martes, agosto 17, 2004

SATORI. Capítulo III - El Cálido Refugio del Hombre


Abrazar tu voz,
Penetrar en tu pequeño rincón.
Rescatar el instante,
Que nos hizo gigantes.
La química en llamas,
El vestido de pecadora profesional:
De puta o de beata,
Encantadoras ambas.

E. B.



Siguen pasando los días desde que tomé esta nueva senda, desde que me decidí por esta ruta. Es un camino bastante sencillo, aunque también monótono: suaves pendientes de verde hierba, árboles de hoja perenne colocados de forma caprichosa, pájaros en el cielo azul y mariposas entre las flores. Parece un anuncio de compresas. Una simplificación absurda de lo que les enseñamos a los niños que es el cielo, pero sin angelotes gordos e impúberes sobrevolando por encima de mi cabeza.

Desde que ando, ando y ando por esta nueva e invariable senda, un dolor angustioso se revuelve en mi corazón. Una pena. Una falta. Observo mi rostro en los arroyos y no me sorprendo cuando mi reflejo no me devuelve la sonrisa. La faz de un hombre joven con los ojos tristes me contempla desde la oscilante superficie. Parece que quiere algo. Parece que necesita algo. No creo que esté en mi mano dárselo.

Tengo la pavorosa sensación de llevar media vida andando por esta senda inamovible, que ya se ha convertido para mí en un via crucis, en una penitencia mientras arrastro mi joven cuerpo de vieja alma por el camino de suave y exasperante hierba.

Otra mañana más se extiende ante mis ojos, mientras termino un frugal desayuno a base de fresas, bayas y agua de río.
Y de repente sucede.
Un cambio.
Una pequeña silueta se recorta en el horizonte con la fuerza de sol detrás. Confuso pero alegre de ver a alguien, avanzo rápido hacia la figura, que poco a poco va tomando forma de mujer, de una hermosa mujer de largo y negro cabello y completamente desnuda. Una Eva en el paraíso, pienso, pero sin hoja de parra, ya que puedo contemplar sin ningún tipo de barreras el suave vello castaño que cubre su feminidad, así como sus hermosos pechos.
Llego hasta ella, hasta su altura, y me pierdo en sus bellos ojos verdes que me roban el alma y la aprisionan detrás de sus grandes pupilas.

Sin poder escapar de su hechizo, llevo mis labios hasta los suyos. Se me antojan tremendamente dulces. No puedo evitar recorrerlos suavemente con mi lengua, lo que hace que ella los abra y que empecemos a devorarnos con urgente furia; mientras me abraza con fuerza, sus manos en mi cuello y espalda, las mías en su pechos y nalgas, y su sexualidad se adosa contra mis ajados vaqueros, cuyo inquieto inquilino pugna por salir a su encuentro.
Nuestras manos aceleran el ritmo, en un vano pero rabioso intento de abarcarnos por completo. Mi mano derecha se desliza con picardía por su vientre, hasta encontrar una húmeda hendidura, y mi dedo anular la recorre y acaricia arriba y abajo, mientras ella ahoga gemidos de placer dentro de mi boca, respirando intensamente por la nariz.
Caemos en la suave hierba, y ella se deshace de mi abrazo y me desabrocha los pantalones con erótica urgencia. Mi sexo, enhiesto y pulsante, apunta hacia ella con furiosa determinación. Con un cariño infinito, ella lo acuna entre sus blancas manos y le da un beso. Después, mirándome con picardía, recorre la zona más sensible con la lengua, haciéndome estremecer, hasta que, sin previo aviso, se abalanza e introduce mi sexo en su boca, lo que consigue arrancarme un grito de sorpresa y placer, y que mi cuerpo se arquee espasmódicamente.
Mientras ella entra y saca sin descanso mi masculinidad de su hermosa boca mirándome provocativamente, yo me dejo arrastrar por oleadas de placer que se van intensificando poco a poco. Previendo el cercano clímax, consigo incorporarme a duras penas. Aunque ella quiere seguir y se abalanza sobre mi vientre con la boca medio abierta, consigo forzarla a abrir las piernas, y comienzo a devorar con succionadores bocados su sexo, lo que provoca en ella un rosado alarido de placer, que se transforma en un perezoso y continuo gemido cuando mi lengua entra en acción, empujando hacia un lado y otro su botoncito de seda.
Permanezco unido así a ella durante un goloso rato, hasta que observo que todo su cuerpo tiembla y que sus caderas empiezan a oscilar hacia delante. Sus gemidos se convierten en aullidos hacia el cielo, hasta que con gran furia agarra mi cabeza como si quisiera que ésta entrara dentro de ella. Con un último y ahogado grito, alcanza el orgasmo arrancándome un poco de pelo, aunque no me importa lo más mínimo. He recibido el mismo placer recibiéndolo que dándolo.

Al minuto, me dedico con malicia a seguir jugueteando con mi lengua en su sexo, sólo para ver como tiembla, presa de un placer casi insoportable. De repente, se incorpora con rapidez felina, y besándome en la boca agarra mi hinchado sexo y se lo va llevando a dolorosos pero placenteros tirones hacia ella, implorándome con los ojos que entre en su pequeño rincón. Con gran placer cumplo sus apremiantes deseos.
Al momento, noto el húmedo calor que me rodea, y no consigo ahogar un gemido de sorpresa y placer. No disfruto mucho rato de esa sensación, ya que ella empieza a oscilar y a apremiarme para que yo me incorpore a su cadencioso ritmo, que en breves instantes se vuelve un poco más furioso.
Así, sudorosos y extasiados, seguimos moviéndonos rítmicamente al compás del otro, invadidos por oleadas de placer, mirándonos con lascivo deseo a los ojos y jugueteando a ratos con nuestras lenguas.

Al rato, ella empieza a enlazar un febril orgasmo tras otro, hasta llegar al tercero. Yo procuro no observar muy detenidamente lo que estoy haciendo para aplazar cuanto pueda el mío, pero ella empieza a moverse más y más rápido, induciéndome a una pronta conclusión.
En breve, alcanzo el clímax. Noto cómo el doloroso goce va subiendo desde mi sexo hasta mi cerebro, poco a poco, hasta que llego a ese segundo mágico en el cual un hombre conoce el auténtico alcance y significado de la palabra placer, cuando el mundo que nos rodea desaparece y tocamos la Creación con la yema de los dedos.
Cayetano Gea

2 comentarios:

Miriam dijo...

Jal, he entrado en la sección de Adultos de El Rellano sin darme cuenta?? XD
Y quien será la misteriosa mujer de cabellos negros?
Muy bueno, me ha gustado mucho ;)

Kay dijo...

Esteee... gracias... ¿No me he pasado un poko? Era mi mayor miedo, je...

Lo que pasa es que nunca había escrito nada tan coxino, sí con erotismo, pero no un acto sexual descrito... Hay, que ver, lo que se tarda en describirlo y lo poco que suele durar, XDDDDD