viernes, marzo 28, 2008

Soneto para Suryalia


Hay un puerto de árboles bajo el sol tibio
Que brilla en esta primavera de marzo,
Bajo el palio de almendros y los retazos
Que ocultan el valle tras sombra de lirios.

Aún navega el verde color ibero
Que campea en esta parte del orbe,
Donde llegan los vientos sin nombre.
¡Somos el hogar de quijadas de acero!

Pero tú, maizal rubio, traes bendito color
A esta tierra yerma olvidada de Dios.
¡Amarillo trigo que ya partes al mar!

¿Cuándo recogeremos el fruto de tu amistad?
Aquí nos quedamos, guardianes en Castilla,
A observar el lento desarrollo de tu semilla.


Cayetano Gea Martín

miércoles, marzo 26, 2008

Viking Matters

Estimado señor Antonio Vergara Sánchez:
Me pongo en comunicación con usted para referirle mi indignación ante las vestimentas y la puesta en escena del grupo de rock del cual es usted el vocalista. Pertenezco a una asociación internacional cuya misión consiste en intentar mantener en la memoria colectiva la cultura, la mitología y la forma de vida de los pueblos escandinavos. Creo que su falta de respeto puede llevar a más personas a la confusión que ustedes padecen. Por favor, le suplico que abandonen esas vestimentas mal empleadas y desinformadas.
Atte.
Olaf Tryggvason


Al señor Olaf:
Joder, tío, su carta me ha dejado flipando. Coño, que sólo es una parafernalia que utilizamos para salir a escena, sin pretender ofender a nadie. Los cuernos, el maquillaje, las barbas, las ropas, las hachas y las espadas son para darle un aire vikingo de cachondeo. Nuestra intención, desde luego, no es que nadie se mosquee. Le puedo asegurar a usted que no lo hacemos con ánimo de desprestigiar nada.
Reciba un cordial saludo
Antonio Vergara


Estimado señor Antonio Vergara Sánchez:
Disculpe mi insistencia y las molestias que ella le pueda ocasionar, pero sigo pensando en que su puesta en escena es una ofensa. Le creo y no dudo que lo hacen con las mejores intenciones y desde un desconocimiento vacuo, pero eso no les exime de su responsabilidad. ¿Conoce usted acaso algo del bagaje escandinavo como para poder representarlo? Involuntariamente, usted y su grupo tronante están introduciendo conceptos falsos y alterados sobre mi pueblo y mi herencia cultural. Le conmino a que cambien su look, por favor.
Suyo,
Olaf Tryggvason


Olaf:
Creo que exageras (me permites que te tuteé, ¿no?) y que hemos comenzado con mal pie. Ni siquiera sé cual es tu asociación ni quién eres. Pero defiendes algo y eso lo respeto. Por eso me digno a contestarte cuando no sé si debería molestarme siquiera. Pero, como ya te dije, no insultamos a nadie y no pensamos cambiar nuestro look, básicamente por tres motivos:
a) No somos un grupo millonario precisamente, y un cambio de imagen supondría un gasto que no nos podemos permitir.
b) Nuestra música y letras suelen tratar de temas vikingos, por lo que no es sólo una cuestión de maqueo.
c) No nos sale de los cojones.
Espero que con esto te haya quedado todo claro y dediques tu tiempo libre a cosas más productivas que andarte preocupando por gilipolleces.
Abrazos,
Antonio


Estimado señor Antonio Vergara Sánchez:
Creo que no me ha entendido usted, y que ahí radica su confusión. No le estoy pidiendo nada, le estoy obligando a ello. Si recurrí a la diplomacia (de la cual usted carece, dicho sea de paso) fue por mero civismo. Por ello le insisto una vez más y sin tapujos: desista en ridiculizar a la gran tradición mitológica y cultural escandinava o aténgase a las consecuencias.
Atte.
Olaf Tryggvason
PD 1: No, no puede usted tutearme.
PD 2: ¿Sabe usted cómo es un funeral vikingo?


Al tarado noruego:
Mira, tío, déjate de amenazas y métete en tus propios asuntos, como regar al gato y sacar a pasear a las petunias. Estás como una puta cabra y eres peligroso para la sociedad. Ponte tu disfraz de Darth Vader y resuelve sudokus desde tu friki-cueva. Hay un montón de cosas que puedes hacer en vez de tocarme los huevos, digo yo. ¿Ya has terminado tu colección de cromos de vikingos famosos?
Que te folle un pez del mar del norte,
Antonio

PD: No, no conozco los funerales vikingos, pero sí la variante española, petulante chulo de playa.

Estimado señor Antonio Vergara Sánchez:
No diga usted que no se lo advertí.
Atte.
Olaf Tryggvason


Estimado Jens Stoltenberg
Señor,
Ya tenemos un voluntario para la ceremonia en honor a Jormugandr. Se trata de un devoto seguidor de nuestra cultura. Aunque el susodicho proviene de España, muestra un profundo conocimiento y respeto por las tradiciones vikingas. Considera que es todo un honor el ser sacrificado a mayor gloria de los herederos de la Piedra de Rök.
Esperando que la noticia haya sido de su agrado, se despide atentamente,
Olaf Tryggvason
Cayetano Gea Martín

lunes, marzo 24, 2008

Todo es poesía


Todo es poesía en el universo;
Todo es versificable, por desgracia.
Vivimos en un mundo en verso:
La rima fácil antes que la palabra.

Algo o alguien (materia de axiomas)
Deposita en mentes inquietas
Versos brutos de mil aromas,
Que malinterpreto con pluma incierta.

Para los barcos de vela, dijo él,
Y yo copio con confusa fortuna
Imágenes pasadas, cauces pretéritos.

Con verso fácil, corrupto e infiel
Que, o bien construye altares a la luna,
O muere ignorado en un mal soneto.


Cayetano Gea Martín

miércoles, marzo 19, 2008

Deux ex ego


Al compás de tus calles sucias
Se descoyunta en trazos mi ser:
La criatura triste de mirada lúcida
Sin integridad posible ni lamentos de fe.

Sigo los renglones torcidos del Dios
Que olvidó su bastón en tu asfalto
En el mar en calma su rostro viró
Y ahora persigue faldas y llantos

¡Qué poco tacto de deidad superada!
¡Qué abandono necio envuelto en rosas!
¡Qué lamento torpe sin símil de amor!

Si me dieran un segundo, mi quijada
Se alzaría decadente y orgullosa
A reconocer que ese Dios soy yo


Cayetano Gea Martín


miércoles, marzo 12, 2008

Dan Simmons - Hyperion

Con gran placer he releído recientemente el que es, para mí, el mejor libro de ciencia-ficción que existe: Hyperion. Ya cité no hace mucho dicha obra, así como recalqué que, aunque el género al que pertenece no sea mi favorito, alguna que otra buena sorpresa me ha deparadado, como es el caso que me ocupa hoy.
¿La premisa? Pues básicamente mi rechazo inicial a leerlo, que sólo cedió ante las continuas y reiteradas protestas de algunos amigos, los cual me conminaron a ello con tanto tesón y fervor por el libro en cuestión que acabé cediendo, aunque sólo fuera para que me dejaran en paz. Y así lo leí, con mi peor predisposición posible, dispuesto a descartarlo a la primera de cambio. La realidad, sin embargo, fue muy distinta.
La historia del libro no me atrajo tanto como la estructura del mismo, aunque al final me acabó atrapando ese continuo baile de verdades a medias, cosmologías teocráticas e interesantes hipótesis religiosas, tales como el agnosticismo-zen. Fue el cómo estaba escrito lo que me enganchó… como me sucede con todo libro que leo.

La obra está escrita con la estructura de Los cuentos de Canterbury de Chaucer, como una novela-río que se nos representa bajo el prisma de siete personas distintas. Así, cada vez que uno de ellos cuenta su historia, el autor cambia totalmente el estilo narrativo, creando un hermoso mosaico de ocho piezas (los siete testimonios más el hilo conductor). Cada una de las historias conforma una suerte de relato corto que se puede separar del resto. Sus nombres y estilo serían los siguientes:

1ª Historia. El hombre que gritó a Dios: Autobiográfico, epistolar, católico y algo arcaico.

2ª Historia. Amantes de guerra: Épico en primera persona, militar, literal.

3ª Historia. Los cantos de Hyperion: Poético, decimonónico, romántico, decadente y satírico (Para mí el mejor de todos: literatura de firme).

4ª Historia. El río Leteo sabe amargo: Bíblico, profético, místico y sentimental (Y muy, muy triste).

5ª Historia. No llega a suceder.

6ª Historia. El largo adiós: Policíaco, femenino y mitológico.

7ª Historia. Recordando a Siri: Realismo mágico, colonialismo ilustrado.

Todas las tramas tienen en común una gran influencia de Los Cantos de Hiperión, de John Keats, una serie de poemas épicos inconclusos por la prematura muerte del autor. A través de él, la carga mitológica del libro se multiplica hasta el infinito.

La trama central nos cuenta la historia de un peregrinaje suicida a un planeta alejado, donde el destino de cada uno de los peregrinos aguarda con incierto final. En común con todos, la figura del Alcaudón (magnífica traducción para “Shrike” en inglés, una pequeña ave rapaz), criatura de origen desconocido que actúa tanto de catalizador como de entropía andante.

Nos encontramos, pues, en un futuro en el cual los seres humanos han colonizado el brazo exterior de la Vía Láctea, sin hallar resistencia alguna, salvo de parte de una extraña especie denominada Éxter, que no se sabe si es de origen extraterrestre o se trata de una desviación humanoide. Pero un fenómeno misterioso empaña esta especide de neocolonialismo futuro: las tumbas del tiempo, unas construcciones que se alzan en el mundo fronterizo de Hyperion y que los análisis revelan que fueron construídas en el futuro, y que viajan al revés en el tiempo. Todos los peregrinos tienen algo que ver con ellas y con su guardián: el Alcaudón.

En resumen, un buen libro, mucho mejor de lo que esperaba en su momento, y que ha aguantado una segunda lectura por mi parte.
Cayetano Gea Martín

lunes, marzo 10, 2008

Bei Gott!

Las horas declinaban a ritmo de vértigo, pero Carlos Almansa López era indiferente a ellas. Sentado en la única y desvencijada silla que ocupaba su estudio, consultaba febrilmente manuales, periódicos, diarios, novelas, ensayos, poemas, dramaturgias, informes, dossieres, pósteres, sumarios, tonadas, compedios, coplas, breviarios, expedientes, revistas, noticias, sonetos, magacines, cantigas, libelos, bandos, exposiciones, noticieros, gacetas, boletines, cantares, rotativos, memorias, odas, listines, boletines, pancartas, relatos, versos, crónicas, proyectos, tesis, esbozos, dramas, testimonios, legajos, carteles, estudios, edictos y panfletos; hasta llegar a la reveladora conclusión de que la mayoría de los tiranos y dictadores que en el mundo han sido llevaban bigote. Concretamente, el 89% de ellos. Claro está que, a veces, tildar a determinado sujeto de dictadorzuelo es arriesgado y ya entra dentro de consideraciones éticas. Pero si cogía los que, digamos, se han considerado así de manera ecuánime y universal, la media se mantenía.

La lista de tiranos bigotudos es interminable, y excede a los casos más conocidos. Así, a los Adolfos Hitler, Franciscos Franco, Josefos Stalin, Migueles Primo de Rivera, Augustos Pinochet, Fideles Castro, Leónidas Trujillo, Saddames Husein, Jorges Videla, etc; se les une hombres como Orlando Ramón Agosti, Gregorio Álvarez, Jorge Isaac Anaya, Pedro Eugenio Aramburu, Juan María Bordaberry, José Miguel Carrera, Alberto Demicheli, François Duvalier, Ernesto Geisel, Juan Vicente Gómez, Carlos Ibáñez del Campo, Carlos Alberto Lacoste, Alejandro Agustín Lanusse, Lorenzo Latorre, Aparicio Méndez, Cristino Nicolaides, Saparmyrat Nyýazow, Juan Carlos Onganía, Efraín Ríos Montt, José Félix Uriburu, Roberto Eduardo Viola, entre otros ilustres.

Solamente los asiáticos y algún que otro rey africano no llevaban sobre su faz tan útil como sencillo mecanismo de opresión, ya fuera por motivos culturales o por escasa capacidad pilórica.
Entusiasmado ante su descubrimiento, Carlos Almansa López comienza a esbozar lo que podría acabar siendo la tesis antropológica más importante del siglo XXI. Quizá el único punto negro en su contra sea que se puede alegar que no siempre estos sujetos de estudio han portado en su rostro bigote, y que incluso algunos sólo lo hacían temporalmente o cuando, tras una noche de parranda, se olvidaban del concienzudo afeitado matinal.

Pero el punto de conflicto, y sobre el cual quería arriesgarse a llegar a alguna conclusión lógica era si el poseer pelo sobre el labio superior influía en el carácter y personalidad de los tiranos. ¿Habría Hitler intentando conquistar Rusia sin mostacho? ¿Le quedarían a Fidel Castro bien los puros si éstos no estuvieran rodeado de pelo? ¿O el ya de por sí poco marcial rostro de Franco perdería el resto de autoridad sin su característico y ridículo bigotillo? Carlos Almansa López se lamentaba ante tantas preguntas sin respuesta.

Decidido a llevar a buen término su tesis, concluyó que la mejor forma de comprobarlo era mediante un planteamiento empírico. Así, comenzó a no afeitarse hasta desarrollar, al cabo de pocos días, un fino bigotillo a lo dictador sudamericano que le imprimía seriedad y porte a su poco agraciado rostro.

Las consecuencias no se hicieron esperar: su carácter cambio radicalmente al cabo de pocos días. Se mostraba iracundo con sus vecinos y compañeros de trabajo, vengativo con sus rivales y comenzó a ser propenso a dar arengas a los sorprendidos viandantes desde el balcón de su minúsculo piso.

En un mes, había creado un coro de fieles a su alrededor. A los dos meses los organizó en un partido político denominado CAL (acrónimo poco imaginativo de su propio nombre y apellidos). A los tres cometió su primer intento de golpe de estado. A los cuatro, tuvo éxito, sustituyendo la democracia vigente por una oligarquía de transferencia mítica.

Obnuvilado totalmente por sus nuevas ambiciones megalómanas, relegó su tesis al olvido. El poco tiempo libre que sus infinitas obligaciones como dictador le permitían, lo dedicaba única y exclusivamente a atusarse con delicadas maneras su fino bigote.
Cayetano Gea Martín

jueves, marzo 06, 2008

Camaradas fashion y reconvertidos en bonos negociables



Y cuando el corazón sin alas es una piedra,
Cuesta discernir entre melopea y sobriedad,
A pesar de las putas tormentas que nos medran
Y de las sucias bocas partidas por la mitad.

Cuando el peso de reloj de arena de los hombres
Hace que te plantees que, quizá no todo
Se base simplemente en cagar lo que comes,
Gracias a tu bendito trabajo de reponedor de lodos

Es entonces cuando, furioso, alzas tu canto
Lo suficientemente bajo y de izquierdas
Como para que nadie te pueda oír.

Que no nos insulten, tovarishch de palo,
Que lo que se dice valiente, mierda,
No lo soy, no lo seré. Ni nunca lo fui.


Cayetano Gea Martín

martes, marzo 04, 2008

Sad, but true

Vivía lejos, muy lejos, a espaldas de todo y de todos, en medio de un bosque lejano incluso para el cómputo forestal. Habitaba en una pequeña cabaña de madera, en el confín del mundo. Se encontraba a mil kilómetros de la más leve muestra de civilización. Pero una mañana de julio, al ir a por agua al riachuelo más cercano, se topó con un vidrio de cerveza abandonado, y se aterrorizó. En las noches frescas de aquel verano, arropado por el canto sonámbulo de los búhos, visualizaba la botella en su mente y sabía que su voluntario retiro no estaba completo y que jamás lo estaría. La fea impronta de la civilización volvía a por él, a reclamarle diezmos una vez más. ¿Y qué podía hacer él? ¿Qué?

Al final, decidió rendirse a la humanidad. Ya que no se le permitía el aislamiento que deseaba, se volvió lo más integrado que pudo. Comenzó a talar todos los árboles de su bosque, drenó el río, levantó edificios, elevó el terreno, allanó las colinas, relegó a los animales a toda suerte de ostracismo. Se cortó el pelo, se afeitó y se duchó, justo a tiempo de recibir a los primeros pobladores de los cien apartamentos de lujo que se levantaban donde antes campeaba la floresta.

Poco a poco, la idea cuajó entre otros antiguos idealistas como él, y por todo el terreno peninsular se alzaron más y más viviendas, piscinas, centros comerciales, campos de golf, pistas de tenis y restaurantes que servían comida de plástico a módicos precios.

Unos años más tarde, y con la intención de poner un poco de orden, se celebró la Primera Junta Oficial de Accionistas Inmobiliarios. En ella, se creó una denominación que definiera el conjunto de los territorios urbanizados y urbanizables. Se llamó España.

Cayetano Gea Martín

domingo, marzo 02, 2008

El mismo lienzo.

El mismo lienzo. La misma sala. El mismo museo. La misma ciudad. Y así durante treinta años. Conocía con exactitud suiza cada una de las pinceladas del maestro. Los colores del lienzo habían pasado a formar parte de él. Podía reconocerlos sin dificultad: el rojo de la manzana de la escena con el rojo de la tapicería de las sillas del salón de su casa, el azul de la túnica rematada con treinta y siete pliegues, con el azul de un cuaderno algo descolorido por la luz del sol; el amarillo de la bombilla del cuadro, con el amarillo de otro cuadro tres salas más allá de un pintor que nada tenía que ver con este. Las dimensiones del cuadro: 4.20x3.56m, correspondía a la época monumental del artista, en la que eligió motivos religiosos y tecnológicos combinados de forma sorprendente. Su título: Virgen desplazándose a la velocidad de la luz. El pintor, poco conocido. Y él contemplando el cuadro desde su silla de cuidador del museo: el mismo lienzo, la misma sala, el mismo museo. Y así durante treinta años. En algún momento pensó pedir un traslado y olvidarse de una vez por todas del cuadro: aparecía por doquier, en sus sueños, en libros, conversaciones...en su propia casa había colocado una reproducción extraordinariamente fiel del mismo. Pensó pedir una excedencia y quedarse en casa algún tiempo recomponiendo recuerdos y vivencias ajenas al cuadro que, poco a poco, lo ocupaba todo. pero no podía deshacerse de la presencia obsesiva del maldito objeto de arte. Tomó un curso de pintura para comprender mejor el arte. Estudió historia del arte. Comenzó a pintar el cuadro en casa, con las mismas dimensiones, con la misma técnica, los mismos colores. Avanzaba a pequeños pasos, corrigiendo sin descanso, noches enteras. Su mujer le abandonó, sus hijas le recriminaron su falta de dedicación a sus vidas. Y él seguía pintando, ajeno a todo menos al cuadro, que repasaba con más ahínco aún en el museo para, horas después plasmarlo cuidadosamente en el lienzo que él mismo estaba ocupando. Por fin una noche remató el cuadro con un detalle que no correspondía con el original: su firma. El día siguiente se marchó con el cuadro a cuestas hasta el museo. Entró a primera hora. Aún no había llegado el público. Descolgó el cuadro y en su lugar colocó el suyo.

Me contaron esta historia hace tres años y ahora soy yo quien ocupa la silla delante del cuadro pintado por un cuidador del museo. Ahora yo lo observo con minuciosidad sin dejar escapar un solo detalle. El cuadro se está apoderando de mi mente. Lo sé pero nada puedo hacer. Sé que desatiendo a mis hijas y que mi mujer está planteándose abandonarme, que sólo pienso en el cuadro y que hay un lienzo que me espera cada noche en mi casa deseando ser finalizado.