
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