miércoles, agosto 18, 2004

Desnudos

Desnudos.
Desnudos estábamos cuando destrozaste mi alma en cuatro segundos.
Hace tiempo ya, más de un año, de un año cuesta arriba, de un año de peregrinaje emocional, de juntar y pegar fragmentos, escorias.

Desnudos, en tu cuarto.
Esperaste a que me desnudara y a que me sentara enfrente de ti para robármelo todo. Curioso, ¿verdad? En sólo cuatro segundos, cuatro segundos, una vida en cuatro segundos, envejecí (y no me he vuelto más sabio como dicen). Tenía veintitrés años antes de esos cuatro segundos, después tuve ya veintitrés, veintitrés y una vida demasiado larga por delante.

Desnudos.
Desnudos tanto física como emocionalmente. Será por eso que elegiste ese momento para estrangular a mi corazón entre tus fríos dedos, para que no hubiera ninguna duda. En cuatro segundos, lo que tardaste en decir: “Cayetano, ya no te quiero”. Qué poco significa escrito, qué doloroso cuando la persona a la que amas con todo lo que eres te lo dice en su propia cama, desnudos mirándonos a los ojos, a sus ojos antaño chispeantes y ahora fríos y duros.

Desnudo fui corriendo hasta tu cuarto de baño inmediatamente después de los cuatro segundos, donde vomité mi ansiedad inclinado sobre la taza del wáter, desnudo. No reconocí al demacrado rostro del espejo, el mismo rostro que esa mañana se afeitaba y sonreía.

Desnuda te encontré cuando volví a tu cuarto. Seguías ahí sentada, sin una sola lágrima, con tu fría belleza de estatua griega. Y fue en ese instante, en ese preciso instante cuando me di cuenta de que lo había perdido todo, en que jamás volvería a tocar tu cuerpo, ni a besar tu piel, tu dulce piel que me sabe a pan de leche, tus hombros morenos. Jamás mis ojos se volverían a reflejar en los tuyos, nunca más. Nunca más jugaría con tu pelo por mi cara, ni lo olería, ni lo apartaría para besarte. Nunca más besaría tu
Cara.
Pecho.
Vientre.
Cuello.
Pubis.
Lunar.

Desnudos, ahí desnudos, esperando. Esperando a que terminara de llorar y me fuera. Sí, lloré, todo por ti. Te di el placer de verme llorar, de regodearte en mi dolor, en mi pena, pena infinita que aún hoy me provoca el llanto mientras escribo esto, después de más de un año, de un año hueco.

Desnudo. Desnudo comprendí que ahora éramos tú y yo, no más nosotros. Desnudo comencé a vestirme, pero la ropa no me tapaba. Y así, vestido pero desnudo abandoné tu casa. No me quedé a escuchar tus vanas palabras huecas de reconfortante promesa de amistad, de una amistad que se me antojaba peor que el más atroz de los odios. Y así me fui, perdón, me echaste, de tu vida.

¿Cuánto dolor podrá llegar a soportar mi pecho sin desmoronarse? La respuesta para mí es demasiado, demasiado dolor. Después de tanto sufrir, de medio año para empezar a creérmelo, más otro medio para asumir tu ausencia, después de navegar por otros cauces, infructuosos todos, pero válidos para olvidarte. Qué injusta palabra, ¿verdad? Olvido. Pero yo no quería olvidarte, tú me obligaste a ello. Me impusiste tu nueva realidad de golpe, de un estacazo sobre mi corazón. No puedes culparme de mi desprecio.

Desnudo. ¿Volveré alguna vez a sentirme cómodo desnudo? ¿Volveré a confiar en alguien, a entregar todo lo que soy y lo que tengo? ¿Volveré a grabar mi nombre y el de otra mujer en el sauce anónimo de un parque anónimo? ¿Volveré a descubrir nuevos horizontes, a acumular recuerdos, a rememorar momentos para al final despertar del sueño y encontrarme en la triste realidad, solo? La respuesta es sí. Por mucho que sufra, por mucho que duela, lucharé por otro día pleno, por otra escapada al Retiro en primavera, por otro instante de amor en una cálida habitación iluminada por la tenue luz de una vela, por ser más que yo, pero más yo que nunca, por enamorarme otra vez. Creo estar preparado, ahora, por fin, para volver a desnudarme.
Cayetano Gea

1 comentario:

Martuki dijo...

Joder, vaya trozo d vida q has escrito, chaval. Espero q sea verdad q has olvidado, xq la vida sigue, y es bonita a veces!!! Hay q ser feliz, aunq sea difícil!!! Viva el amor!!!